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RELACIONES PERSONALES

¿Hijos o trabajo?

Aspiraciones profesionales e hijos siguen siendo conceptos incompatibles para muchas mujeres. Ellas se forman en igualdad y demuestran su valía. Pero uno de cada cinco nacimientos termina con la retirada de la madre del mercado laboral. Reconciliar trabajo y vida privada se convierte en el gran reto.

"Pasé de ser la leche a ser una mierda". Amaya Rodríguez se disculpa por la expresión, pero es la que mejor resume cómo se puede caer de la gloria al infierno laboral en apenas cuatro meses. En septiembre de 2002 esta técnica en recursos humanos, contrato indefinido, año y medio de antigüedad y a punto de dar a luz se sentía indispensable: desempeñaba funciones extra, tiraba de gasolina y coche propios, se llevaba trabajo a casa. Se fue para tener a su hija Candela tras enseñar a su sustituta. Cuando volvió de su baja maternal, el 10 de enero de 2003, pidió disfrutar del permiso de lactancia. El 31 de marzo de ese año, su empresa la ponía en la calle admitiendo despido improcedente.

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Se le vino el mundo encima. Madrileña, de 31 años, se formó (ya salen más licenciadas que licenciados de las universidades españolas) y pasó a engrosar ese 39,13% de empleo femenino del segundo trimestre de 2004 (frente al 60,87% masculino). Si la cantidad dista del ideal (la cumbre europea de Lisboa fijó una tasa de empleo femenino del 60% para 2010), la calidad tampoco es como para tirar cohetes, resaltan los sindicatos: menor presencia en cargos directivos, más contratos temporales y de media jornada, sueldos más bajos y menos protección social. La víctima es ella en casi el cien por cien de los acosos.

Cuando Amaya se vio estable en su puesto decidió quedarse embarazada. La amparaba la ley de 1999 de conciliación de la vida laboral y familiar de las personas trabajadoras que redactó el Gobierno del PP en cumplimiento de una directiva europea. Conciliación, la fórmula que ha de lograr que lo profesional no machaque lo privado. O a la inversa. Si las mujeres estrenan horario de 9.00 a 19.00 fuera de casa, ¿quién se hace cargo de los niños, de los ancianos y de los familiares dependientes? Por ahora, esas mismas mujeres, las cuidadoras por excelencia, embarcadas en una agotadora doble jornada o renunciando a alguna faceta de su pluriempleada vida. En 2003, casi todos los permisos fueron de maternidad, y casi todas las excedencias para atender a la prole fueron de ellas. Uno de cada cinco nacimientos en España acaba con la retirada del mercado de la madre, concluyó ese año el Informe Randstad sobre calidad de trabajo (elaborado por la escuela de negocios Esade).

"Nos formamos como los hombres, pero encontramos desigualdad laboral. No es extraño que tengamos menos hijos y más tarde", interviene Almudena Fontecha, secretaria para la Igualdad de UGT. Aunque no es necesario ser madre para sufrir discriminación: con la posibilidad basta, sentenciaba el Informe Randstad de 2003. El empleador desconfía y no ofrece posibilidades de promoción, y si la mujer se reincorpora tras el parto, la desconfianza crecerá y las opciones de ascenso serán aún menores. "Sólo con los hijos mayores comenzará a recuperar posiciones", establecía el estudio.

¿Por qué la conciliación sigue viéndose como un problema de mujeres y no de toda la sociedad? ¿Por qué tener hijos frena la carrera de la madre y no la del padre? Fontecha pregunta desde un despacho atestado de papeles. El teléfono suena. Se ha ido una visita y ya espera otra. La actividad en UGT es frenética este 11 de marzo, en plena semana de actos por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Este año, la ruptura de roles y el reparto equitativo de tareas en el hogar vuelve a ser caballo de batalla. Y un argumento de UGT y CC OO contra la "tímida e incompleta" ley de 1999. Los sindicatos abogan por una "política integral" que fomente, por ejemplo, que un hombre se involucre y pida una excedencia para cuidar de su bebé o deje su puesto para llevarlo al pediatra.

