La Delegación del Gobierno abrirá 31 ventanillas para regularizar a inmigrantes
La policía montará un centro único para tomar huellas a extranjeros
El delegado del Gobierno en Madrid, Constantino Méndez, anunció ayer que van a ser habilitados 31 puntos en toda la Comunidad de Madrid para informar a los empresarios sobre el proceso de regularización de inmigrantes, que se inicia el próximo 7 de febrero, así como para recoger la documentación relativa a sus empleados. Estas ventanillas servirán para todos los trabajadores extranjeros, excepto en el caso del servicio doméstico.
En esas mismas oficinas, que se instalarán en las dependencias de la red de la Seguridad Social, los empresarios podrán entregar las solicitudes y el resto de la documentación que requiere el proceso. Todavía no se han determinado todos los puntos, pero el delegado del Gobierno avanzó que uno de ellos estará situado en el Instituto Social de la Marina, en la calle de Génova, número 1.
"Prefiero ponerle aquí el sello. En nuestro país todo sale falso", afirma una mujer
La Delegación del Gobierno y la policía también planean poner en marcha un centro unificado para tomar las huellas a los inmigrantes que queden regularizados. Una de las opciones barajadas es montar este centro en las instalaciones del recinto ferial Ifema. La intención es que se pueda atender en él a una media de 2.000 personas diarias y que el trámite no dure más de cinco minutos.
A tres semanas de que se inicie el proceso de regularización, los inmigrantes sin papeles están saturando los consulados de la capital, pues para obtener su permiso de residencia en España, además de un certificado de empadronamiento anterior al 7 de agosto pasado, deben presentar otro de antecedentes penales expedido por su país de origen.
Una de las peores situaciones se vivía ayer en el consulado de Ecuador, en la calle del General Oraa, donde cientos de ciudadanos de ese país hacen cola día y noche para obtener el certificado. La situación se repite desde el lunes pasado, cuando comenzaron a instalarse los primeros ciudadanos ecuatorianos, pertrechados con termos y mantas o sacos de dormir para pernoctar.
Previamente todos habían tenido que solicitar la ayuda de un familiar en Ecuador, que debía acudir a una comisaría para que la policía ecuatoriana le firmara su certificado de antecedentes penales -que se conoce en ese país como récord- y luego éste debía ser validado con un sello por el Ministerio de Exteriores ecuatoriano, cuya sede está en la capital, Quito. Por último, el certificado se enviaba a España y se volvía a sellar en el consulado de Madrid. Esta oficina atiende no sólo a los ecuatorianos que viven en la región, sino también a los de Andalucía y Extremadura, según explicaron ayer en la Embajada. Cada sello tiene un coste de unos cincuenta euros.
La Embajada de Ecuador llegó a un acuerdo con el Gobierno español, el pasado martes, con el fin de simplificar el proceso "excepcionalmente".La simplificación de trámites aprobada por Ecuador permitirá que sus ciudadanos puedan presentar en España el certificado expedido por el Ministerio de Asuntos Exteriores de su país sin necesidad de que sea sellado en el consulado ecuatoriano. Ecuador enviará en los próximos días una lista de 15 firmas que serán aceptadas automáticamente por las autoridades españolas, sin necesidad de obtener el segundo sello en el consulado.
Un portavoz de la embajada estimaba que alrededor del 50% de los 250.000 ecuatorianos que viven en situación irregular en España habrían acudido a la oficina de la calle del General Oraa en caso de no haberse modificado los trámites.
En teoría, esta medida debería acabar con la larga cola ante el consulado de Ecuador en Madrid en los próximos días. Pero ayer los inmigrantes de este país se negaban a dar crédito a sus propias autoridades. "Valga o no valga la firma, prefiero ponerle el sello. En nuestro país todo sale falso y luego se va a ver si esto no es el chiste", decía indignada Consuelo.
La fila partía de la puerta del consulado, rodeaba la calle y proseguía por la perpendicular, la calle del General Pardiñas. Su presencia ha provocado las quejas de los vecinos, pues esta calle tranquila ha vivido tres días de constante jaleo, entre otras cosas porque algunos orinaban en la vía pública. Además, de vez en cuando se producen peleas entre los que esperan porque unos acusan a otros de haberse colado. Muchos aseguran también que hay quienes venden su puesto en la cola por entre 50 y 100 euros. Pero nadie reconoce haber sido testigo directo. "Yo lo sé porque un amigo lo ha visto", aseguraba Luis Cárdenas.
