_
_
_
_
Reportaje:GRANDES REPORTAJES

Mágica Sara

La artista gaditana se ha convertido en un símbolo del baile español en el mundo. Acaba de regresar de dos meses de gira triunfal por París, Londres y Estados Unidos. Con sus espectáculos flamencos, con 'Sueños' o con 'Mariana Pineda', el resultado siempre es el mismo: el público adora a Sara Baras, una mujer con poderío.

Lola Huete Machado

CUERPO Y FIBRA La bailaora que acaba de actuar en Oviedo y antes pasó por París y Londres, por nueve ciudades norteamericanas, por dos meses de gira internacional y que lleva encima más de mil representaciones de Juana la Loca y Mariana Pineda; la bailaora de Sensaciones y Sueños; la que organiza, crea y monta, y se atrevió a fundar compañía propia en 1998 siendo veinteañera; la que ha bailado con El Güito, con Merche Esmeralda, con Antonio Canales; la que pisó tablaos en Japón y acompañó a Manuel Morao y Gitanos de Jerez; la que se enfunda los pantalones de farruca sin importarle el qué dirán y es medalla de oro de Andalucía y premio Nacional de Danza en 2003…, esa mujer está sentada ahora tan campante en una habitación de hotel y se deja hacer, mandar, dirigir, maquillar…, sin protestar, tranquila; aunque, si la miras bien, ves que se le van de paseo continuamente los pies y las manos tras un ritmo o un compás.

Está hablando del Quijote, que todo son quijotes ahora, dice; de un proyecto en el que va a participar, retratos de Dulcinea. Alguien afirma que no la ve de porquera. Y ella: "Sí, porque, bien pensado, es un sueño; llevamos todo el rato bailando sueños, y ahora ahí están los molinos; abres los brazos, giras y aparecen los molinos". Lo escenifica. "Ahí veo una farruca y…". Y sigue la bailaora, sonrisa abierta y mucha charla -"¡pero si esto no es trabajo, aquí tumbá"!-, posando para las fotos en la cama, en un pasillo, luego en la azotea, y no se quita las inmensas botas negras de esas peludas, de moda parisiense, de después de esquíar, porque hace un frío en Madrid que corta el aliento, y una asistente corre con el abrigo hacia ella, a taparla y protegerla, cuando el fotógrafo grita: "¡Vale!". Y vale.

La bailaora, que es de San Fernando (igual que Camarón), gaditana, española y ya internacional, dice "me cuesta dejarme tocar, eso de los masajes no me va" cuando se le pregunta sobre cuidados del cuerpo, ese cuerpo suyo de 33 años, 50 kilos, talla 36, un 38 de pie y 1,68 metros de altura que es sabido aguanta lo que le echen. El privilegio del roce fuera de escena está limitado a un hombre (o dos, suponemos, si se incluye a su pareja de baile y de hecho, José Serrano, Pepín): Iñaki Olalla, fisioterapeuta en el Real Madrid, que lleva seis años tras ella controlando algo que no es tal, dice él, porque la que controla siempre es Sara. Asegura Olalla, en un intento de explicar el secreto de la fuerza de esta mujer, que cuando le tocó las piernas por vez primera exclamó: "¡Aquí hay baile para rato!". Y desde entonces repite eso de "para piernas, las de Sara Baras y Roberto Carlos". Tal es la calidad de "fibra rápida" con la que ha nacido, según él.

"Y más", recuerda Sara. "Iñaki me preguntó: '¿Quién ha sido tu maestra?'. Y yo le dije: 'Concha, mi madre'. 'Felicítala de mi parte'. '¿Cómo maestra o como madre?'. 'Por las dos cosas, porque todo está donde tiene que estar".

