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EN BUSCA DE UN PAPA | Preparativos del cónclave

El cardenal Tettamanzi se perfila como candidato de consenso frente a Ratzinger

El arzobispo de Milán goza de las simpatías del 'bloque renovador' y del 'dogmático'

Enric González

El primero, Joseph Ratzinger. El segundo, Dionigi Tettamanzi. Después, los otros. Éste es el orden de posibilidades que parece dibujarse en las jornadas previas al cónclave. Tettamanzi, cardenal arzobispo de Milán, la diócesis más importante del mundo, se perfila como posible candidato de consenso si Ratzinger, que suscita grandes apoyos pero también rechazo, no resultara elegido de forma casi plebiscitaria en las primeras votaciones. Tettamanzi goza de las simpatías del bloque renovador, encabezado por el cardenal Carlo Maria Martini, y es bien considerado por los ratzingerianos o dogmáticos.

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Suele decirse que quien llega al cónclave como Papa sale como simple cardenal. No siempre resulta cierto, porque la elección de los cardenales Montini (Pablo VI) y Luciani (Juan Pablo I) figuraba en los pronósticos. Pocas veces, sin embargo, una figura cardenalicia se había agigantado tanto como la de Ratzinger.

El panzerkardinal, hombre de gran voracidad intelectual y escasa vocación ejecutiva, ha dado a entender en numerosas ocasiones que la cátedra de San Pedro no figura entre sus objetivos. Quienes le conocen bien atestiguan su sinceridad.

Podría acceder, sin embargo, si no fraguara pronto una alternativa lo bastante fuerte como para hacer frente a la pesada gestión del poswojtylismo. La comparación con Juan Pablo II será constante en los primeros pasos del nuevo Papa, y el cónclave podría decantarse por un pontífice de transición lo bastante sólido como para asumir la herencia de su antecesor, lo bastante anciano y frágil como para no resultar eterno, lo bastante conocido como para no dar sorpresas y lo bastante respetado como para no generar tensiones. Ese sería Ratzinger.

Para su elección, tendría que recibir desde las primeras votaciones una mayoría importante, muy cercana a los dos tercios de los 115 electores. Eso significaría que los focos de rechazo localizados en Estados Unidos y en su propio país, Alemania, no entrañan riesgo de división. En las diócesis estadounidenses, Ratzinger es considerado demasiado centralista e intolerante en cuestiones como la comunión de los divorciados. En Alemania, donde la crisis de vocaciones sacerdotales reviste especial gravedad, irrita su negativa a permitir que los seglares coordinen la vida parroquial. Si se percibiera la existencia de un considerable bloque antiratzinger, el cardenal decano favorecería una solución de consenso.

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Esa solución conduciría, en primer término, al cardenal Tettamanzi, no especialmente telegénico ni dotado del don de lenguas, pero conciliador y apreciado por quienes no querrían ver a Ratzinger al frente del catolicismo y por el propio Ratzinger. El jefe moral de los renovadores, el jesuita Carlo María Martini (descartable por enfermedad), habla maravillas de su sucesor en la diócesis milanesa. Tettamanzi, que incluso en sus gestos recuerda a Juan XXIII (quizá el parecido no es del todo involuntario), permitiría además cerrar el paso a otros dos italianos, Ruini y Scola, a los que se considera demasiado implicados en la política italiana. El primero, por su presidencia de la Conferencia Episcopal. El segundo, por su relación con la influyente organización católica Comunión y Liberación.

Más allá de Ratzinger y Tettamanzi se abre un cierto vacío y posiblemente unos días más de cónclave. Descartados un Papa de transición y un Papa de consenso y perfiles suaves, habría que hacer una apuesta más arriesgada, y serían muchos, casi todos, quienes gozarían de posibilidades.

Ratzinger charlaba ayer en el Vaticano con otro cardenal después de una reunión del colegio cardenalicio.
Ratzinger charlaba ayer en el Vaticano con otro cardenal después de una reunión del colegio cardenalicio.REUTERS

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