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EL FIN DE UN PAPADO | El velatorio

La Iglesia honra a Juan Pablo 'el Grande'

130.000 personas asisten a la misa en homenaje al pontífice celebrada en el Vaticano

Enric González

Los homenajes fúnebres a Juan Pablo II comenzaron ayer con la exposición del cuerpo en la sala Clementina del Vaticano, primer paso de una semana de despedidas multitudinarias. Los principales dirigentes del mundo, entre ellos muy probablemente el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se disponían a viajar a Roma para asistir, el jueves o el viernes, a uno de los funerales más multitudinarios de todos los tiempos.

El Gobierno italiano de Silvio Berlusconi se reunió para disponer la acogida en la capital italiana de al menos dos millones de peregrinos, mientras los cardenales, que hoy tenían previsto revelar el lugar donde Karol Wojtyla decidió ser enterrado, empezaban a denominarle Juan Pablo II el Grande, un epíteto reservado a un puñado de pontífices de especial trascendencia histórica. Se teme que hoy por la tarde, cuando el féretro sea instalado en la basílica de San Pedro para la despedida del público, las colas sean gigantescas.

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La semana del último adiós al Pontífice polaco estaba compuesta de superlativos pronunciados desde todos los lugares del mundo: reyes, presidentes, primeros ministros, ministros, intelectuales y ex líderes que coincidieron con su largo papado destacaron su gran contribución en la defensa de la libertad, la emancipación de los pueblos y los derechos humanos, y, sobre todo, su enorme influencia en el último cuarto del siglo XX. Apenas hubo espacio para los claroscuros, con un Papa de cuerpo presente.

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También fueron grandes los elogios de las personas comunes, de los millones de fieles que oraron por él desde todos los rincones del mundo, abarrotando templos, basílicas, catedrales y plazas que, como la de San Pedro en Roma, se llenaron de decenas de miles de personas, muchas de ellas jóvenes llegados de toda Italia con su mochila y saco de dormir a cuestas y que asistieron a la misa de ayer tras una noche de frío y cánticos de despedida.

Todo se prevé descomunal en los próximos días en Roma: la asistencia a los actos, la presencia de autoridades mundiales en Roma, las expresiones de dolor y la expectación por conocer quién será la persona, elegida en el cónclave, capaz de ocupar el hueco dejado por un hombre de gran estatura moral.

La primera muestra de esa grandiosidad la ofreció la misa en sufragio por el alma del Papa, oficiada en la plaza de San Pedro por el cardenal Angelo Sodano, hasta el viernes a las 21.37 secretario de Estado y número dos del Vaticano. Unas 130.000 personas, según los cálculos del Ministerio del Interior italiano, acudieron a la ceremonia. Entre ellas, las principales autoridades del país. Fue Sodano quien, en la homilía, añadió el calificativo El Grande al nombre de Juan Pablo II.

Sodano leyó el mensaje papal que los auxiliares del Pontífice habían preparado para la misa dominical, antes de que se produjera la muerte. "Lo hago", empezó el cardenal, "con tanto honor, pero, cómo decirlo, también con tanta nostalgia". "A la humanidad, que quizá parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resurgido ofrece en don su amor que perdona, reconcilia y reabre el ánimo a la esperanza. Es amor que convierte los corazones y da la paz", rezaba uno de los pasajes del texto.

Después de la misa, a partir de las 12.30, el cuerpo de Karol Wojtyla fue expuesto en la Sala Clementina del Vaticano para que le rindieran homenaje los miembros de la Curia y, por primera vez, también las autoridades políticas locales y el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. El cadáver, que reflejaba el rápido adelgazamiento de Wojtyla en sus últimos días de vida, había sido tratado con conservantes (no embalsamado) por la familia Signoracci, encargada de esa tarea desde el fallecimiento de Juan XXIII en octubre de 1962, y revestido con una casulla roja, color del luto pontifical.

Nunca antes se había filmado esa primera exposición íntima, que incluyó el rito de la certificación canónica de la muerte, pero el cardenal camarlengo Eduardo Martínez Somalo, responsable de gestionar el interregno, autorizó la presencia de una cámara. El propio Juan Pablo II le había concedido esa potestad, al establecer en la constitución Universi Dominici gregis que el cuerpo del Papa difunto podía ser fotografiado o filmado, de forma digna, "con fines documentales".

