'Saber' leer mamografías
Una de cada tres mujeres que se someten a un programa de cribado de cáncer de mama afronta un falso positivo
La mamografía salva vidas y es la prueba indicada en las campañas de diagnóstico precoz de cáncer de mama, pero tiene un margen de imprecisión que lleva con frecuencia a dar falsos positivos. El problema de los falsos positivos en un posible diagnóstico de cáncer es el gran sufrimiento psicológico que acarrean. El Instituto Municipal de Asistencia Sanitaria de Barcelona (IMAS) acaba de presentar los resultados de dos investigaciones destinadas a mejorar las campañas de diagnóstico precoz del cáncer de mama reduciendo los falsos positivos y evitando diferentes interpretaciones de una misma imagen en función del radiólogo que la lea. Los autores destacan que las campañas de prevención reducen la mortalidad alrededor del 30%.
La mamografía puede detectar lesiones antes de que sean palpables y de que hayan afectado a los ganglios o a otros órganos, pero es sólo una primera prueba que descarta la sospecha de tumor. Si hay dudas, el criterio del radiólogo es fundamental porque es él quien solicita exploraciones complementarias para concretar el diagnóstico. En la mayoría de casos, esas pruebas van a ser negativas, lo que significará que se ha producido un falso positivo en la mamografía inicial. Este es el mayor efecto adverso de la mamografía porque mientras se realizan las pruebas complementarias, las pacientes sufren una situación de angustia que a veces se prolonga durante semanas y en ocasiones han de someterse a técnicas invasivas que podrían haberse evitado. Conocer este riesgo de antemano puede ayudar a soportar mejor la situación.
Los datos corroboran otras investigaciones realizadas en EE UU y Noruega. El IMAS ha basado sus dos estudios en la información de casi 10 años de experiencia en detección precoz del cáncer de mama y de las 32.948 mujeres a las que hace seguimiento. El primero se denomina Estudio de la variabilidad de la lectura mamográfica y lo han dirigido Francesc Ferrer y Teresa Maristany, del Servicio de Radiología del IMAS. En él han participado 28 radiólogos de Cataluña con diferente experiencia y edad, que han leído 200 mamografías de las realizadas cada dos años en el cribado del IMAS. Las conclusiones son que la lectura de las mamografías es muy variable y depende de varios aspectos: los años de experiencia del radiólogo, la cantidad de mamografías que lee al año, que haga un seguimiento de las lecturas para saber si han sido acertadas, que disponga de información adicional de las pacientes y que se pueda realizar una segunda lectura. Según el estudio, la segunda lectura mejora en un 12% la sensibilidad del cribado y permite detectar casos que podrían haberse escapado a un único radiólogo. Esta segunda lectura de otro radiólogo aún no está implantada en todas las comunidades.
El segundo estudio, que se desprende del primero, lo ha dirigido Xavier Castells, jefe del Servicio de Evaluación y Epidemiología Clínicas del IMAS, y se centra en los falsos positivos. Para ello han hecho un seguimiento de 8.500 mujeres del programa de diagnóstico precoz. La conclusión es que una de cada tres mujeres que se someten a estas campañas de prevención sufrirá un falso positivo a lo largo de ese periodo. El porcentaje es algo superior al observado en Noruega (20%) pero claramente inferior al de EE UU (50%). Castells aclara que la probabilidad de falso positivo "es mayor en la primera ronda, de entre el 5% y el 10%. Sin embargo, de éstas, solamente el 10% acabará con diagnóstico de cáncer. La razón es sencilla: al hacer la primera mamografía no se suele tener el historial de las pacientes ni imágenes anteriores con las que comparar la nueva. En las sucesivas rondas sí, por eso se facilita el diagnóstico y baja el porcentaje de falsos positivos hasta entre el 2,5% y el 5%.
Lejos de pretender preocupar, tanto Castells como Montserrat Casamitjana, también del Servicio de Evaluación y Epidemiología Clínicas del IMAS, insisten en que la prueba indicada para el cribado del cáncer de mama es la mamografía. La tasa de detección de cáncer en su programa es del 5,2 por cada 1.000 mujeres y normalmente se detecta en la fase inicial, lo que hace que el índice de curación sea de casi el 100%. Por eso concluyen que "no hay duda sobre las ventajas del diagnóstico precoz, pero hay que perfeccionarlo e informar a las pacientes tanto de los beneficios como del riesgo inherente de falsos positivos".
Operación ambulatoria
Las ventajas de la detección precoz del cáncer de mama, que permite descubrir la lesión en su fase inicial, no se limitan al aumento del índice de curaciones y la reducción de la mortalidad del 30%, sino que, además, esta mejora ha derivado en otra: la posibilidad de realizar el tratamiento en un programa de cirugía mayor ambulatoria. Ello permite reducir las complicaciones quirúrgicas y pasar el posoperatorio en casa.
La Unidad de Patología Mamaria del IMAS se ha coordinado con la Subdivisión de Atención Primaria de Barcelona del Instituto Catalán de la Salud para que las pacientes que no precisan mastectomía -extirpación del seno- o linfadenectomía -extirpación de los ganglios- no tengan que ser ingresadas al operarse. De esta posibilidad se benefician hasta el 85% de las pacientes gracias al diagnóstico del tumor en su fase inicial.
"Hemos demostrado que es posible que la atención primaria y la hospitalaria colaboren en beneficio de las pacientes sin aumentar los recursos, y que se puede ofrecer la misma calidad asistencial en casa que en el hospital", explica el coordinador de esta unidad del IMAS, Jordi Solsona. "Por eso, el cáncer de mama tratado con cirugía conservadora debería incluirse en los protocolos de la cirugía mayor ambulatoria", concluye.
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