Su madre no pudo bailar profesionalmente, pero enseñó a su hija (hija también de un oficial de la Marina que no estaba muy por la labor y ahora es su fan número uno): le dio clases, deseo y alas. Por eso es en la cabeza donde Sara Baras esconde su energía, asegura Olalla. Sabe de las 10 reglas para mantenerse y las sigue con la disciplina de un deportista profesional: dormir mucho, comer bien, no beber, fumar apenas…, y seguir los consejos de su preparadora física: estirar, calentar antes de cada función, saber hidratarse y cuándo comer, para que el cuerpo no le pese y vuele. Porque la Baras sabe que la fábrica la pone ella, que vive de su cuerpo. Ni una sola vez suspendió por lesión en seis años. ¿Ningún susto, entonces? Sí, una vez, en Barcelona, que él no estaba y la bailaora sufrió una lumbalgia con actuaciones programadas para un mes vista. Olalla se puso en contacto con un colega del Barça, y casualmente el equipo médico azulgrana estaba cenando al lado del teatro donde actuaban. "Y allá que se trasladaron todos a echarle un vistazo", se ríe. Y la bailaora, segura de su condición: "Pepín dice siempre: 'Nos vamos a ver todos viejos un día, sentaos, achacosos, contemplando cómo todavía Sara baila".

LA MADRE MAESTRA

"Mi madre, Concha Baras, sigue dando clases, pero más suaves, a amigas, por bulerías, por sevillanas. Y su escuela ya no existe. Una vez que me fui, la convencí de que descansara, que ya había trabajado mucho. Una de las ilusiones de mi vida era que ella viviera como una reina, dentro de mis posibilidades, claro. Y ella viene conmigo mucho y me revisa las cosas. Si dudo, le pregunto. Por eso soy tan pesada y nombro tanto la palabra suerte. Porque en lo profesional, con mi hermano Bibi [José Luis Pereyra], que es ahora mi manager; con mi equipo ahí siempre, y en lo artístico está ella. Cuando empiezo a montar, cuando empiezo a imaginar todo, lo escribo; dibujo las colocaciones de los personajes, los escenarios, y lo guardo, y me da vergüenza, además, porque dibujo fatal, y digo: vamos a ver, si yo entro por aquí… Y pongo el color de mi traje, el del otro, coloreo mandalas, y de repente me ayuda a ver lo que quiero ver, y a mi madre le mando el proyecto, y ella: 'Sarita, es un poco largo' o 'Sarita, es precioso'. Y cuando decidí dar el salto a los espectáculos con argumento, le pregunté: '¿Qué te parece si soy Juana la Loca?'. Y me contestó: 'Loca siempre has estao'. Interpretar. Lo vio claro antes que yo. Fue un riesgo grande, Juana la Loca. La soleá de la embarazada, cuando la reina está preñada y el rey muerto, ella dice '¡uhhh!'…, es uno de sus favoritos. Ella me pone las pilas. Y últimamente está como satisfecha. Dice: 'Sarita, qué bueno'. Ahora nos la llevamos a Salónica de gira, a Concha, esa señora que me parió tan bien".

EL PÚBLICO Y LA CRÍTICA

Bien hecha, sí; pero Sara, vestida de calle, con jersey negro y vaqueros, parece tan menuda que cuesta creer que sea la misma mujer inmensa del escenario, la que interpreta a personajes femeninos históricos que penan, y aman, y mueren en un pispás teatral, que ella dota de vida intensa por el palo que sea, bulerías, seguiriyas, alegrías, soleás…, lo que haga falta. Como sucederá días después en Alcobendas con esa Mariana Pineda, la heroína de la libertad lorquiana. Lleno a reventar. Hurras, aplausos y un fin de fiesta sin fin. Y la Baras, después de cien minutos de baile de espejos, dolores y amores, prisiones, soldados y rebeldes, novicias que entran y salen, se secan el sudor, se calzan sombreros de conspiradores que les prepara Fito, el sastre incansable -el que cuida de las ropas y manías de la artista, como lo de cepillarse los dientes al comenzar la función-; después de una ejecución por garrote, entonces, Sara le dedica al público su carretilla, ese solo de pies, ese zapateado intenso que le mueve el culo y el alma y la lleva despacio hacia el otro lado. Tan fresca. Olalla lo ilustra: "Hay que tener piernas y echarle huevos…".

"La otra noche, en Oviedo, se hizo un silencio…", recuerda Sara. "Ni un aplauso en todo el tiempo, nada; era aterrador, y yo pensaba: ¿pero hay alguien ahí?". Claro que estaban. Sin aliento.