Esta "política integral" requiere dinero. Para comedores escolares, guarderías, centros de día, residencias… Así llegamos al gasto social, la segunda palabra clave de esta particular base de datos. "No podemos hablar de políticas de conciliación sin apenas gasto público para llevarlas a efecto", manifiesta Paloma de Villoto, profesora de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid. En 1980, España destinaba el 0,7% de su PIB a prestaciones sociales para la atención de hijos e hijas; en 1995, el 0,4%; en 2000, el 0,5%. La comparación con el referente, Suecia, hace enrojecer: un 3,4% en 2000, y eso después de haber experimentado un retroceso desde su 4,6% de 1993. "Estamos como Suecia en los años treinta, con escasez de mano de obra, necesidad del trabajo de la mujer y caída de la natalidad; esa situación derivó en el modelo nórdico de los setenta, de políticas de conciliación e igualdad de oportunidades", explica la experta. ¿Significa eso que nos quedan 40 años para alcanzar a los suecos? Risa socarrona al otro lado del teléfono: "Esperemos que no".

Para que una pareja española reciba las mismas prestaciones que una alemana o una inglesa con tres niños y sin límite de ingresos ha de tener 18 hijos y ganar menos de 7.439 euros al año. Ésta era la conclusión, en 2002, del Índice de Empresas Familiarmente Responsables. La misma que seguía vigente en 2004. Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional de Trabajo y Familia del IESE (Universidad de Navarra) y coordinadora de este análisis, que se publica desde hace cuatro años, aporta más datos en su libro La ambición femenina. Por ejemplo, que exceptuando ayudas como los 100 euros mensuales por menor de hasta tres años para madres que trabajen fuera de casa (medida general del nuevo IRPF), gran parte de los subsidios familiares depende de cada comunidad autónoma. Navarra apoya con 330 euros mensuales desde el segundo hijo (hasta su primer año); Cataluña, con 481 euros anuales desde el primero; el País Vasco, con 1.100 euros al año desde el segundo; Castilla y León, con 1.803 euros por el tercero si la renta anual no supera los 36.060 euros… Y luego asoma ese 30% de autonomías que en mayo de 2003 seguía sin destinar ayudas directas por descendencia.

Amaya Rodríguez perdió sus 100 euros al mes cuando dejó de ser madre trabajadora fuera de casa. Exigió que su despido fuera declarado nulo, demandó a su empresa e inició un camino de dos años, una sentencia en contra de un juzgado de lo social, una segunda favorable del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, una readmisión, muchas presiones y una baja por ansiedad. Ella da la cara por las que hablan off de record pero se niegan a aparecer: la que tomó el cheque y se fue; la que se marchó sin nada; a la que no le renovaron; la que dejó un puesto fijo y se hizo autónoma, o montó una cooperativa con sus compañeros; la que aceptó el despido estando en reducción de jornada y disfruta un paro también reducido; la que ha sido relegada, pero aguanta. Ninguna pensó que tendría que renunciar a su carrera al quedarse embarazada (una decisión legítima cuando se toma libremente). Simplemente comprobaron que no encajaban en horarios y estructuras poco flexibles.

Sábado, 5 de marzo. Nuria Chinchilla ha viajado de Barcelona a Madrid para dar una conferencia. Doctora en economía y licenciada en derecho, aborda la conciliación desde una perspectiva empresarial. "La retención de talento femenino es una prioridad, y hacer compatible trabajo y familia, una estrategia de empleo", expone. Sin embargo, y según el Índice de Empresas Familiarmente Responsables de 2004, sólo dos de cada 10 encuestadas (de una muestra de 234) ayudan a sus empleados a conciliar esos dos aspectos de sus vidas. Para la economista, la jornada laboral española peca de rígida y de larga. Lo que no es igual a más productiva: "Es menos productivo un hombre que se pasa el día en su puesto, pero pierde el tiempo con Internet o en la cafetería, que una mujer que trabaja eficientemente y se va a su hora, con su familia".

