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Entrevista:JEAN CANAVAGGIO | Hispanista

"Lo malo de Cervantes es que algunos cervantistas se vuelven locos"

Hijo y nieto de presidiarios ocasionales, poeta entregado pero sin suerte, soldado fiero y excombatiente orgulloso del imperio, espadachín prófugo condenado a perder a cuchillo la mano derecha, camarero del cardenal Acquaviva en Roma, perseguido por las deudas contraídas como burócrata pésimo y como burlanga membrillo, fervoroso beato de última hora, genio de la literatura... Todos estos títulos y algunos más surgen del apasionante perfil biográfico-literario que Jean Canavaggio traza del autor del Quijote en Cervantes, su libro de 1986, actualizado en 1997 y reeditado por cuarta vez en español en 2003 (Espasa).

El hispanista de la Universidad de París X abrió ayer el congreso El nacimiento del Quijote con la ponencia "Cervantes y Valladolid", ameno repaso de la crucial estancia del escritor, entre 1604 y 1606, en la capital de la corte de Felipe III, ciudad que un viajero holandés de la época definió como un nido de "pícaros, putas, pleitos, polvos, piedras, puercos, perros, piojos y pulgas", y en la que el autor situó al menos parte de la acción de El licenciado Vidriera, El casamiento engañoso y El coloquio de los perros.

"Ese juego especular entre representación y realidad ha alimentado toda la novela posterior: Joyce, 'El idiota', 'Tristram Shandy', Dickens..."
"No sabemos si Cervantes habla detrás del Quijote, o de Sancho, o del cura... A veces creemos encontrarlo, y a la página siguiente lo perdemos"
"Fue en Valladolid donde se vendieron, poco antes de Nochebuena de 1604, los primeros ejemplares del libro"
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Canavaggio, que en marzo editará en Francia El libro del mito, un análisis de la visión del Quijote desde el XVII hasta ahora mismo, calcula que Cervantes llegó a tan inspiradora ciudad a principios del verano de 1604, cuando el duque de Lerma, avispado valido del rey lelo, había trasladado la corte desde Madrid.

Allá fue don Miguel, cuenta el filólogo francés, con sus hermanas y demás cervantas, costureras de ropa y corazones rotos, y allí se instaló en una casa alquilada de dos plantas, situada en el arrabal del matadero (hoy está cerrada por las obras del centenario, pero ya en pleno city center). Rodeado por la inmundicia moral y ambiental, y por tanta promiscuidad como talento (por allí andaban el doctor Alonso López Pinciano, su amigo Lucas Gracián Dantisco, tal vez Góngora), Cervantes hizo las últimas gestiones para publicar su obra magna tras una larga ausencia de la república de las letras, lo logró, y vivió aquí su éxito inmediato. "Fue en Valladolid donde se vendieron, poco antes de Nochebuena de 1604, los primeros ejemplares del libro", afirmó ayer Canavaggio citando a su amigo Paco Rico.

Pregunta. ¿Cómo va la agenda del centenario?

Respuesta. He aceptado ya ir a 10 o 12 congresos y llevamos ya casi dos años de conmemoración. Cinco o seis, si sumamos Felipe II, Carlos V, Velázquez... Los centenarios son ya casi una costumbre, y lo que se espere de ellos depende de la perspectiva: profundizar en la vida de Cervantes, desarrollar nuevos caminos de interacción con el Quijote, fomentar la creación en cine, teatro y música...

P. En cuanto a la vida parece que hay aún enormes lagunas.

R. Bueno, yo soy más bien filólogo que historiador, pero es posible que en Simancas u otros archivos aparezcan documentos, aunque sobre todo tendrán que ver con sus oficios de funcionario y recaudador, sus cuentas... Su tarea como escritor es más oscura, no hay escritos, ni manuscritos... Como el cielo no deje caer algo...

P. ¿Pero hay suficiente familiaridad con el autor?

R. No, no. Conocemos su idea de la religión, pero no su intimidad religiosa, su espiritualidad... Hay años decisivos, entre 1600 y 1604, de los que no sabemos nada... No podemos explicar cómo publicó entre 1613 y 1616 las Novelas ejemplares, la segunda parte del Quijote, Viaje del Parnaso... El Cervantes íntimo se nos escapa del todo. El sujeto desapareció hace siglos, y nosotros sólo podemos hacer proyecciones a través de la ficción.

P. No parece fácil, en una obra de la que usted destaca la polifonía...

R. Sí, no sabemos si Cervantes habla detrás del Quijote, o de Sancho, o del cura... A veces creemos encontrarlo, y a la página siguiente lo perdemos. Cervantes crea seres de papel, pero da la palabra a sus personajes, no se mete, o si se mete lo hace ocultándose, o disfrazándose, nunca podemos decir "aquí está hablando, aunque sea por delegación". Si lo vamos a pensar, se escurre. Y esa polifonía es su gran hallazgo, una novedad fabulosa en la historia de la literatura.

P. Leyendo su biografía, no deja de resultar asombroso que un hombre así, soldado, funcionario, preso varias veces, sin formación universitaria, dominara de esa manera el idioma.

R. Tuvo experiencias lingüísticas extraordinarias, sus andanzas le ayudaron en eso. Habló la mezcla de idiomas en Italia, en el cautiverio de Argel aprendió la lengua franca en la que todos se entendían, a saber lo que encontraría recorriendo durante diez años los caminos de Andalucía, recogió refranes... No podemos decir que Quijote y Sancho remeden los usos lingüísticos de sus contemporáneos, pero esa reelaboración recupera toda la riqueza del habla popular.

P. ¿Qué le apasiona más del Quijote?

R. Por un lado, que es un libro escrito con una extraordinaria diversidad de estilos y registros resuelta con maestría asombrosa: sabe ensamblarlos, alternarlos... Otro hallazgo es el desdoblamiento de la perspectiva, cuando en la segunda parte el Quijote descubre que hay un libro que cuenta sus aventuras y se pregunta cómo será, si será una epopeya, y encuentra gente que lo ha leído y consideran que el personaje da risa... Ese juego especular entre representación y realidad ha alimentado toda la novela posterior. Kundera dice que los novelistas no le deben nada a nadie, salvo a Cervantes, que se lo deben todo. Joyce, El idiota, Tristram Shandy, el Dickens del Club Pickwick...

P. Lo cual aumenta el misterio sobre aquel tipo misterioso.

R. Hay muchos misterios sin aclarar, sí. ¡Pero ése es nuestro fondo de comercio!

P. Así que se puede vivir del cervantismo toda una vida.

R. De ello y por ello. Lo malo del cervantismo, del abuso de cervantismo, es que a veces los cervantistas se vuelven locos. Y no entraré en el tema de si era converso y homosexual porque no me apasiona demasiado. En caso de que se estableciera que era judío y marica, no sé si eso iluminaría algo. Me parece de un determinismo un poco somero.

Jean Canavaggio, ayer en Valladolid.
Jean Canavaggio, ayer en Valladolid.AGUSTÍN CACHO

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