Kjell Espmark busca un rostro más tolerante para la nueva Europa

Kjell Espmark (Strömsund, 1930), miembro de la Academia Sueca desde 1981, ha presidido hasta hace poco el comité que cada año decide el ganador del Premio Nobel de Literatura. Autor de una importante obra ensayística, en la que destacan sus trabajos sobre poesía moderna, ha publicado 12 libros de poemas y nueve novelas. Ha estado recientemente en España, donde acaba de aparecer una selección de su obra poética.

En Voces sin tumba (Fundación Jorge Guillén), que reúne una selección de los versos de Espmark (Strömsund, 1930), hay dos poemas dedicados a España. 'La vieja de Gandesa' habla de una mujer ciega ("con el blanco de los ojos vuelto hacia arriba, / quemados por algo que nadie quiere recordar") que perdió a sus hijos en Teruel y que "lleva escrita en su rostro / la historia de la guerra civil española / dictada por los vencedores". El otro está dedicado a El Escorial.

"Quería conocer de cerca el mundo de Felipe II y fui a visitar El Escorial", explica el escritor sueco. "Pero las visitas eran guiadas y no podías estar mucho tiempo en cada estancia, así que tuve que repetir varias veces. Era el primero que entraba con cada grupo y el último que salía. Pero necesitaba detenerme en todos los detalles y observar desde allí cómo veía el mundo un monarca con tanto poder, que gobernaba un imperio en el que no se ponía el Sol. Con la expulsión de los moros de España en 1492, la historia de Europa cambia de dirección. Se impone el poder y se pierde la tolerancia. Por eso quería acercarme a esa época e intenté expresarla en ese poema".

Un poema sobre una víctima de la guerra que desencadenaron en España un grupo de militares en 1936 y otro que refleja el colosal poderío de los Austria sintetizado en la apabullante construcción de Juan de Herrera: a Espmark no le gustan ni los abusos de los poderosos, ni las arbitrariedades, ni la violencia que se impone sin argumentos. "Intento buscar, a través de las experiencias de los individuos y de la vida de las sociedades, un espíritu más tolerante para la nueva Europa". Por eso cuenta los temas de sus últimas novelas. "En El viaje de Voltaire coloco al filósofo francés en el mundo actual. Un día se despierta con 45 años y descubre que aún tiene los dientes en su sitio. Y viaja de un lado a otro, con la inocencia de su Cándido, y comprueba cuánto se han tergiversado sus enseñanzas hasta el punto de que sus ideas no son ya nada más que caricaturas".

Su último libro lleva el título de uno de los poemas de Voces sin tumba: 'Bela Bartok contra el Tercer Reich'. "El compositor fue un apasionado de la música popular y comprobó cómo aquellas canciones cruzaban las fronteras sin problemas, iban de Hungría a Eslovaquia y volvían, luego pasaban a Rumania, y vuelta atrás. Cuando el régimen de Hitler organizó la exposición sobre arte degenerado en 1938, Bartok protestó por no haber sido incluido. Más adelante se declaró judío voluntario para protestar contra el terror".

El afán de Voltaire por transformar las cosas y la valentía de Bartok para enfrentarse a la barbarie son valores necesarios para la Europa que viene, explica Espmark, que también habló del trabajo del comité que decide el ganador del Nobel. "Pasa por ser un premio influido por la política, pero no es así. Antes de verano, los académicos proponen al comité cinco autores. Y son siempre los valores literarios los que se tienen en cuenta para decidir el ganador. Otra cosa es que luego se pueda hacer una lectura política".