Familia es una palabra que a Chinchilla no se le cae de la boca. En su glosario aparece también el concepto de mujer madre, definida como dadora de riqueza a su entorno laboral: mayor empatía; capacidad de escuchar, de organizar y de delegar. "No se trata de que asciendan a puestos de responsabilidad mujeres que mimetizan al varón", matiza. Por último, utiliza flexibilidad como equivalente no de precariedad, sino de adecuación de una empresa sensible a las personas que la integran.

Como Danone, ejemplo en el Informe Randstad de 2003. O El Pozo, el Santander Central Hispano o Mercadona, con guarderías en sus centros. Esta última ofrece por su cuenta un quinto mes de baja maternal. La guía de buenas prácticas de la empresa flexible, realizada por el IESE y editada por la Comunidad de Madrid en 2004, recogía los modelos a seguir de IBM, Caja Madrid, Procter & Gamble, Nestlé, Unión Fenosa, La Caixa, Novartis…

Suelen ser grandes negocios, muy visibles, en territorios tradicionalmente masculinos donde la presencia de trabajadoras empieza a ser significativa. En sectores feminizados, como el manipulado o la limpieza, la conciliación suena poco menos que a chino, acotan desde UGT. Y señalan desde el IESE que tampoco resulta tan fácil en la pequeña y mediana empresa (pyme), que supone el 95% del tejido empresarial en España.

Pero existen ejemplos a seguir: la aseguradora Coface fue nombrada empresa flexible 2004, en la categoría de pymes, por su sistema de horarios adaptables. Dicen desde su confederación estatal, Cepyme, que una plantilla reducida plantea ventajas a la hora de responder a necesidades concretas. Añaden que la empresa es un elemento más en el conjunto de la sociedad, que evoluciona en positivo a la vez que ella. Y que no hay irregularidades alarmantes en este capítulo, según sus datos. ¿Qué datos? "No, estadísticas no tenemos", confiesan.

En este asunto, quien más y quien menos toca de oído. No existen cifras de madres discriminadas laboralmente para cotejar el vaso medio lleno que defiende Cepyme o el medio vacío que sostienen los sindicatos. Primero, porque ningún empresario es tan ingenuo como para basar un despido en un embarazo, y menos para dejarlo por escrito, el chollo de cualquier laboralista. Segundo, porque son situaciones que no suelen denunciarse, y buena parte de las que sí pasan por el juzgado acaban en cheque antes de que el juez descargue el martillo. De ésas ha vivido unas cuantas Carlos Iglesias, abogado de Amaya. "La empresa española es machista", asegura dentro de su impecable traje oscuro, con corbata a juego, en un despacho del exclusivo barrio madrileño de Chamberí. Se metió a defensor de los derechos laborales femeninos cuando a su mujer le tocó la china en 2002. Desde entonces ha llevado unos seis o siete casos con embarazadas y lactantes de por medio. Recuerda el de una extranjera contratada en una escuela municipal, que acabó en acuerdo. Y otro proceso recién iniciado que le "hierve la sangre": el de una madrileña, con dos hijos pequeños, en media jornada y obligada por su empresa a trasladarse a Navarra.