"Hemos actuado tres veces en París, esta vez con Sueños. Y el último día, media hora saludando. La primera vez en mi vida que he sentío eso de 'vale, que me quiero ir'. Impresionante", dirá luego Pepín, su pareja dentro y fuera.

"Tú sabes lo que son 3.000 personas en silencio absoluto, en la farruca, por ejemplo, que hay una parte sin música y sin nada, no se escucha nada; ni toser, qué menos… Nada", sigue la bailaora.

Así ha sido siempre. El público quiere a Sara Baras. "Montamos Sensaciones, y el boca a boca fue llenando el teatro. Que no es: toma un dinero, móntate un espectáculo. No. No había nada, no teníamos nada. Sólo las ganas. Los que confiaron en mí en ese momento hicieron que yo misma confiara en mí". Y como es agradecida, se deja la piel, y se acuerda hasta del Ayuntamiento de Galapagar: "Porque me dejaron su teatro, que si es ahora lo entiendo, pero cuando empecé…". Un acto de fe.

A principios de los noventa, cuando empezó a sonar, los críticos decían: "Por alegrías. Por soleares. Es un encanto verla. Su forma total de vivir el baile, con todos los sentidos, con el cuerpo y el alma" (Ángel Álvarez Caballero, marzo de 1994). Y así sigue la cosa: "Elegante y segura, avanza por el escenario con la distinción de una joven reina. Su taconear de acero no titubea, acaricia o golpea el suelo al ritmo del corazón. La rapidez y riqueza de registros de sus pies son fascinantes" (Carmen del Val, enero de 2005). Lo comenta aquí una maestra con autoridad, Pilar López: "Tiene una técnica fenomenal, y esa gracia gaditana…", y otros la analizan desde fuera: "Baila como si la vida le fuera en ello" (The Washington Post, enero de 2003). Y en diciembre pasado, Le Monde la nombró heredera de Carmen Amaya y Cristina Hoyos. Para abreviar.

Igual que las niñas la esperan a la salida para que les firme un autógrafo en el teatro y los conocidos se pasan por los camerinos en Alcobendas -"al verte me ha dado un subidón que no veas", le dice una señora bien maqueada al joven bailarín de la compañía Raúl Fernández-, hay quien la sigue con devoción por ciudades estadounidenses. Como la pintora Graciela Perrone-Krosnyak, que hasta la ha convertido en objeto de sus cuadros: "Sale al escenario, y ya está, quedamos como hipnotizados. El flamenco en EE UU crece gracias a figuras entregadas como ella".

Sonríe la Baras cuando alguien menciona que parece la Madonna del flamenco: "No miento, nos acordábamos justo de ella estas navidades, en París, que vino al camerino el diseñador Jean-Paul Gaultier, un encanto, y chillaba: '¡A la edad que tengo, cómo he descubierto a alguien que no sabía que existía!'. Y nos reíamos porque yo decía: 'Sólo me falta vestir con esos modelos de Madonna, con esos pechos así…".

Pero también hubo y hay malas críticas. De chica, algunos le decían que nunca bailaría como se debe porque es de familia bien, que para sentir el flamenco hay que sufrir, que hay que ser gitana, que… Y ahora es la canción de que al flamenco no se le puede poner guión ni argumento… Pero Sara eligió su camino hace ya tiempo. Cree en las fusiones, en las colaboraciones, en el más allá del baile español. Y se arriesga porque le gusta el riesgo. Como hizo con su famosa farruca de Sueños ("y dale, que no lo he inventado yo, que los pantalones ya se los puso Carmen Amaya", repetía sin cesar).

"Que se trata de sacar el flamenco de los tablaos, de las peñas, de los patios de las casas…, y llevarlo a Nueva York, a Washington, a Florida", la defiende Pepín, su mejor espada. Y es innegable que la cosa no pinta mal. Acaban de arrasar ahora, por ejemplo, dentro del V Festival Flamenco de EE UU, en el que también participaron Carmen Cortés, Eva Yerbabuena y otros muchos con éxito. "Que yo no me quiero enemistar con otros bailes, con el clásico o el contemporáneo, no, que me encantan y también necesitan mucho apoyo; pero existen en otros sitios, y el flamenco, no, el flamenco es único, nació aquí, es riquísimo, es nuestro".

