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COLUMNISTAS
Columna
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Carta a otro soltero

Escribo esta misiva en la esperanza de que, cuando se publique (pasarán casi dos semanas, a contar desde mi escritura, como saben, y debo cubrirme ante los eventos), Monseñor R. V. (Recta Vía) se encuentre bien de salud, la arriba firmante esté como una rosa y, en general, del Papa abajo, todos a todo tren de estupendos. Ello comprende a creyentes de todos los tenores, a los tres tenores y a laicos y seglares, juglares y manglares con sus darwinianas criaturas del subsuelo.

Pues trátase de una carta de corte conciliatorio a la par que conciliar Out of Trento. Y digo más: a punto me hallaba de titular este artículo con algo como "Estremecida súplica de una Pecadora Arrepentida al Cardenal Primado de España", pero me ha detenido la compasión hacia ese prójimo cuya labor consiste en colocar los títulos en los artículos y reportajes del millón y pico de ejemplares, que en esas estamos de tirada, creo. Para que luego digan que hay justicia divina, con lo laicos que somos la mayoría de quienes aquí escribimos.

Mas no quiero desviarme y caer en manos del amorreo, que era un tipo con un nombre prometedor, pero con muy mala prensa en el Antiguo Testamento; supongo que vos y el Pontífice y el Mondoñedador, mucho más cercanos al Old que al New, también le habréis dicho cuatro cosas. Simplemente pretendía sugerir una serie de pecados que Vuestra Inocencia no habrá advertido por razones implícitas en el cargo (tal vez estabais ocupado sacudiendo oralmente a los zomzomeos delante de los amonitas). Pero, en fin. Alguien tiene que realizar la observación pertinente.

Y es que hay una red de prostitución en Cataluña, y concretamente en Barcelona, y ya más precisamente en el barrio do habito, el Eixample, que se dedica a ofrecer cuerpos y almas y cuanto sea necesario a los menestralitas, llamados originariamente menestrales, y actualmente, más que llamados, imprecados cuando los amos y las amas pensamos en los miembros de su familia.

Por si Su Excelencia no lo supiera -puesto que no figuran en el Deuteronomio que parece orientaros a la hora de lanzar vuestras iras sobre el populacho-, los menestralitas son ese envidiado pueblo o grupo social integrado por fontaneritas, electricisomos, carpinteroides, caldereronzos, cristalerienses, gasocitas, persianocolguitas, cortinoides y, por supuesto, los no menos preciados desatasconeros. Bien, el Señor debió de tener la virtud distraída cuando los creó, porque verdaderamente no parecen tocados por la Gracia de Llegar a su debido tiempo. Folgan y refolgan y regüeldan por doquier, adorando al Baal de nuestro tiempo, que es el mismo de siempre -como vos, mirad por do-, el llamado Becerro de Oro. Es decir, sólo comparecen cuando ven un edificio en construcción, y presumible obra por todo lo alto. Apostatan del menudeo. No se enzarzan en ello, ni ardiendo.

Lo cual ha obligado a las mujeres, algunos hombres (y, lamento decirlo, no pocos miembros del sexo Reversible en sus muchas variantes), a maquinar tremendas intrigas para atraer a alguno de los integrantes de ese pueblo esquivo. Y, como consecuencia, se da (y se toma) una red de prostitución de madres y padres de familia, de hermanos y hermanas, de cuñados y cuñadas, e incluso de menores y doncellas, que funciona por el mero Boca de Portera o Conserje a Oreja de Conserja o Portero. "X el de los Desagües está en el séptimo de la finca tal". Y allá vamos todos, engalanados cual (momento, que consulto el Deute) cananeos y cananeas, y el trabajador manual puede hacer con nosotros y nosotras cuanto desee, siempre que nos desatasque la tubería o nos cepille la alfombra.

Ya veis, Su Simetría, cómo está el percal. Madrid será sodomita, pero acá, en el Eixample, vamos a acabar todos gonorreos y por tripartito.

Así pues, la arriba firmante pone todo ello en vuestro conocimiento para que lo soltéis ante quien corresponda, y no olvidéis añadir que también vamos fatal de plazas de aparcamiento, como consecuencia de tanta inmoral incertidumbre y ateísmo.

Es gracia que espero conseguir, prácticamente en vilo, junto con el perdón, y etcétera.

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