Un terreno abonado a la frustración
Los jóvenes no quieren ser agricultores, ganaderos o pescadores - El sector primario vasco ha entrado en un proceso de envejecimiento irreversible - Desde 1990, las explotaciones agrarias y los buques de pesca se han reducido a la mitad
En los últimos 15 años han desaparecido más de la mitad de las explotaciones agrarias en Euskadi. La reducción de barcos de pesca ha seguido la misma tendencia. El sector primario vasco está en declive. ¿Cuántos jóvenes están dispuestos a embarcarse durante tres meses en alta mar o a ganarse la vida con una granja de cien vacas? Sólo una de cada diez explotaciones agrarias está en manos de baserritarras (agricultores) menores de 40 años. En Vizcaya, por ejemplo, el 5% son octogenarios.
La falta de relevo generacional es alarmante. El proceso de desertización en el medio rural y pesquero es imparable y así no hay forma de hacer frente a los retos del futuro, dicen los sindicatos. No existe mano de obra asalariada, el mercado exige afrontar inversiones altísimas, las ayudas directas van menguando...
El Gobierno vasco, encargado de la promoción y ordenación agraria y pesquera, tiene otra visión del sector primario. Admite que en el camino se han perdido "numerosos activos", pero considera que ahora las explotaciones son mayores, más productivas y con unas condiciones sanitarias mucho mejores.
- MAIDER MURUA. Es la única pastora de Guipúzcoa. Con 25 años, su espíritu emprendedor le ha hecho ser la excepción que confirma la regla. Dejó los estudios de administrativa hace siete años y empezó a trabajar por su cuenta con un rebaño de 160 ovejas. Hoy tiene a su cargo 900 cabezas junto con dos socios. Esta empresaria del pastoreo eligió a conciencia un oficio que está en desuso. Las ovejas son su vida, pese a las incomodidades y las servidumbres que conlleva dedicarse a tiempo completo a sus animales. "Yo soy feliz con mi trabajo, aunque las condiciones son bastante duras", dice sin perder la sonrisa.Como ella, medio centenar de pastores lleva el ganado a las campas de la sierra de Aralar, donde permanecen pastando entre los meses de mayo y octubre. "En el monte solemos estar un mes al año, cada uno en su borda [cabaña]. En noviembre empieza la faena más exigente, porque es cuando alumbran las ovejas y tenemos que ordeñarlas todos los días hasta mayo para obtener la leche con la que elaboramos el queso".
"El despertador suena todos los días a las 7.00. Hay que ordeñar casi mil ovejas. El trabajo no termina nunca". Maider muestra con satisfacción el resultado de tanto sacrificio: un queso de la marca Zelaieta con un sello que garantiza su calidad, el de la denominación de origen Idiazabal.
Su expresión se torna muy seria cuando relata los obstáculos que ha tenido que franquear para hacer realidad su negocio: "Las instituciones nos niegan las ayudas. No ponen más que trabas; parece que fuésemos a robarles el dinero. Es vergonzoso cómo nos tratan. Siempre nos encontramos con un no por delante". Ella y sus socios han tenido que echar mano de la ayuda de familiares para construir un pabellón donde reúnen a las ovejas y tienen toda la maquinaria de ordeño y las instalaciones donde elaboran el queso: "Los políticos son los primeros que se felicitan por el excelente queso que preparamos, pero a la hora de dar las subvenciones nunca están. Se merecen que nadie se dedique al pastoreo. Tienen el corazón de piedra".
- IÑAKI OLAIZOLA. Ha cumplido 53 años y espera la jubilación dentro de dos. Ha sido durante los últimos 28 años (otros nueve como marinero) el patrón de un barco que faenaba durante tres meses en las costas de Escocia. "Nadie quiere trabajar en la mar porque un barco sólo te asegura trabajo y calamidades", afirma desde su experiencia. No ve más que pegas a una profesión que está "a la cola en la escala social". Lo dice con conocimiento de causa: "Hoy se gana menos que un obrero en tierra; no hay festivos, ni horarios; no ves a la familia durante tres meses; el pescado no se revaloriza; los costes de explotación y el precio del gasóleo se disparan. El agravio comparativo con otros oficios es terrible".
"¿Cómo voy a recomendar a un joven que se embarque? Es mejor vivir en [la cárcel donostiarra de] Martutene. Ahí, por lo menos, puedes ver la televisión y leer los periódicos todos los días". Son tan duras las condiciones de trabajo y tantas las penalidades a las que se aventura un pescador -hoy mal tiempo, mañana mala mar...- que nadie quiere esta profesión. Por eso, la mayoría de las tripulaciones están compuestas por marineros portugueses y subsaharianos. Hace varios años, en Pasaia todos tenían algún familiar arrantzale; hoy, lo raro es que alguien tenga un conocido en la mar. En los últimos 15 años han desaparecido el 43% de los buques pesqueros y el 48% de los tripulantes.
"El Gobierno vasco tiene mucha culpa de ello cuando permitió que se escaparan de Euskadi muchas licencias de pesca que ahora están en poder de armadores gallegos", sostiene este patrón pesquero de Irún. Lo peor es que los trabajadores de la mar tienen pocas posibilidades de cambiar esta situación: "Nuestras reivindicaciones no van a ninguna parte. Los agricultores sacan sus tractores a la calle y los camioneros colapsan las carreteras. ¿Qué hacemos nosotros con los barcos?". "Ahora, cuando llega la propaganda electoral, me fijo en los programas de los partidos políticos. Nadie dice nada de la gente de la mar. Ni una mención. Ni siquiera una simple promesa. Ya no valemos ni un voto".
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