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En el corazón de la oscuridad

Mientras el mundo conmemora el 60 aniversario de la liberación de Auschwitz, cuatro de las cinco preguntas principales sobre el Holocausto tienen respuestas bastante sencillas y consolidadas. ¿Quién hizo qué? Los nazis, junto con un amplio número de alemanes de a pie, ayudados por colaboradores polacos, franceses y otros, persiguieron, acosaron y robaron a los judíos de Europa y asesinaron a seis millones, aproximadamente un millón de ellos gaseados y quemados en Auschwitz. Se ha demostrado que, uno tras otro, los mitos exculpatorios -que los alemanes y suizos de a pie, la Iglesia Católica y las iglesias protestantes alemanas y la gente de los países ocupados fueron coaccionados por fuerzas externas (nazis, terror, etc.)- eran falsos uno tras otro.

¿Por qué lo hicieron? Aunque otros factores también contribuyeron a su participación, la gente que perseguía, torturaba y asesinaba a judíos eran ejecutores convencidos y voluntarios, atrapados en un profundo antisemitismo que consideraba a los judíos la encarnación laica del Anticristo y que, por tanto, era necesario extirparla. Una inmensa cantidad de pruebas desenterradas durante la última década -la mayoría no disponibles en inglés- lo ha dejado claro. Hace sólo dos semanas, un guardia alemán de Auschwitz confesaba la verdad a la BBC: que recordaba su etapa en el campo con "alegría". "Siempre tenías presente el hecho de que los judíos son enemigos... No surgía un sentimiento de simpatía o empatía. Los niños no son el enemigo en este momento. El enemigo es la sangre que llevan dentro". Consideraba que matar judíos estaba "bien".

¿Cómo juzgamos? La única forma correcta de juzgar es según los criterios legales y morales de culpa e inocencia aceptados generalmente. Hoy en día no deberían ponerse excusas por un hombre que asesina a un niño. No deberían ponerse excusas por los miles de hombres que aceptaron matar a más de un millón de niños judíos. Deberíamos rechazar los cuentos de hadas empíricos y morales de la excusa, incluyendo ese de "no sabían lo que hacían" o "¿quién eres tú para juzgarles?" ¿Cuál es la función de las compensaciones? Después del hecho, ¿cómo pueden compensar del mejor modo posible los daños causados aquellos que se encuentran en una deuda moral y legal? De varias formas: no sólo económicamente, sino de acuerdo con sencillos principios aplicables a todos los crímenes históricos y contemporáneos. Desde el punto de vista político, los países e instituciones que contribuyeron a la agresión deben apoyar a las comunidades judías de posguerra y su seguridad. Esto abarca a toda Europa e Israel. Desde el punto de vista moral, deben contar toda la verdad sobre el pasado. Deben luchar contra los efectos continuos del daño, entre ellos el inmenso legado de antisemitismo, educando activamente a la gente sobre la maldad de éste y de todo tipo de prejuicios. Deben transformar esos aspectos de sí mismos que condujeron a los crímenes para no volver a ser nunca más el origen de dicha maldad.

Alemania y los alemanes en general han hecho un buen trabajo, aunque imperfecto, en todos los aspectos. Otros países y sus pueblos -Francia, Holanda, Dinamarca, Polonia, Suiza y otros- prosiguen con distinta suerte la lucha con su pasado y sus obligaciones de compensación. La Iglesia Católica y su clero -obviamente no responsable del Holocausto pero, aun así, profundamente implicada en muchos aspectos de la persecución (incluso en el mismo proceso de exterminación en algunos lugares)- en general han hecho una pobre labor, aunque la jerarquía eclesiástica ha dado algunos pasos importantes hacia la instauración de una conducta y unas enseñanzas más positivas sobre los judíos. Pero la quinta pregunta primordial es mucho más complicada: ¿Qué significa?

Ésta no es una sola pregunta sino muchas, una serie de preguntas aparentemente interminable. ¿Qué significado tiene la muerte de una persona, el asesinato de una persona? ¿Qué significado tiene el asesinato de una persona seis millones de veces? ¿Qué significa cuando una persona mata a un niño al que nunca antes ha visto? Pasando a las comunidades, ¿qué significa el Holocausto para la interpretación que Alemania hace de sí misma, de la cultura alemana o de los alemanes? ¿Y para la interpretación propia de los judíos, de su lugar en el mundo? ¿Y para Israel y los israelíes de hoy en día? En cuanto al enrarecido ámbito de la religión y la filosofía, ¿qué significa para la idea que tiene la gente de Dios? ¿Cómo pudo permitir Dios que ocurriera algo así?

Las preguntas no cesan. Algunos las consideran apremiantes, otros no. Pero Alemania y su democracia actual -y por extensión Europa- no pueden entenderse sin referencias a su pasado y su significado. Los alemanes han rehecho su sociedad y política con los horrores del nazismo en mente (aunque el reciente resurgimiento del neonazismo y el antisemitismo es preocupante). Muchas confesiones cristianas han reorientado su teología en una dirección más tolerante. Judíos de muchos países han llegado a una multitud de conclusiones sobre su lugar en el mundo, su propio Dios y su necesidad de ser independientes. Los no judíos han reflexionado sobre los males del antisemitismo y del racismo en general. Los supervivientes han intentado crear un mundo con sentido tras emerger de un lugar que, como dijo un médico alemán en Auschwitz, hizo que el infierno de Dante pareciera una comedia.

Ciertos aspectos de este pasado siguen siendo malinterpretados y el más importante es la pregunta crucial: ¿cuál era la naturaleza del nazismo? No era sólo un movimiento fascista o totalitario más. La destructividad de los nazis no era como la de otros regímenes dictatoriales o asesinos. Es cierto, para Hitler y sus seguidores, los judíos eran un enemigo por encima de todos los demás, la principal fuente del mal en el mundo. Pero la destructividad de los nazis tenía un alcance mundial. Quisieron echar a perder el conjunto de la civilización occidental, incluida la cristiandad. Gran parte de Europa y del resto del mundo iba a convertirse en una plantación de esclavos dominada por los alemanes.

Los nazis poseían una vasta destructividad sin parangón en la historia. Entendían los conflictos y problemas sociales y políticos como algo racial y biológico. Su solución meditada fue asesinar a gente y pulverizar comunidades. Si los alemanes hubieran ganado la guerra, habrían acabado con la vida de decenas, quizá cientos de millones más en todo el mundo y esclavizado a los pueblos de Polonia, Ucrania, Rusia y otros países. Auschwitz fue el lugar más emblemático del mundo que Hitler y los alemanes estaban creando, una fábrica de la muerte incrustada en unas grandes instalaciones de producción de esclavos. Al conmemorar su liberación, las gentes de Europa y el mundo deberían estremecerse por lo cerca que estuvo Hitler de destruir la civilización, de sumir al mundo en una oscuridad que podría haber durado 1.000 años.

Finalmente, con la muerte de los supervivientes de Auschwitz, la necesidad de conmemorar su liberación -y la liberación de otros pueblos del mundo de otros horrores- permanecerá. Mucha gente cree que cuando los supervivientes fallezcan, la mirada pública dejará de estar centrada en el Holocausto. Yo pronostico lo contrario. A medida que se aleja el siglo XX -con todos sus horrores y todo el progreso que marcó hitos- es probable que el Holocausto sea todavía más emblemático de la mitad oscura del siglo. No existe otra palabra que evoque el mal de forma tan inmediata y absoluta como Auschwitz.

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