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Tribuna:¿QUÉ NUEVO PAPA NECESITA LA IGLESIA CATÓLICA? | DEBATE
Tribuna
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Soñando en voz alta

Después de estos días de duelo por la muerte de Juan Pablo II, tenemos la oportunidad de soñar e imaginar en qué aspectos podemos mejorar y renovar la institución de la Iglesia católica que impregna de poder simbólico la conciencia de millones de personas.

Los papas han sido elegidos a lo largo de la historia teniendo en cuenta las necesidades históricas de cada época. Por eso confío en que el Papa que salga del próximo cónclave siga algunos de los caminos de sus predecesores y transite por otros nuevos.

Al actuar como cabeza visible de la Iglesia y jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano será importante que defienda, sin restricción alguna, los derechos humanos, actúe a favor de la paz entre los pueblos y busque las mediaciones necesarias para que la doctrina de la justicia social que aparece en los documentos pontificios sea una prioridad, más aún, se convierta en imperativo ético para todos los creyentes.

Deseo que en la Iglesia se fomenten la pluralidad y la participación de todos sus miembros
Reflexiono a partir de la vida de las mujeres que se ve amenazada por el patriarcado social y eclesial
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Las tareas del sucesor

En los inicios del nuevo milenio hay algunos aspectos que sería necesario transformar en profundidad para la propia credibilidad de la Iglesia. Son caminos que apenas han sido transitados por la parte jerárquica de la institución, pero que algunas comunidades de base y movimientos cristianos proféticos han recorrido en medio de dificultades y la mayoría de las veces con incomprensión.

Desde la perspectiva de género, como mujer cristiana, de tradición católica, deseo que los carismas sean el principio que organice la Iglesia, para que se fomenten en ella la pluralidad y la participación de todos sus miembros. De esta manera la elección de los líderes o pastores locales, nacionales y universales, podría recaer en personas (hombres o mujeres) con autoridad reconocida por sus comunidades, iniciando un camino para acabar con el patriarcado en el que vivimos actualmente. Una estructura carismática superaría todo tipo de discriminación y estaríamos asistiendo al último cónclave en el que sólo participan hombres y célibes. Poner en práctica la colegialidad y la corresponsabilidad entre todos los católicos, sin exclusiones, implicaría un forma de ejercer el poder sin exigir sumisión, obediencia o silencio.

Si el protagonista de la Iglesia es el pueblo de Dios, y la mayoría de sus miembros no viven en Europa, es urgente desoccidentalizar el cristianismo para dar cabida a que otras culturas sean un legítimo vehículo de expresión de la fe a través de sus modos de vida, organización, teologías, ritos, símbolos y signos diferentes a los occidentales. Las fotografías de los funerales del Papa, que han dado la vuelta al mundo, son bien expresivas de la uniformidad en la parte jerárquica de la Iglesia, que contrasta con la multiculturalidad de las personas asistentes, expresada en las distintas lenguas, formas de vestir e incluso creencias. Confío en que se reconozcan la diferencia y la diversidad como distintivos de la catolicidad (=universalidad) que enriquece a la comunidad.

Como ciudadana sueño con una Iglesia preocupada por los excluidos que los sistemas económicos, sociales, culturales y religiosos convierten en "no personas", que apuesta por la defensa de sus derechos, libertades y esperanzas silenciadas; libre y respetuosa con los Estados, sin renunciar a su sentido crítico; autofinanciándose y compartiendo sus bienes con los sectores empobrecidos de la sociedad; en diálogo con la ciencia para buscar los nuevos caminos que pueden llevar a la mejora de la calidad de vida. Así surgirían espacios de esperanza donde se haría visible que "otro mundo, otra iglesia, otra teología son posibles".

Como teóloga feminista de la liberación, reflexiono desde los excluidos y en concreto a partir de la vida de las mujeres que se ve amenazada por el patriarcado social y eclesial. La creencia de que sus cuerpos son imagen de Dios me anima a invitar al nuevo Papa a que respete y haga respetar la dignidad de todas las personas, especialmente de las que han experimentado en su propia carne la cara más abominable de la institución eclesial. Sueño con que los derechos sexuales y reproductivos sean defendidos por la Iglesia católica como parte de los derechos humanos para no volver a leer decretos de condena y excomunión contra las mujeres por ejercer responsablemente lo que su conciencia les dicta, como sujetos morales que son. Sueño con la rehabilitación de teólogos y teólogas para que vuelvan a sus cátedras; con niños y niñas sin miedo al acudir a su parroquia porque nunca más van a sufrir el acoso sexual por parte de los clérigos, y éstos no van a tapar su degradación con dinero; y sueño con sacerdotes casados o célibes, hombres o mujeres que ejercen su ministerio según las necesidades de la comunidad.

Las diferentes maneras de entender el cristianismo, de vivir el amor, de hacer teología, de ejercer los diferentes ministerios, etcétera, no pueden ser obstáculo para formar parte de una Iglesia que tiene como mandamiento principal amarse unos a otros a la manera en que Jesús lo practicó. Él empeñó su vida en curar las heridas de la discriminación social y religiosa, así como en aliviar el sufrimiento causado por instituciones, leyes y personas de la religión oficial.

A lo lejos el sueño se convierte en una gran fiesta de diálogo interreligioso e intercultural que aporta al mundo globalizado los valores y la espiritualidad que poseen las diferentes religiones y culturas, y se posibilitan espacios comunes de reflexión, oración y compromiso social para ayudar a construir un mundo más justo y solidario.

La propuesta del Vaticano II en la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, citando a Juan XXIII, puede ser un buen programa de gobierno para el futuro Papa: "Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, y caridad en todo" (GS 92).

Margarita Pintos de Cea-Naharro, teóloga, es presidenta de la Asociación para el Diálogo Interreligioso de la Comunidad de Madrid (ADIM).

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