El cuerpo, depositado sobre un catafalco cubierto de almohadas de terciopelo rojo, con la cabeza ligeramente ladeada, fue rociado con agua bendita por el camarlengo, Martínez Somalo, quien recitó una breve oración.

El secretario de Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz, permaneció casi toda la jornada sentado en la provisional cámara mortuoria, hasta que se cerró a media tarde. Le acompañó varias horas, muy emocionado, el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio. Hoy debería reabrirse hasta las cuatro de la tarde para que todos los empleados del Vaticano pudieran desfilar ante los restos. Para más tarde, hacia las cinco, se esperaba que el cuerpo de Juan Pablo II fuera trasladado a la basílica para el homenaje del público durante tres días consecutivos.

Entre las medidas adoptadas por el Gobierno italiano y el Ayuntamiento de Roma figuraban la habilitación de 30 trenes especiales, la creación de grandes espacios para el aparcamiento de coches y autocares en las afueras, la conversión de espacios como el Estadio Olímpico, el Palacio de Congresos y la Feria de Roma en dormitorios multitudinarios, el despliegue de policías y soldados, el cierre al público del aeropuerto de Ciampino para reservarlo a autoridades y la posibilidad de prohibir a los aviones que sobrevuelen Roma durante los solemnes funerales por el Papa.

La tradición señala hacia la basílica y la plaza de San Pedro como escenario obligado del funeral. Las autoridades civiles, sin embargo, temían que esos espacios se vieran colapsados por una asistencia que podría ascender a varios millones de personas. Una de las opciones en estudio, a la espera de una decisión final, consistía en el establecimiento de un númerus clausus en la zona: una vez la multitud ocupara el área entre el Vaticano y el río Tíber, se colocarían barreras y se desviaría a la gente hacia otros puntos de la ciudad donde podría seguirse el acto a través de pantallas gigantes de televisión. "Se hará todo lo humanamente posible, pero no todo el mundo podrá asistir en primera fila", declaró un portavoz municipal.

Desde el jueves por la noche, cuando se supo que Juan Pablo II estaba muriendo, la plaza de San Pedro no ha quedado vacía en ningún momento. A las grandes vigilias nocturnas del viernes y sábado se encadenó la misa de ayer por la mañana y, desde el anochecer, una nueva vigilia. La puerta del Vaticano constituía un foco de atracción para romanos y forasteros, y el flujo continuo de decenas de miles de personas era un indicio del cariz del resto de la semana.

El prefecto de Roma (responsable de la policía), Michelle Serra, realizó un llamamiento a la población para que no acudiera en masa a San Pedro. "El cuerpo permanecerá expuesto varios días, una aglomeración el lunes podría causar un colapso", dijo. El Consejo de Ministros italiano, presidido por Silvio Berlusconi, mantuvo una reunión matutina para estudiar todas las emergencias que plantea la semana. Entre ellas, las de facilitar la llegada y el alojamiento en Roma a un mínimo de dos millones de personas que, según las estimaciones iniciales, piensan viajar a Roma. También había que garantizar la seguridad y los desplazamientos de centenares de jefes de Estado y de Gobierno y miles de ministros. "Esto será como organizar el Jubileo de 2000 en sólo 48 horas", comentó el alcalde de Roma, Walter Veltroni.

Una de las grandes incógnitas radica en el lugar donde Juan Pablo II quería ser enterrado. Las últimas voluntades quedaron en manos del secretario Dziwisz, quien a su vez debía entregarlas a la congregación de cardenales. El Colegio Cardenalicio, depositario de la soberanía de la Santa Sede en ausencia de un Papa, convocó una reunión para las 10.30 de hoy en la Sala Bolonia del Vaticano. En ella iba a abrirse el testamento privado de Wojtyla, con las disposiciones sobre el lugar de la tumba, e iba a fijarse la fecha del funeral (jueves, viernes o sábado). También había que proceder a la elección de los cardenales encargados de auxiliar al camarlengo, Martínez Somalo, en la organización de los actos fúnebres y del Cónclave.

El presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, rinde tributo ante el cuerpo de Juan Pablo II en la sala Clementina del Palacio Apostólico.
El presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, rinde tributo ante el cuerpo de Juan Pablo II en la sala Clementina del Palacio Apostólico.EFE

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