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El trabajo incesante de las fábricas de matar

José Andrés Rojo

Hace unos días se publicó una noticia que daba cuenta de un barco en el que viajaban tres pescadores holandeses que topó con una vieja bomba de la Segunda Guerra Mundial, que explotó y los mató. Así irrumpe en nuestros días ese viejo episodio del siglo XX, que terminó hace 60 años y que todavía sigue produciendo estupor. Lo contó ayer Fernando Marías durante la presentación del paquete de títulos que Booket, el sello de bolsillo de Planeta, está lanzando durante estos meses y que propone 19 títulos para recuperar la memoria del horror.

"Todo lo que es aterrador nos fascina y eso que no hemos llegado todavía al verdadero corazón de lo aterrador", dijo el novelista, de quien se rescata su novela El niño de los coroneles, que ganó el Premio Nadal de 2001 y que no se ocupa exclusivamente de ese periodo, pero que disecciona la falta de humanidad, de escrúpulos y de decencia que domina la mente de un torturador, uno de los legados de ese turbulento periodo en que se empezó a matar con la precisión del científico y la falta de sentimientos del autómata.

Otro de los títulos de esta colección es El comprador de aniversarios, una novela de Adolfo García Ortega de 2003, que estuvo también ayer en la presentación de Madrid. Lo que allí se cuenta es la reconstrucción de una "vida no vivida", la de un niño judío de tres años al que alude Primo Levi en La tregua y que murió en el campo de concentración de Auschwitz. "Me interesa contar que los nazis no sólo mataron a todos los que mataron, que son muchos, sino que también mataron el futuro. Cercenaron muchas vidas que nunca llegaron a ser, y eso es lo que quise reconstruir a través de Hurbinek, ese niño que nunca tuvo la oportunidad de crecer".

Emular a Dios

La banalidad del mal, la tremenda humillación que padecían los prisioneros que eran obligados a desnudarse y a perder así todo rastro de identidad, la perfecta eficacia de las fábricas de matar. Adolfo García Ortega se refirió durante su intervención a otro título de reciente publicación, Provocación (Funambulista), del gran Stanislaw Lem, en el que cuenta su experiencia de aquellos tiempos y sus reflexiones sobre el nazismo. "Lem considera que el proyecto de los nazis era el de emular a Dios y que, por tanto, lo que pusieron en marcha fue un juicio final. De ahí, explica, deriva toda su estética kitsch, totalmente vacía de contenido y que les permitía ocultar el eficaz funcionamiento de una burocracia perfectamente engrasada y sin asidero moral alguno".

Se habló del París ocupado, de la culpa del pueblo alemán, de sus responsabilidades históricas, de la necesidad de encontrar herramientas para pensar una época de horror y desolación. Se recordaron las memorias de Violeta Friedman, la novela de Juana Salabert en la que emergen las sombras de Auschwitz, el libro de Diego Carcedo (Un español frente al Holocausto). La furia de la Segunda Guerra Mundial volvió a helar el cálido día madrileño.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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