Sólo un buen actor
En la década pasada, y coincidiendo con la oleada de absorciones de empresas y la consiguiente y anexa plaga de reducciones de personal, el cine americano frecuentó las ficciones que ponían el acento en las vicisitudes personales de quienes perdían los trabajos, de quienes, después de largos años de fidelidad a las empresas que les contrataban, veían cómo su vida se deshacía literalmente como un castillo de naipes: la nómina de títulos es tan amplia que nos libra de recurrir a ella. Ahora, tal vez porque el fenómeno dista mucho de ser algo del pasado, volvemos a parecidos senderos, y el resultado es un filme como In good company, una comedia en la que se narran los problemas de un eficaz gestor de publicidad de una conocida revista deportiva, que de la noche a la mañana debe afrontar una triple perspectiva: una, su hija adolescente se va de casa; dos, volverá a ser un más bien tardío progenitor; y tres, su puesto de trabajo va a parar a manos de un imberbe, eso sí, escalador y sin escrúpulos, un chico de empresa de estos tiempos.
IN GOOD COMPANY
Dirección: Paul Weitz. Intérpretes: Dennis Quaid, Topher Grace, Scarlett Johansson, Marg Helgenbergen. Género: comedia dramática. EE UU, 2004. Duración: 109 minutos.
La cosa irá, pues, de cómo nuestro héroe (Dennis Quaid) se las apaña para hacer frente a esta triple amenaza; y como comprenderá el lector, uno de los escenarios posibles será el del universo laboral, su relación con su nuevo jefe, la peculiar historia de mutuo apoyo que ambos le prestan; no en vano, Quaid terminará convertido en una suerte de padre putativo del imberbe trepa. Todo muy dentro de los límites esperables en un producto de masas estadounidense, muy de lección de cómo el capitalismo productivo le podrá siempre a los nocivos cantos de sirena del capitalismo especulativo (la absorción de empresas es el quid sobre el que bascula todo el asunto).
Sin alma
Esta película rutinaria y sin alma (es la ópera prima de un antiguo productor televisivo), que explota el nombre de la actriz de moda, la bella Johansson, quedará en los anales, no obstante, por un hecho imprevisto: la presencia de un actor desconocido, el joven Christopher Topher Grace, que es quien encarna al ejecutivo agresivo. Dotado de un talento inusual para la comedia, capaz de notables precisiones de matiz en su interpretación, es el suyo uno de esos trabajos que alumbran sobre las potencialidades de un recién llegado, uno más de la inagotable, envidiable, cantera de actores norteamericanos.
Babelia
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