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Reportaje:EL PAÍS | Clásicos españoles

'La Celestina', literatura en carne viva

Javier Rodríguez Marcos

Si los arrabales de una ciudad de la meseta castellana del Renacimiento fueran los suburbios de un pobla-chón del medio oeste americano de hoy, diríamos que La Celestina es una obra de realismo sucio. Descarnada, materialista, escéptica hasta el derrotismo y erótica hasta lo rijoso, la corrosiva visión de la realidad de la obra de Fernando de Rojas cayó en 1499 -fecha de su primera edición conservada- como una piedra en el estanque de la idealista literatura de la época. El argumento es sencillo y así lo resume la afilada prosa del propio libro: "Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda crianza, dotado de muchas gracias, de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, mujer moza, muy generosa, de alta y serenísima sangre, sublimada en próspero estado, una sola heredera a su padre, Pleberio, y de su madre, Alisa, muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido el casto propósito de ella (interviniendo Celestina, mala y astuta mujer, con dos sirvientes del vencido Calisto, engañados, y por ésta tornados desleales, presa su fidelidad con anzuelo de codicia y de deleite), vinieron los amantes y los que los ministraron en amargo y desastrado fin".

La historia es, efectivamente, sencilla y antigua: los amores desgraciados de dos muchachos de buena familia. Lo novedoso es el modo en que esos amores son manejados por Celestina, el personaje que ha terminado por dar popularmente su nombre a lo que oficialmente es la Tragicomedia de Calisto y Melibea. Hechicera, astuta, restauradora de virgos y honras y capaz de "provocar a lujuria" a las mismísimas piedras, la vieja alcahueta forma parte del exclusivo círculo de mitos literarios hispánicos en el que profesan también creaciones como el Lazarillo, Don Quijote o don Juan.

Novela y teatro, tragedia y comedia, también en cuanto al género es La Celestina un drama revolucionario, una pieza única que, según Américo Castro, no pretendía prolongar temas ni formas del pasado sino arremeter contra ellas y destruir las jerarquías sociales y literarias de la época. El resultado es, para Juan Goytisolo, uno de los novelistas actuales que más atención le ha dedicado, "la obra más virulenta y audaz de nuestra literatura".

Con esta historia que destila a partes iguales humor y sangre, ingenuidad y codicia, sabiduría callejera y alta cultura, EL PAÍS inicia su serie de Clásicos españoles, una selección de 50 volúmenes imprescindibles. Los libros se publicarán todos los lunes, martes y miércoles y podrán adquirirse al precio de un euro comprando el diario del día correspondiente. Tras la aparición de La Celestina, la colección continuará el próximo lunes, 17 de enero, con Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, al que seguirán, respectivamente, La colmena, de Camilo José Cela, y el anónimo Lazarillo de Tormes.

De la Edad Media al siglo XX, tanto la literatura clásica como la contemporánea estarán presentes en este repaso a lo mejor de las letras españolas, que reunirá también una buena muestra de los diferentes géneros literarios: el teatro, la poesía y, por supuesto, la novela. Así, los autores del Siglo de Oro -Cervantes (Novelas ejemplares), Lope de Vega (Fuente Ovejuna), Quevedo (El Buscón), Calderón de la Barca (La vida es sueño) o san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús (Poemas)- compartirán biblioteca con escritores del siglo pasado como Federico García Lorca (Poeta en Nueva York), Pedro Salinas (La voz a ti debida), Carmen Laforet (Nada), Ignacio Aldecoa (Young Sánchez y otros cuentos) o Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J. B.). Entre unos y otros, todas las épocas de la historia de nuestra literatura con sus mejores representantes: del Poema de mio Cid a Benito Pérez Galdós (Fortunata y Jacinta) pasando por el Arcipreste de Hita (Libro de buen amor), Iriarte y Samaniego (Fábulas), Leandro Fernández de Moratín (El sí de las niñas), Gustavo Adolfo Bécquer (Rimas y leyendas) o Leopoldo Alas, Clarín, (La Regenta).

Nati Mistral, en un montaje de <i>La Celestina</i> de 1999.
Nati Mistral, en un montaje de La Celestina de 1999.
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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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