Respuesta a Ridao

¿Puede y debe un embajador en activo aceptar las controversias sobre si España es o no una nación y negar que en "dos docenas de folios... de un gobernante autonómico" se encierra "un gravísimo riesgo para su unidad" (la de la nación española)? De que puede no hay duda, puesto que lo ha hecho el embajador de España ante la Unesco, señor Ridao, en su artículo Nación contra nación. Sobre que deba hacerlo juzgarán el señor ministro y el señor subsecretario de Asuntos Exteriores, que quizá crean impropio el rechazo del "orgullo y determinación patriótica," aparente enfermedad que no quiere padecer el señor embajador.

Por lo demás, y felizmente, también pudimos leer en EL PAÍS la tesis contraria cuando un ex consejero socialista del Gobierno vasco, el señor Recalde, califica el célebre plan de "grave agresión a la convivencia ciudadana" con el que su autor "pretende que Euskadi... se disocie de la Constitución española". Sostiene este autor, disconforme con su propio partido, algo que me permití plantear en ese diario, hace ya un año (Españoles algo dolidos, 30-1-2004): que si se negocia algún nuevo estatuto, allá donde los actuales sean repudiados, habrá de partirse de "un momento preconstitucional".

Las palabras del señor Recalde no pueden ser más claras y deben ser reproducidas: "Si el nacionalismo cambia el acuerdo sin respetar las reglas de cambio, lo cambiaría en su totalidad, y ya no habría pacto constitucional, ni estatutario, y volveríamos al punto de partida en que todo estaría por negociar, si es que unos y otros quisiéramos negociar". Pienso que a lo mejor no queremos; y que nos quedamos donde nos dejó don Antonio Cánovas, que al fin y al cabo quitó a los vascos el fuero pero les dio el huevo, es decir, el suculento concierto económico. Y lo dio a cada una de las tres provincias puesto que el Gobierno vasco fue inventado por la Constitución del 78, ahora repudiada.