Y que una cosa no quita la otra. Que todo lo que se haga suma, no resta.

EL AMOR EN ESCENA

"Me has mentido, / lo sé sólo con verte, / me lo han dicho tus ojos / y tus ojos nunca mienten". Lo canta Miguel de la Tolea, en Juana la Loca, que se subtitula Vivir por amor. Y fue ahí, en 2000, cuando Sara y José Serrano, Pepín, coincidieron y se sumaron. Un puro flechazo. Él, de 33 años, que es cordobés y "castellano" -dice para decir que no, que, igual que Sara, tampoco él es gitano-, había dejado ya el Ballet Nacional de España. "Sara buscaba su rey, un Felipe el Hermoso, y no me conocía; yo sí, claro, yo sí sabía de ella".

Serrano la visitó en su estudio: "Y ella me testaba, me miraba, me analizaba; la altura, todo eso".

Hubo acuerdo. "Yo tenía libertad para montar mis solos, para aportar ideas, y a ella, que es inteligente y siempre tiene las puertas abiertas, le venía bien, porque yo ya había hecho espectáculos con argumento…". Trabajaron muchas horas, muchos días seguidos, siempre juntos, "para conseguir que Juana y Felipe fueran uno en la ficción, y, claro, fueron uno; la cosa nos pasó a lo personal", se ríe ella.

Y basta contemplarles en la obra para palpar todo aquello: el galanteo, la atracción, esa manera de moverse, los roces, los sueños rotos de la reina… Juntos siguen. Su relación, expuesta en las tablas: algunos ven en él el contrapunto salvaje -"macho", le llaman los británicos- a la feminidad y la elegancia de ella. Decía The Observer (23 de enero de 2005): "El rostro encantador de Sara se ilumina cuando se junta con el de él, cabeza con cabeza". Lo demás se imagina. "Claro que lo nuestro enriquece los números; cuando interpretamos un paso a dos de amor o de odio, eso se nota". Y hasta ahora saben distinguir lo que es de dentro y de fuera. Ahora, Pepín -"pedazo de artista", lo llama ella más de una vez- baila también en Mariana Pineda y en Sueños: "Éste es un espectáculo más flamenco, el complemento perfecto a la Pineda, que es más limitada para un bailaor, que bailas por el gusto de hacerlo, y por eso se repuso, además de porque lo pidió el público, porque lo necesitábamos después de cinco meses en el teatro Calderón de Madrid con la Pineda, y porque las seguiriyas te dan aire, libertad, te dejan crecer y dan para más si estás inspirao…". Pero a Serrano, los que piensen que nunca harían Mariana Pineda porque no es muy flamenco le dan pena. "Porque flamenco puede ser hasta Beethoven", afirma. Y sobre la competencia entre ellos, ni hablar: "Sara brilla por sí sola, y yo lo que intento es que aún brille más". Por eso la cuida, la abanica entre bambalinas, cuando ella se refugia para coger aire.

ÍDOLOS Y ENVIDIAS

La bailaora parece tener el razonamiento tan bien colocado como el cuerpo. Es tan expresiva fuera como dentro de escena; tiene algo siempre -gestos, palabras, aire- para todos; frunce el ceño, y se encoge, y se estira, se inhibe o se expande, según. Se ilusiona o se frustra a golpe de cadera y talón, allí arriba; con los ojos inmensos, fijos, de frente, aquí abajo. Parece sincera, sin vueltas, como su nombre, palíndromo que igual se lee del derecho que del revés, dejándola sin escondite posible. Se muestra humilde -"yo no he descubierto la fórmula del cáncer, ojalá; yo sólo bailo"-, tiene sus ídolos: "Me he sacado ya la espinita de la película de Saura, Flamenco, que yo estaba en Japón y me llamaron, y no pude, me dio rabia. Pero ahora, en la nueva, Iberia, he colaborado con dos números; era para mí muy importante trabajar con él…". Y dice que algo que hubiera podido hacer y no hizo, y que ahora ya es imposible, es haber bailado con Antonio Gades: "Pero al menos me corrigió, me aconsejó tanto en el baile como en producción, y me sirvió mucho. Un sueño". Lo mismo que le pasa hoy con Paco de Lucía, su artista favorito. "Antes me decía a mí misma: salgo a bailar dos segundos con Paco y me da algo. Pero he sobrevivido. Y varias veces", se ríe.