El vigilante jurado del consulado lo confirmaba. "Sí, pagan 40 o 50 euros por los puestos. Pero yo no los he visto. Si los veo, los tengo que echar", dijo. Esa situación ha llevado a que quienes forman la fila elaboren cada noche listas con nombre y teléfono de quienes han pernoctado en la calle.
Con la lista en la mano, una mujer muy abrigada, con gorro y guantes, reclamaba ayer continuamente la presencia de los agentes de policía que la Delegación del Gobierno ha desplazado al lugar. "¡Policía! Ése del pañuelo en la cabeza no tiene que entrar", señalaba con el dedo a un hombre con la cabeza cubierta justo al principio de la fila. Y en ella se escuchaban los reproches: "¡A la cola, a la cola como todos!".
Más tarde, la mujer intentaba sacar a una muchacha de los primeros puestos que, abrazada a una bolsa con mantas, se negaba a moverse, mientras la otra golpeaba la valla metálica de separación para expulsarla de allí. "Yo he dormido aquí toda la noche", gritaba la agredida. Hasta que otra joven más allá lo confirmaba: "¡Es verdad, es verdad! Estuvo conmigo".
Margarita Romero, que en mayo cumplirá tres años en España y que trabaja de empleada de hogar en Pinto, llevaba haciendo cola desde el lunes por la noche, por lo que ha tenido que faltar a su puesto de trabajo estos días. Cerca de las dos de la tarde de ayer había logrado llegar casi hasta la puerta y afirmaba resplandeciente: "Parece mentira que vayamos a llegar después de dos días aquí con los pies hechos hielo". Pero al preguntarle si sabía que ya no hacía falta sellar su certificado de antecedentes, replicó: "Que nos lo hubieran dicho antes...".
"Estamos recomendando que se vayan, sobre todo a los últimos de la fila", explicaba un poco más allá el cónsul honorario de Ecuador, Gonzalo Alonso, que salió a la calle para explicar en persona a quienes hacían fila que ya no hacía falta que se quedaran. A ratos quedaba oculto entre la muchedumbre que se abalanzaba sobre él para mostrarle sus documentos. "¿Cree usted que éste me vale?", le urgían poniéndole sus certificados ante la cara. "No se preocupe. Esta firma va a estar en la lista. No va a tener un problema para que se lo acepten", contestaba en la mayoría de los casos. Pero ahí no acababan las preguntas: "¿Y está seguro?" o "¿Me da su palabra?".
Mientras, desde la Embajada de Ecuador quitaron importancia al hecho de que continuaran las largas colas en la calle. "La mayoría no se ha enterado. Por otra parte, en la misma oficina se realizan otros trámites, como la renovación del pasaporte, y por eso hay tanta gente", aseguró un portavoz. Posiblemente éste no sabía que en el consulado habían habilitado dos filas distintas, controladas por la Policía Municipal, para que no se mezclaran unos y otros. La situación no sólo ha afectado a los ecuatorianos, sino también a muchas familias españolas, pues un gran número de estos inmigrantes trabajan en el servicio doméstico. Un ejemplo de la situación la explicaba María, cuyos padres están bajo los cuidados de una ecuatoriana interna. Ésta salió el pasado lunes de la casa, sobre las once de la noche, para obtener un puesto en la cola. Ayer, sobre las cinco y cuarto de la tarde, consiguió por fin que le sellaran el papel.
"Mis padres son dos personas mayores que no se pueden quedar solos. Ella salió a las once menos diez, con un bocadillo, un termo y una manta. Pasó toda la noche y el día, y a las ocho de la tarde cerraron la oficina consular sin que hubiera llegado a la puerta", cuenta María. Su empleada logró que una cuñada le hiciera el relevo para poder dormir algo, y así llegó a su casa a las 22.30, muerta de frío y reventada de cansancio. A las siete de la mañana volvió a salir y estuvo todo el día, hasta por la tarde.
Mientras, la familia de María ha tenido que establecer un turno riguroso para ocuparse de los padres. Un hermano se quedó a dormir. Otro, que está de baja, pudo quedarse con ellos por la mañana, mientras un tercero se turnaba con el primero por la tarde. Y así, vuelta a empezar.
Pero ayer María aseguraba que, si hubiera sabido que ya no hacía falta sellar el documento en el consulado, aun así le habría dicho a su empleada que se quedara en la cola. "Esto es un desastre y nunca se sabe si las autoridades ecuatorianas van a cumplir su palabra", afirmó.
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