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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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El trasero de Mickey Rooney

No fue especialmente agradable Mickey Rooney cuando visitó el Festival de San Sebastián. Aquel año (1994) se ofrecía una retrospectiva del director William Dieterle, con quien Rooney había trabajado a sus ocho años en la magnífica El sueño de una noche de verano, pero el viejo actor no quiso hablarnos de aquella temprana experiencia, sino exclusivamente de una tonta película del Oeste que acababa de producir. Para conquistar a los periodistas exhibió un interminable repertorio de guiños y carantoñas, de saltos y contorsiones que a sus 74 años no parecían aconsejables, tocó (muy bien) el piano, bailó y cantó casi con tanto brío como en los tiempos (no tan lejanos) en que triunfaba en Broadway... Trató, en fin, de caernos simpático con las triquiñuelas que le habían hecho famoso cuando niño. Hizo de casi todo... menos enseñarnos el culo.

Ha esperado hasta ahora para hacerlo. A sus 85 años, Mickey Rooney ha intervenido en un anuncio de 15 segundos sobre un producto contra los resfriados nasales: el actor aparece en una sauna luciendo su gordura, discretamente cubierto con una toalla que inoportunamente se le cae por un segundo dejando al descubierto sus exuberantes posaderas. Pues bien: la emisión de este anuncio ha sido prohibida en las teles norteamericanas por atentar contra "las normas de la decencia". Se ha armado un buen lío entre las cadenas que debían emitirlo, el laboratorio farmacéutico que promociona el producto y el anciano actor que ha debido "defender su honor" declarando que el anuncio no tiene "ninguna connotación sexual", que él "nunca vendería sexo", que se trata de promocionar un producto para la salud sin ninguna "finalidad lasciva"... En San Sebastián nos quedamos sin ver ese culo seguramente marchito que tantas inquietudes está desatando ahora.

El tema de la censura se amplía con otros supuestos "escándalos", por ejemplo el de la película The Woodsman, premiada en el festival de Deauville de 2004, en la que Kevin Bacon interpreta a un pederasta arrepentido, seguida de Birth, que se vio en el pasado Festival de Venecia, en la que Nicole Kidman se baña con un niño de 10 años (a pesar de lo cual la actriz fue candidata al Globo de Oro en la ceremonia de la pasada semana). Finalmente, con el caso de Kinsey, de Bill Condon (el director de Dioses y monstruos), cuyo estreno en Estados Unidos intentaron boicotear asociaciones conservadoras, indignadas porque se recuerden los estudios científicos que Alfred Kinsey realizó en los años cuarenta sobre las conductas sexuales de los hombres blancos. (No obstante, Kinsey tuvo cinco nominaciones a los Globos, incluido el de mejor película).

La censura norteamericana está superando en necedad la de la vieja censura española, algo que parecía imposible. Martin Scorsese se ríe de ella en El aviador ridiculizando al comité del famoso código Hays, pero quizá sólo esté intentando hacer un exorcismo por lo que aún nos pueda caer. Estas aberraciones del Imperio acaban salpicando. Conviene tener a mano un buen paraguas.

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