"Las mujeres cada vez se informan más de sus derechos", meten baza desde el proyecto Artemisa, de UGT, en marcha desde hace dos años con un servicio de consultas jurídicas. Un 56% de las computadas en 2004 iban de conciliación o de maternidad. Quienes denuncian se encuentran con que "los jueces son cada vez más sensibles", en palabras de Laura Toribio, abogada del gabinete jurídico de UGT-Cataluña. Existe jurisprudencia del Tribunal Supremo, del Constitucional y del de las Comunidades Europeas sobre embarazo o lactancia. Ellas cuentan además con los fondos de la UE, inyectados, entre otros muchos, en el Proyecto Óptima (que gestiona el Instituto de la Mujer desde 1996), en la iniciativa comunitaria Equal (coordinada por el Ministerio de Asuntos Sociales) o en el programa Redes (con aportaciones del Ayuntamiento de Sevilla y el Ministerio de Administraciones Públicas). También respalda el Gobierno socialista y sus 53 medidas para la igualdad. Esta declaración de principios, tachada de humo por el PP, apenas entra en terreno laboral porque traslada la cuestión a la negociación colectiva. La predisposición de la patronal parece buena. Comisiones Obreras exige que, como mínimo, los convenios cumplan lo establecido en la ley de conciliación de 1999. Y que dejen de relacionar sólo con la mujer derechos que traspasan lo biológico y entran en el campo del cuidado y de las responsabilidades familiares.

La situación mejora. Al menos, a esta conclusión llega quien tiene fe en la evolución de la empresa y quien confía mejor en un buen convenio. Quien habla de personas y quien carga las tintas sobre la familia. Quien alerta del efecto bumerán de blindar demasiado a la trabajadora y que el empresario no quiera contratarla. Quien defiende la flexibilidad y quien la mira reticente si se aplica sólo a la mujer y no ayuda a desmontar estructuras patriarcales. Los distintos planteamientos ideológicos pulsados para este reportaje encuentran zonas comunes: la incorporación de la mujer al mundo laboral es imparable, pero requiere un cambio de mentalidad en la empresa, en las administraciones, en las leyes, en los hombres, en la sociedad. Es cuestión de tiempo.

Hablando de tiempo: en junio, Amaya, embarazada de siete meses, dará luz a su segundo hijo, Aitor. O mucho cambian las cosas, o no habrá un tercero.

Amaya Rodríguez y su hija Candela.
Amaya Rodríguez y su hija Candela.FRANCISCO BONILLA

01 Ángel Moreu/"Los dos ascensos más importantes vinieron tras tener a mis hijos"

Ángel, de 41 años, con Olivia, de año y medio, y Álex, de tres. Directora ejecutiva de ventas de 'software' en Europa de IBM. Barcelona.

"Si veo que mi carrera se estanca, lo mismo me vuelvo a quedar embarazada". El fondo de esta broma de Ángel Moreu es muy real: licenciada en físicas y MBA por la escuela de negocios Esade, fichada en 1990 por IBM para su laboratorio de software de Barcelona, fue nombrada directora de ventas cuando nació el mayor, Álex, hace tres años. Tras dar a luz a la segunda, Olivia, de año y medio, elevó su rango a internacional. En ambos casos pidió una baja maternal partida: se reincorporó tras las seis semanas obligatorias, a media jornada durante seis meses, con lo que alargó con tranquilidad la lactancia. Además de la ley, estuvieron de su parte las políticas de flexibilidad y conciliación de su empresa. "La filosofía de IBM se basa en favorecer el desarrollo de las personas, pero el hecho de que ya haya mujeres directivas [y presidenta en España, Amparo Moraleda] ayuda", opina Ángel. Ella, que es directiva, lo tiene claro: "Si estoy reunida y hay una llamada urgente de casa, yo me voy. Entiendo cuando un padre me dice que saldrá antes porque va a llevar a su hijo al médico. Me importan los resultados, no las horas calentando asiento". Por las mañanas, Ángel lleva a sus hijos al cole y trabaja una hora en casa (que gracias a una Intranet es igual que operar desde una oficina de IBM, o de un cliente). Eso le permite evitar atascos y tardar 15 minutos en ir al trabajo. Cuando viaja, prepara las reuniones en el avión. Pero nada de esto sería suficiente si en casa no encontrara "la misma sensibilidad". Su pareja cocina, da la cena a los niños y juega con Olivia a los trenes. Ángel se encarga del baño y juega a las muñecas con Álex. Cuando los pequeños se acuestan, ella trabaja: "A lo mejor me dan las once de la noche delante del ordenador, pero resulta que a las cuatro de esa tarde estaba viendo lo bien que cantaba mi niño en la función de Navidad".

