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La prevención del cáncer de cuello uterino

Los programas de cribado permiten tratar las lesiones premalignas y evitar el cáncer

Recientemente se han dado a conocer los últimos avances en el campo de la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH). Es cierto que dos grandes de la industria farmacéutica están en la recta final de dos vacunas que actuarían sobre el VPH. Una de ellas protegería sobre dos cepas del virus y la otra lo haría sobre cuatro.

Se trata sin duda alguna de un señalado avance en la lucha contra el cáncer de cuello uterino, que en la actualidad afecta cada año a casi medio millón de mujeres, el 80% de las cuales pertenecen a países en desarrollo.

La lucha contra el cáncer de cuello uterino se inició en la década de 1950 con la introducción por Papanicolaou de la citología como medio diagnóstico de las lesiones preinvasoras e invasoras del cuello uterino.

La citología se constituyó en el pilar básico de las campañas de cribado (screening) de los países que pudieron establecerlas. Han pasado muchos años, y todavía en Europa pocos países cuentan con programas de diagnóstico precoz a nivel nacional. Tampoco existe consenso entre los diferentes expertos en cuanto a la periodicidad de la citología, la edad de inicio de la misma y la población de riesgo que debe someterse al cribado.

A pesar de la falta de consenso sobre este aspecto de la medicina preventiva, que no debería suscitar debate alguno, las cifras de incidencia del carcinoma cervical uterino han descendido de forma espectacular en los países desarrollados. En Francia, en 1970 se contabilizaban 60 carcinomas invasores sobre 100.000 mujeres; en 1994, aquel número descendió a 17. Si tomamos cifras nacionales, podremos observar que en el registro de cáncer de Mallorca la incidencia del 12,06 por 100.000 habida en el periodo 1988-1990 disminuye al 9,02 por 100.000 en los años 1994-98. Hay que recordar que Mallorca es una de las áreas con mayor frecuencia de cáncer invasor de España, puesto que en otras regiones la tasa es de seis por 100.000 mujeres.

La citología se anticipó unos años al conocimiento de la etiología de la enfermedad. A finales de la década de 1960 se reconoció el VPH como el agente causal del cáncer de cuello uterino. Sin embargo, la historia natural de la enfermedad no es tan sencilla como podría esperarse.

Del VPH se conocen más de 80 cepas, de las cuales dos tienen un poder oncogénico demostrado y otras cuatro probablemente también. Otros tipos del VPH producen lesiones benignas, tales como las verrugas y los condilomas.

El terrorismo científico se ha cebado con todo lo relativo a la infección por el virus del papiloma humano y es frecuente anatematizar a cualquier portadora de la infección como "cancerosa". Debe tenerse muy en cuenta que el virus no provoca directamente el cáncer, sino las transformaciones celulares capaces de desencadenar el proceso maligno, lo cual no es exactamente lo mismo y deja una puerta abierta para considerar otros factores que faciliten la expresión cancerosa del VPH.

En España hay 15.640.000 mujeres de entre 15 y 74 años; en este colectivo, se calcula que 655.000 pueden infectarse con el virus del papiloma, pero menos de 500.000 desarrollarán una lesión del cuello uterino de carácter leve y 16.000 de carácter grave, y finalmente 2.000 padecerán un cáncer invasor. Es decir entre el 0,1% y el 0,3 %.

Los programas de cribado, al detectar las lesiones preinvasoras, permiten su fácil tratamiento, evitando la aparición del tumor invasor. Se ha comprobado también que un alto porcentaje (80%) de las mujeres jóvenes que se infectan con el VPH lo eliminan sin tratamiento alguno, siempre que no coincidan otros factores de riesgo que potencien el poder oncogénico del virus.

Se trata, por tanto, de una enfermedad claramente controlable, que debe clasificarse como de contaminación, evitando la fácil etiqueta de enfermedad de transmisión sexual. Su importancia social disminuye en el momento en que las mujeres asisten a los programas de cribado de forma disciplinada.

La aparición de las vacunas puede variar muy favorablemente la actual trascendencia de la infección por el VPH. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que tan sólo son efectivas sobre cuatro o dos cepas y que quedan otras familias de alto poder oncogénico sin cubrir. Tampoco se conoce el tiempo de seguridad que concede la vacunación y, por tanto, la necesidad de revacunaciones y su periodicidad.

Por último, debe tenerse en cuenta el impacto negativo que puede ejercer sobre la población joven, que, confiada en el poder protector de la vacunación, puede descuidar su protección y facilitar la aparición de enfermedades de transmisión sexual tanto o más graves que la infección por el VPH.

En síntesis, considero un avance indiscutible la aparición de las dos vacunas, pero creo que la información correcta a la población y el desarrollo de programas de carácter poblacional, así como la información sobre las ventajas de acudir a ellos, son acciones necesarias y de gran valor preventivo que no deberán descuidarse a pesar de la llegada de las vacunas.

Santiago Dexeus es director del departamento de Obstetricia y Ginecología del Instituto Universitario Dexeus.

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