Asegura Sara que nunca ha sufrido la envidia directamente, y que nunca le perjudicó ser mujer; que ella -que admira a Lola Greco; que bebe de Manuela Carrasco; que es amiga de Clara Montes; que le parecen divinas Montse Cortés, Carmen Linares o La Tana y ahora le gusta Bebe- llegó en un momento en que se necesitaban precisamente mujeres. Hasta en eso tuvo suerte: "Nunca me despreciaron, sino que me alzaron, me empujaron. 'A ésta no la cansa nadie', decían". Se sintió querida por gitanos y no gitanos. Y cree que sigue habiendo muchas, muy buenas flamencas: "Mi padre me recorta las noticias y las fotos del festival de Jerez, y me lo envía cada día en un sobre idéntico; es militar el hombre, mu'ordenao, y así me entero de quién baila o canta, de lo que hacen otros a los que no puedo ver, y ayer mismo me fijaba que hay cada vez más mujeres, la verdad".

Pero no es ingenua. Le consta que algunos se molestan con el éxito ajeno, aunque ella piensa que cuantos más y mejores sean los artistas, mejor para todos: "Más público para el flamenco". Y cuando es fuera de España, "más gente que se acerca a nuestra cultura. Es un bien. Cuanto más triunfen los demás, mejor para mí, así tengo donde mirar y aprender…".

Su gira americana ha sido un éxito tal "que no ha habido ni un teatro que no estuviera lleno". Sigue y se suelta: "Y ya, si quieres, luego podemos hablar tú y yo de si la soleá debe ser más lenta, lo que quieras; pero el orgullo que hemos sentido, que una pequeña compañía de flamenco… Que han hablado de nosotros en tantos periódicos, que salimos hasta en las portadas de algunos grandes, en un país que, imagínate, allí sí que hay teatros y espectáculos… Y de repente viene uno de los que se hacen llamar puristas a decirte que no te pongas pantalones, que no hagas esto o lo otro; pero bueno, ¿qué más da?, ¿qué más te da a ti?".

Coge carretilla: "Es que te preparas con una profesora de clásico y te critican, porque el flamenco, dicen, es puro. ¿Pero qué me estás contando? Si tengo el cuerpo mejor, pues más facilidad para hacer el movimiento que me dé la gana. Si mi baile no deja de ser mi baile ni yo dejo de ser flamenca. Es como exigir a un actor que sólo haga comedia. Pero señor, pero si mi cuerpo ya está preparado, ¿por qué me voy a quedar ahí, por qué voy a estar toda la vida por alegrías y soleás?".

Y sigue: después de Juana la Loca y Mariana Pineda cree que lo hace mejor, está más hecha, es más ella… "Para que luego venga, con perdón, un papafrita y te diga: 'Hay que ver, con lo bien que tú bailabas la seguiriya…'. Pero venga ya, si esto es otra cosa; si esto es mejor todavía, el hecho de que una compañía de flamenco trabaje como las grandes formaciones de ballet. Que yo, gracias a la Pineda, he tenido la suerte de trabajar con Lluís Pasqual, de hacer la coreografía con música de Manolo Sanlúcar; que eso les pasa sólo a tres personas en la vida…".

La Baras dice que ella atiende todas las críticas, porque también se equivoca; pero que cuando no le aportan nada, no le interesan. Que antes, cuando era chica, lloraba y todo, le hacían daño; pero ahora, ya no. "Mi trabajo puede gustar o no, pero, que me perdonen, la honradez se ve; se ve que es un trabajo hecho con horas, tiempo, años; una cosa seria…".

Conclusión fin de fiesta: "Pero en este país, con tantas cosas buenas, ¿por qué no nos defendemos en vez de hundirnos? Deberíamos ser listos y decir: oye, que la unión hace la fuerza, y aunque a ti te guste amarillo y a mí me guste verde, pues vayamos juntos…".

