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Reportaje:EL FIN DE UN PAPADO | Reacciones en Polonia

Polonia despide a su liberador

La muerte de Wojtyla desata un fervor nacionalista en el país, donde le consideran el artífice de la caída del comunismo

La muerte de Karol Wojtyla ha desatado en Cracovia, la ciudad en la que vivió durante 40 años, y en toda Polonia una ola de fervor que desborda el sentimiento católico de muchos polacos. Las muestras de duelo se sucedían ayer por todo el país y la evocación de las múltiples versiones de Juan Pablo II -la católica, la del patriota polaco, la del héroe anticomunista, la del padre e incluso guía- confluían en las plazas e iglesias, repletas de fieles y curiosos. Los que no comparten su rígido conservadurismo consideraban este aspecto irrelevante al lado de la grandeza que atribuyen al personaje.

Cracovia amaneció ayer con un espléndido sol primaveral tras una noche más larga y silenciosa de lo habitual, en la que la gran mayoría de bares cerraron a toda prisa y muchos clubes no llegaron ni siquiera a abrir. Poco a poco, la ciudad, de 750.000 habitantes, fue volviendo a la normalidad, los cafés reabrieron y muchas familias se lanzaron a pasear alrededor del río Vístula. De algunos balcones colgaban banderas polacas y vaticanas y en no pocas solapas lucían distintivos con el escudo de la ciudad, cruzado por un crespón negro en señal de luto.

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Las principales iglesias de Cracovia seguían ayer repletas, aunque el gran acto de homenaje a Juan Pablo II se celebró en el santuario de Lagiewniki, en las afueras, justo al lado de la antigua fábrica química Solvay, donde Wojtyla forjó en los años cuarenta la leyenda del Papa obrero. Decenas de miles de personas se congregaron emocionadas en el lugar coincidiendo con el Día de la Misericordia, una festividad religiosa que ya de por sí atrae cada año a miles de peregrinos al lugar.

El extendido catolicismo entre los polacos no explica por sí solo el fervor, propulsado también por el hondo nacionalismo y el aún vivo recuerdo del régimen satélite de Moscú que con tanto empeño combatió el Pontífice. El presidente del país, el socialdemócrata Aleksander Kwasniewski, que en el crepúsculo del antiguo régimen ocupó la cartera de Deportes en el Gabinete de partido único, no tuvo reparos en afirmar ayer: "Se fue un gran Papa y el más grande compatriota; la libertad de Polonia y de los polacos no existiría si no fuera por él".

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"Según las encuestas, más del 90% de los polacos son católicos y el 45% también practicantes, pero lo seguro es que el 100% son ahora papistas", opina Henryk Wozniakowski, editor de la obra del Papa en Polonia, en la sede del histórico semanario católico Tygodnik Powszechny, en el que Wojtyla escribió durante años. Agatka y Maya, dos niñas que correteaban sonrientes ayer junto a la explanada del santuario Lagiewniki, resumían con sólo nueve años un sentimiento muy extendido: "Era una persona muy buena para Polonia", apunta Agatka. ¿Por qué? "Porque hacía cosas buenas", sale en su ayuda Maya.

A esta idea tan simple los ciudadanos añadían ayer otros complementos que no alteran la sustancia de lo apuntado desde mundos tan distintos como el de un intelectual como Wozniakowski, de 57 años y amigo del Papa, y el de dos niñas que aún se limitan a repetir lo oído en casa. "Fue un hombre excepcional; un polaco importante, grande, gracias a él tenemos libertad y somos conocidos en el mundo", explica por ejemplo Rafal, treintañero con traje y corbata que también acudió al santuario. Kiga, rubia de 19 años, es creyente, pero subraya que esto no es lo esencial: "Hizo mucho para todo el mundo; es por eso que lo queremos tanto", explica compungida. Le acompaña su sobrino, que se distrae ondeando una pequeña bandera vaticana.

"Fue un modelo para nosotros, sobre todo porque fue polaco", opina Malgorzata, llegada de Wadowice, el pueblo al suroeste de Cracovia donde Wojtyla nació y que hoy parece enteramente dedicado a mantener viva su memoria hasta en los detalles más nimios. "Fue la persona que luchó contra el horroroso régimen anterior", tercia su vecino Stanislaw, de 43 años.

Lejos del santuario, a la orilla del Vístula y frente al dragón que simboliza la ciudad, Tomek, de 22 años, aprovecha el buen tiempo paseando con su pareja. Describe a Juan Pablo II como una persona "con gran coraje, que independientemente de sus ideas era muy humano y huía de la pompa". Sabina, de 20 años e igualmente apenada, tampoco cree que lo más importante sean sus ideas: "Lo veíamos como un padre". Muchos de los entrevistados responden con una media sonrisa a cualquier pregunta sobre los valores conservadores que propagaba. "Era su opinión, pero no es lo importante de su figura", es la respuesta más repetida.

Los homenajes y los actos religiosos se sucedieron por todo el país. En Wadowice se celebraron misas todo el día en la iglesia de Santa María, donde lo bautizaron; en la capital, Varsovia, más de 100.000 personas se reunieron en la plaza de Pilsudski, el lugar desde donde hizo tambalear el régimen comunista en su primera visita como Papa, en junio de 1979. En la montaña santa de Giewont, una de sus preferidas en sus amadas Tatra, al sur del país, unos escaladores colocaron una bandera del Vaticano.

Cientos de personas observan miles de velas colocadas anoche ante la sede del Obispado de Cracovia.
Cientos de personas observan miles de velas colocadas anoche ante la sede del Obispado de Cracovia.AP

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