02 María Ángeles López/"Sé que Naím está bien cuidado mientras yo trabajo"

María Ángeles, de 25 años, y Naím, de dos. Trabajadora de Mercadona. Ciudad Real.

Cada vez que Mercadona abre un bloque logístico, la guardería gratuita para los hijos de sus empleados va incluida en el lote. Esto lo sabe muy bien María Ángeles López, de 25 años y madre soltera de un niño de dos. Sus padres y ella forman parte de una plantilla de 49.600 trabajadores, fijos, y mujeres en un 66% (2.400 fueron madres en 2004). En 2000 la familia pidió un traslado de Ciudad Real a Barcelona. Cuando nació Naím había una guardería esperándole. A los tres años, nuevo traslado a Huévar (Sevilla), a una planta con 550 empleados en la que María Ángeles trabaja de limpiadora. Mientras, su hijo acude a Pío Pío 5, construido hace un año y quinto jardín de infancia de la empresa. "Es un centro de educación infantil", aclara su directora, Carmen Elena Álvarez. Y perfectamente equipado además: sala de psicomotricidad, aseos adaptados por edades, luces indirectas, puertas que no hacen daño en los dedos y un patio de 345 metros cuadrados. Acoge a 27 alumnos de hasta tres años, aunque su capacidad es de 164. Naím viene dormido de casa a las 5.45, hasta las 14.15, porque su madre tiene horario de mañana. Quienes lo tienen de noche se acogen al mismo turno, para descansar. Los de tarde los llevan de 13.45 a 22.15. En Pío Pío 5 aprenden hábitos de higiene y alimentación, conocen su entorno mediante el juego y se inician en la lectura. "Sé que mi hijo está bien cuidado mientras yo trabajo, se sabe los personajes del Quijote, me canta las canciones que aprende ", dice María Ángeles. Cuando Naím se enteró de que iba a salir en una foto pidió gomina para ponerse el pelo de punta. El que nace coqueto

03 Beatriz Sanz/ "Mis posibilidades de promoción terminaron cuando pedí jornada reducida"

Beatriz, de 34 años, y Adrián, de ocho. Desde hace un año regenta su propio negocio. Madrid.

Cuando Beatriz se quedó embarazada, con 24 años, tenía el título de gestión y administración de empresas y estudiaba empresariales. Lo dejó. En 1997, al año de dar a luz a Adrián, entró en una empresa de teleservicios y, a través de ella, en una multinacional. Hacía gestión telefónica, aunque sus contratos nunca pasaron de teleoperadora. Se levantaba a las 6.00, dejaba a su bebé en casa de su madre (que lo llevaba a la guardería), entraba a las 8.00, salía a las 18.00 y, si era fin de semana, se ganaba un sobresueldo como camarera en una discoteca. Madre soltera, crió al niño con el apoyo de familia y amigos. Dice que su única ayuda económica son 144,24 euros de la Seguridad Social cada medio año. Meses después de entrar Bea en la multinacional cambiaron su centro de trabajo a un pueblo de Madrid al que tardaba hora y media en llegar. "No me dejaba tiempo para atender a mi hijo", reconoce. Pidió la jornada reducida y se presentó a exámenes para promocionar, pero nunca los aprobó. Hasta que en 2001 alguien se le dijo claro: si no volvía a la jornada completa y echaba de 8 a 10 horas, no tenía ninguna opción. Apeló a una jefa y negoció su marcha. Cayó en una depresión, salió, comenzó como encargada de un local de copas de Madrid (La Loba Loba) y desde hace un año lo regenta ella. Por las mañanas lleva la gestión. Por las tardes y las noches toman el relevo tres empleados. Y Bea se va con su hijo, de ocho años: "Es mi prioridad". "¿Verdad que ahora estamos muy bien?", dice volviéndose al niño, alumno de tercero de Primaria e hincha del Real Madrid. Pero Adrián sólo tiene una prioridad esta mañana: su gameboy.