LA CASA DE MADRID

Sara vive en el barrio de Chueca. "De todos los sitios en Madrid, donde mejor me encuentro, porque tiene las tres cosas que necesito: de mañana parece un pueblo; de día, todo el mundo va a su bola, nadie me molesta, y de noche, no me da miedo, siempre hay gente. Es que soy miedosa…". Residió en la zona de Mayor y hasta en la del Conde de Orgaz, donde se mandó arreglar un chalé a medida, con estudio: "Me preguntaban en las entrevistas: '¿Usted con quién vive?'. Y yo: 'Con seis albañiles'. Así fue. Y cuando terminaron, me entró el siroco y la vendí". Los que siempre la aconsejan, le gritaban entonces: ¡que no, que no, no seas loca! "Claro, ellos estaban encantaos: el estudio y mi casa juntos, mejor. Pero yo no desconectaba ni un segundo, y no me hallaba, aunque siempre había querido casita con jardín y flores, muy alegre; pero cuando quería ir a tomar algo, había que coger el coche, que yo no conduzco". Y ahí se quedó su mansión soñada de perro, niños y marido. "Lo de Chueca es más chico, y aunque ahora vivo con Pepín, estamos en la gloria…".

Pero su casa sigue siendo sitio de reunión. Una vez a la semana graban el espectáculo. Lo revisa detenidamente. Corrige. "Esto ayuda mucho, somos muy perfeccionistas; aunque después hay un momento en el que hay que dejarse llevar, como pasa en todo en la vida… Tienes que dejar de controlar que el cuerpo esté bien puesto y tú estés en el sitio justo… y bailar. Pero en todo siempre hay fallos; cuando no es una cosa, es otra, siempre ves algo. Ellos dicen que yo observo hasta por detrás. Me comentan: 'Pues no lo has podido ver, estabas delante'. Y yo: 'Pues lo he sentío". Y aunque Pepín y los demás aseguran que Sara es "dulce", ella cita cosas que la cabrean: "Los que no tienen ganas de llegar al máximo; esos a los que les da todo igual, que no tienen respeto al escenario". Y que fallen las máquinas, el sonido, la luz…, eso le pone histérica. O la dejadez. "Si una niña se equivoca, no pasa nada, yo también me equivoco; pero es raro que yo me despeine. Soy muy tranquila, pero sí, de repente, un grito pego". Su compañía es su gran familia.

LOS SUEÑOS

"Mi madre me aconseja: 'Sarita, 33 años, tienes que empezar ya a quitarte, que después cuesta…'. Bueno, con pareja, años y trabajo suficiente, me faltan los niños, que sí quiero. Pero no puede ser. Esta temporada está completa con Sueños y con la Pineda; pero, con suerte, la que viene presentaremos obra nueva, ya tenemos cosas en mente, y pasaremos un par de años de ajetreo, y después… parar y tener hijos. Un sueño. Creo que Pepín tiene peor suerte que yo porque si su chica fuera normal, alguien que no dependa del cuerpo, ya tendría mínimo dos; le encantan, es locura. Pero a mí lo que me cuesta trabajo es detenerme, llevo sin parar toda mi vida; que empecé fuerte, que no he estado nunca más de diez días sin bailar. Y en la compañía somos unas treinta personas. Y si un día te encuentras mal, ¡uhhh!, esa responsabilidad es lo que más nerviosa me pone, que se quedan sin trabajo… Yo no soy nadie, ni rica; yo monto un espectáculo y el público no viene, y a ver qué hago. Miedos y sueños, eso son. Ideal sería que la compañía cogiera vuelo, que no siempre tuviera que bailar yo, que giraran los espectáculos sin mí. Aunque, estando presente, ya soy pesada, sin estar sería un horror, tremendo; no podría corregir, sería una eterna conexión Chueca-Tokio, por ejemplo. ¡Huy, qué lío!".

El Ballet Flamenco Sara Baras mantiene en gira los espectáculos 'Mariana Pineda' y 'Sueños'. Información: www.sarabaras.com.

Sara Baras
Sara BarasCÉSAR URRUTIA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_