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Columna
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Reencuentro

En el campo económico como en el político hay una tendencia a la dispersión que convive con otra que se orienta hacia la vuelta a los orígenes. La actividad económica y empresarial se rige primordialmente por sus propias y específicas reglas del juego. Unas están escritas y otras no, pero no por ello son menos válidas y respetables.

Los últimos acontecimientos que se están produciendo en el entorno empresarial se dirigen a posibilitar el reencuentro de los agentes económicos consigo mismos, para reconducir un comportamiento que se había desviado a tierra de nadie. Las organizaciones y los colectivos tienen unas características que les permiten ser identificables y ejercer el papel que les corresponde en la sociedad. Las organizaciones empresariales consiguieron en su refundación (1977), a partir de la transición política española a la democracia, recuperar la independencia que perdieron durante muchos años, al estar integrados en el sindicalismo vertical de signo totalitario.

A lo largo de los últimos 28 años los empresarios de la Comunidad Valenciana han ido conformando su propio estilo emprendedor. Desde el punto de vista de algunos teóricos del mundo intelectual se ha derivado hacia un fiasco al dejar un vacío de responsabilidad que se debería de haber ejercido, por parte de los empresarios, en la sociedad valenciana.

Es cierto que las circunstancias y los acontecimientos no han sido todo lo favorables que hubiera sido deseable, para que las entidades económico-empresariales pudieran desempeñar su papel sociológico de líderes y, en cierta medida, árbitros del acontecer privado.

Hay que tener en cuenta que las empresas, que entre sus obligaciones tienen la de generar riqueza, y las fuerzas políticas, que deben de generar bienestar para los ciudadanos, tienen una diferencia fundamental. Los políticos y los partidos pasan, mientras los empresarios permanecen como elemento básico de estabilidad en la sociedad. Los empresarios, independientemente de su perfil y fuste, se enfrentan a otro tipo de alternancias que en algunos casos son generacionales y en otros tienen que ver con el propio talante y la disposición del emprendedor para decidir adecuadamente su relevo en el tiempo oportuno. Pero los empresarios, en cualquier caso, también tienen su poso cultural y saben reconocer -¿qué duda cabe?- a sus líderes y sobre todo a aquellos que reúnen las condiciones idóneas para permitirles afrontar el porvenir con mejores garantías de éxito.

En el contexto empresarial se sabe que los que más figuran no son siempre los que más influyen ni los que tienen mayor autoridad. Estos dos últimos atributos no se corresponden necesariamente con la voluntad de los protagonistas ni con la pretensión de los grupos que los aúpan.

Cada época y cada circunstancia requiere unas decisiones y unos rasgos determinados en quien ha de adoptarlos e incorporarlos a su forma de actuar.

Valencia tiene ante sí unos retos que van a determinar su configuración y su futuro, al margen de otras consideraciones colaterales. Y los empresarios valencianos no se pueden dejar llevar por la corriente sin rumbo propio. Son los responsables de su destino, que habrán de configurar desde la reflexión hacia su reencuentro.

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