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El segundo Gobierno de Berlusconi nace lastrado por la tensión entre sus socios

Posfascistas y democristianos critican el nombramiento de un nuevo viceprimer ministro

Enric González

El segundo Gobierno de Silvio Berlusconi nació ayer con la misma enfermedad que mató al primero: una tensión patológica entre los partidos del sur, Alianza Nacional (AN) y Unión de los Demócratas Cristianos (UDC), y el eje del norte de Forza Italia y la Liga Norte. Los liguistas cantaron victoria por la incorporación como vicepresidente del ex ministro de Economía Giulio Tremonti, al que consideraban uno de los suyos pese a militar en Forza Italia, mientras posfascistas y democristianos apenas ocultaban su falta de entusiasmo. Berlusconi parecía condenado a seguir sofocando las disputas entre sus socios.

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El Gobierno Berlusconi-bis sólo tiene que durar hasta las elecciones generales de la próxima primavera, pero incluso un año tomaba el aspecto de un plazo larguísimo para un equipo compuesto por elementos incompatibles. AN y UDC, formaciones con base electoral en el centro y sur del país, soportaron con resignación los gritos de "Roma ladrona" proferidos por los ministros de la Liga Norte mientras duró la inercia de la gran victoria electoral de 2001.

En julio pasado, tras el mal resultado en las europeas, forzaron la dimisión de Giulio Tremonti, ministro de Economía y gran amigo de los liguistas, para reducir el peso nordista en el Gabinete. Esta semana, atónitos ante el desplome registrado en las regionales (el centro-derecha venció sólo en dos de las 15 regiones donde se celebraron comicios), provocaron una crisis y la dimisión del propio Berlusconi con el mismo objetivo: laminar el nordismo que les hacía perder votos en el sur.

Pero ayer se encontraron con que los tres Robertos de la Liga (Roberto Calderoli, en Reformas; Roberto Castelli, en Justicia, y Roberto Maroni, en Trabajo) mantenían sus puestos, reforzados con la vicepresidencia de Tremonti. "Con Tremonti es como si tuviéramos tres ministros y medio", se entusiasmó Maroni. El líder de la Liga, Umberto Bossi, convaleciente de un derrame cerebral sufrido a finales de 2003, telefoneó a Berlusconi para "felicitarle por la elección de Tremonti" y exhibió su sensación de triunfo.

UDC y AN, por su parte, soportaron mal el jolgorio del norte. El ex vicepresidente democristiano Marco Follini, que prefirió no formar parte del Berlusconi-bis, indicó que su partido no deseaba entablar polémicas sobre la composición del nuevo equipo. "Queremos que el debate se centre en el programa político, no en los ministros, y que se desarrolle en el Parlamento", dijo. El líder de la oposición, Romano Prodi, aprovechó la ocasión para hurgar en las heridas de la coalición conservadora: "Ésta ha sido una victoria absoluta de la Liga Norte", proclamó, secundado por todos los dirigentes del centro-izquierda. Piero Fassino, secretario general del mayor partido italiano, los Demócratas de Izquierda (ex comunistas), declaró que el resultado de la crisis política había sido "un Gobierno de la desesperación" y pronosticó que no duraría.

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Resultaba evidente que Silvio Berlusconi ha preferido apoyarse en la Liga Norte -un partido regional y de tamaño limitado, pero con un electorado estable y fiel a su persona desde el principio de la legislatura- a hacerlo sobre dos formaciones nacionales, Alianza Nacional y la Unión de Demócratas Cristianos, tendentes a actuar con la mirada puesta en el posberlusconismo.

La Liga Norte abandonó a Il Cavaliere en 1994 y le condenó a una penosa época en la oposición, pero desde la victoria electoral de 2001 se mostró leal: a cambio de la reforma federalista (poco apreciada por AN y UDC) ofrece un respaldo sin fisuras al liderazgo de Berlusconi. El presidente del Gobierno considera, además, que el extremismo de la Liga, muy dada al racismo y la xenofobia y partidaria de la pena de muerte, le permite atraer los votos ultraderechistas que el "viaje al centro" del posfascismo abandona por el camino.

La promesa de Berlusconi de trabajar con más intensidad a favor del desarrollo del sur tuvo una plasmación modesta en el nombramiento, como responsable de un nuevo Ministerio de Desarrollo y Cohesión Social, del siciliano Gianfranco Micciché, quien aseguró que en adelante se mirará a las regiones sureñas "con mucha atención". Micciché, de 51 años, procede de la inagotable cantera política de Mediaset, el grupo televisivo de Il Cavaliere. Fue ejecutivo de Publitalia hasta que Berlusconi le encargó que estableciera Forza Italia en Sicilia.

El éxito de Micciché excedió las expectativas de su jefe: en 2001 consiguió que una isla políticamente poco homogénea, atormentada por la mafia y por la escasez de desarrollo, votara en bloque al centro-derecha y le diera los 61 escaños en juego. El centro-izquierda no obtuvo ninguno.

Silvio Berlusconi, ayer, tras presentar su nuevo Gobierno al presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi.
Silvio Berlusconi, ayer, tras presentar su nuevo Gobierno al presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi.EFE

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