04 Amaya Rodríguez/ "La chica recién contratada les era más rentable que yo"

Amaya, de 31 años y embarazada de siete meses, y su hija Candela, de dos y medio. Técnica en recursos humanos. Madrid.

Amaya Rodríguez cuenta que cuando volvió de su baja maternal la cambiaron de departamento y de programa informático, y le pidieron "flexibilidad". "Yo había sido flexible cuando lo consideré necesario, ahora les tocaba a ellos", contestó. "No me quedaba al mediodía y me iba media hora antes. La chica recién contratada y sin obligaciones les era más rentable que yo", prosigue. Su empresa la despidió en marzo de 2003. Fue readmitida en agosto de 2004 porque el Tribunal Superior de Justicia de Madrid le dio la razón a ella y declaró nulo su despido. Amaya se reincorporó a su trabajo y a partir de entonces fue aún peor: "Dijeron que mi puesto no existía, pero que no les quedaba otra que readmitirme. Me decían que nunca me habían discriminado, y que había ganado porque la ley amparaba a las mujeres. Un jefe al que tenía por amigo me soltó que si él tuviera una empresa no contrataría a mujeres en edad reproductiva". Amaya sostiene que un directivo la controlaba continuamente durante sus horas de trabajo para pillarla en falta (tiene una sanción laboral por llegar tarde, impugnada ante un juzgado de lo social). De nuevo embarazada, la presión a la que estaba sometida le provocó ansiedad y está de baja por este motivo desde finales del pasado enero. Se considera luchadora, pero a veces se pregunta si merece la pena el esfuerzo: "Legalmente estás apoyada, pero la situación y el día a día lo vives tú y nadie más". Su empresa ha recurrido ante el Tribunal Supremo. "Me gusta mi trabajo; me encantaría que reconocieran su error y me dejaran volver en paz".

05 Michele Falsay/ "Veo a las abuelas españolas estresadas con los nietos"

Michele, de 43 años, con su hijo Elías, de cuatro. Profesora de inglés. Reino Unido. Fotografiados en Felix (Almería).

La británica Michele Faisay lleva 20 años en España como profesora de inglés free-lance. Hace cuatro daba clases particulares y en dos academias de Almería, su ciudad de residencia, además de cursos de ayuntamientos, de la Junta de Andalucía o de asociaciones de padres de alumnos. Cuando nació Elías se le plantearon dos opciones: o continuaba el ritmo y dejaba a su bebé a cargo de una canguro, o subía el pie del acelerador y disfrutaba de su maternidad a costa de reducir ingresos. Michele, separada del padre de su hijo desde que éste tenía ocho meses, optó por la segunda. Pasó de ganar 1.200 euros a 400 al mes, y empezó a tirar de ahorros. Cuenta que sólo ha recibido una ayuda de 1.200 euros del programa regional Andaluces Solidarios con los Marginados cuando el niño tenía un año, y otra de 160 euros devueltos de su declaración de la renta de 2004. Su hermano vive en el Reino Unido, tiene un buen sueldo y recibe 600 libras mensuales por sus dos hijos; una amiga se beneficia de 275 libras al mes por su bebé. Una sobrina llega a los 500 euros de ayuda mensual en Alemania… Con guardería gratis en todos los casos. Michele echa de menos a su familia, que está lejos y no puede ayudarla: "Veo a las abuelas españolas estresadas, soportan mucha carga con los nietos". Elías mantiene una estrecha relación con su padre, que lo recoge del colegio dos veces por semana. Michele ha centrado su vida en el pequeño: "No vas al cine, no sales, tu vida social desaparece", confiesa esta madre. Le resulta agotador. Dio a luz a los 39 años y dice que lo nota: "A lo mejor no es tan buena idea retrasar la edad de tener hijos".

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