"Alejandro Magno logra un gran imperio, y cuando se muere todo se viene abajo"
Todo lo que se creó, pensó o imaginó durante el periodo helenístico (siglo IV antes de Cristo) es asunto que apasiona a Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943). Este catedrático de griego se ha ocupado especialmente de la vida y obra de los filósofos de aquel tiempo. Ahora prepara un libro sobre lecturas de los clásicos y, por supuesto, no se ha perdido la película Alejandro Magno, porque "ese último héroe griego" es una de sus figuras preferidas.
Pregunta. ¿Le gustó la película?
Respuesta. No. Le pasa como a la de Troya: los efectos son de mayor importancia que la trama. Hay mucho error histórico. Y el protagonista es malo.
P. Una pena...
R. Sí, Alejandro es fascinante, debía de ser hombre de gran inteligencia. Con ese afán por conocer el mundo, explorar. Realmente no se sabe adónde quería ir. Es como si buscara el fin del mundo...
"El último gran héroe griego recorrió en ocho años unos 18.000 kilómetros. El doble que Napoleón en su marcha hacia Moscú"
"Vivimos agobiados por el trabajo de una forma que hubiera horrorizado a Aristóteles. Pero un obrero hoy vive mejor que un rey de entonces"
P. ¿Un superhéroe de época?
R. El último gran héroe griego. Logra un gran imperio y cuando se muere todo se viene abajo. De los generales, el único que logra un reino duradero es Tolomeo. El resto se enzarza en batallas que descomponen lo que él había conseguido.
P. ¿De dónde le surge ese afán, ese espíritu no tanto por riqueza o poder como por llegar más y más lejos?
R. En él se da una especie de imitación heroica. Hay un detalle, que en la película se omite, y es que viajaba siempre con un ejemplar de La Ilíada, en una caja especial, como un tesoro. Él imita a Aquiles. Es un poco el héroe que busca la gloria aunque deba morir joven. Hasta extremos tremendos, porque recorrió en ocho años unos 18.000 kilómetros. El doble de la marcha de Napoleón a Moscú. Probablemente pensaba que Asia era más corta.
P. ¿Cómo surge una figura así?
R. Hay que reconocerle mérito a su padre, Filipo II. Hereda de él un reino, Macedonia, que es un poder dominante; un ejército, y el proyecto de la venganza y el viaje contra Persia. Filipo le deja instrumentos. Y luego Alejandro tiene la genialidad no sólo de luchar contra lo que sería Persia en el Asia Menor, sino de llevar adelante una conquista fabulosa.
P. En uno de sus libros, La secta del Perro, dedicado a los filósofos cínicos, usted alude a una entrevista entre Alejandro y Diógenes, en la que aquél le dice a éste: "Si no fuera Alejandro me gustaría ser Diógenes". ¿Sigue habiendo cínicos tan envidiables?
R. Los cínicos atacan la sociedad, denuncian las preocupaciones sociales como ilusiones vanas y reniegan de todo; digamos que serían los beatniks de la modernidad. La anécdota es magnífica porque enfrenta a Alejandro, conquistador del mundo, con el cínico mayor, al que no le importan las conquistas porque es feliz en su pobreza, le basta con tomar el sol, no tiene ni siquiera que moverse. Mientras que Alejandro es esencialmente la inquietud...
P. Los cínicos no existirían sin otros que les hagan el trabajo...
R. Claro, son producto de una sociedad en un determinado nivel de cultura y riqueza. En el desierto no se puede ser cínico. Ésta es una respuesta a una sociedad que va bien, pero se siente insatisfecha.
P. En esa época se vive un periodo riquísimo en filosofía, arte, ciencia...
R. Un rasgo del periodo helenístico, que lo es también del mundo moderno, es que la persona sobresaliente es individualista. Atrás quedó el periodo en que la polis, la democracia, marcaba los ideales. Por esto sus filosofías son individualistas. Aparecen de un lado los cínicos; del otro, los epicúreos, que dicen que la felicidad está en el placer personal y no creen en la colectividad. Y luego, los estoicos que tienden al optimismo racional creen que hay un dios y que el mundo tiene un sentido.
P. Y se avanza en astronomía, en medicina, Arquímedes, Euclides...
R. Surgen grandes centros del saber como Alejandría, que es mayor que Atenas y tiene el Museo y la Biblioteca, muy superior a lo que fue la Academia, o el Liceo de Aristóteles, porque es más parecido a una Universidad. Y existen en otras ciudades, en Pérgamo o Antioquía.
P. Se dice que estuvieron a punto, por ejemplo, en medicina, de descubrir la circulación de la sangre. Y luego hubo que esperar siglos para retomar mucho de aquello.
R. Los historiadores marxistas decían que fue por la esclavitud. Que en Alejandría descubrieron hasta la máquina de vapor, pero nunca le buscaron utilidad práctica porque tenían la economía del trabajo resuelta con los esclavos.
P. ¿Nadie se cuestionaba ese tema?
R. Los griegos eran esclavistas como lo eran todas las civilizaciones antiguas, y fueron los únicos que la cuestionaron; algún sofista ya lo hace.
P. ¿Por qué eran tan buenos los artistas griegos?
R. Es difícil responder. En el XIX se hablaba del "milagro griego" como una especie de genialidad espontánea. Es una suma de factores. Los griegos eran gente muy abierta a las influencias externas, gente de costa, con espíritu de aventura y de observación de la realidad. A veces se habla de la "mirada griega" como atenta a la belleza, pero no sólo en lo grande, también en el detalle. Mire su cerámica. Es algo característico, y de ahí surge también esa inquietud por el mundo, la filosofía, el diálogo.
P. Todo esto ocurrió hace 22 siglos. Dentro de otros tantos, ¿qué quedará de nuestro tiempo?
R. El progreso científico y tecnológico en el siglo XX ha sido prodigioso. La diferencia entre un niño que maneja hoy un ordenador y Aristóteles es tremenda. Lo que podríamos preguntarnos es por qué no ha habido un progreso cultural y moral paralelo. Vemos que la literatura actual no es superior a la griega. Y vivimos agobiados por el trabajo de una manera que hubiera horrorizado a Aristóteles. Pero cualquier obrero hoy vive mejor que un rey en la antigüedad. No hay que olvidarlo.
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