Cuidados paliativos
Con motivo del reciente fallecimiento de mi padre, que de acuerdo con su voluntad se produjo en su propio domicilio, he tenido la ocasión de vivir de cerca el debate sobre la sedación en enfermos terminales. Una semana antes le retiraron la diálisis y le recetaron morfina para mitigar el dolor y valium para sedarle, durante la semana que aproximadamente duraría su agonía. Durante este tiempo ningún médico nos visitó en casa.
La morfina se la dosificamos de acuerdo al prospecto y un poco a "sentimiento", ya que nadie de la familia es médico y tampoco a nadie podíamos consultar por tratarse de días festivos. El valium no se lo pudimos administrar, pues dejó de ingerir líquido y no tuve acceso a inyectables. Tampoco, por el mismo motivo, le pudimos dar analgésicos para el intenso dolor de cabeza que padecía.
Mi padre murió un domingo a las once de la mañana. De acuerdo a ley, no se puede trasladar un cadáver sin certificado de defunción, y éste lo tiene que firmar el médico de cabecera; el suyo no aparecería hasta el martes. Nadie quiso firmar porque nadie le había visto morir (ni en urgencias de su centro de salud, ni en el hospital donde estuvo ingresado, ni llamando al 112). Sólo después de mucho rogar, ya por la tarde, accedió a venir el forense haciéndonos un favor, pues éste no es su trabajo. A las nueve de la noche retiraban su cadáver. Sólo el dolor me impide ver la situación como una sátira de humor negro.
¿Éstos son los servicios de cuidados paliativos que se ofrecen?
¿De verdad que el Plan Nacional elaborado en el 2000 con Celia Villalobos tenía como objetivo que los enfermos terminales fallezcan en casa? ¿Es una broma?
Transmito mi más sincera envidia a todas aquellas personas cuyos familiares fallecieron en el hospital Severo Ochoa con sedación, vigilados por un equipo médico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.