"Quería hacer una novela pura y dura y creo que lo he conseguido"
Pedro Zarraluki (Barcelona, 1954) estaba ayer exhausto, pero contento. La noche del Premio Nadal fue más que larga, larguísima, y, además, acaba de salir de una gripe que le ha fastidiado las vacaciones navideñas. Hace 30 años, algunos nadales, como Nada, El Jarama o Entre visillos le ayudaron a descubrir la buena literatura. "Marcaba la pauta de los buenos libros y es uno de los premios de prestigio. Presentarme era un reto". Y ganarlo una felicidad.
El escritor, que ha publicado una docena de novelas y libros de relatos, sorprendió, en la madrugada del viernes poco después de darse a conocer el fallo, al decir que Un encargo difícil es "en realidad" su "primera novela".
Pregunta. ¿Y eso?
Respuesta. Lo que quise decir es que Con amantes y ladrones, mi anterior novela, había cerrado un ciclo, muy deudor del cuento y de la metaliteratura. Cuando Ignacio Martínez de Pisón la leyó me preguntó: "¿Y, ahora, qué harás?". Tenía razón. Me lo había pasado muy bien, pero el ciclo se había acabado.
P. ¿Y qué hizo?
R. Me planteé escribir una novela pura y dura, sin recurrir a mis juegos habituales. Creo que lo he conseguido. Yo tenía tendencia a entrar en mis novelas y opinar desde dentro, en cambio en ésta la voz del autor no se deja oír. Lo bueno de las novelas es que se cuenten a sí mismas.
P. También habló de que a través de la literatura se puede cambiar el mundo.
R. Me propuse desarrollar una tesis en la novela: el mundo en el que vivimos depende más de la generosidad, la integridad y la entrega de ciertos individuos que de las leyes que nos gobiernan.
P. Y para eso creó una situación límite.
R. Sí. La novela transcurre en el verano de 1940, un tiempo de derrotados y vencidos. Elegí la isla de Cabrera porque es un lugar cerrado, en el que creé una pequeña comunidad que vivía en las peores condiciones, en un ambiente sórdido, sin apenas abastecimiento de lo más elemental, sin justicia. E hice que se produjera una tragedia que les obligara a buscar un nuevo orden social para que renaciera la vida y la justicia.
P. Según nos han contado, el peso de la novela recae en tres personajes femeninos.
R. En dos mujeres: la dueña de la cantina de Cabrera, que es malencarada y antipática, con un marido borracho y un hijo mutilado de guerra, pero que es una bellísima persona, que ayuda a todos los de la isla. Cree que ha ganado, pero también es una vencida. La otra es su amiga, la viuda de un republicano que ha sido fusilado y que es confinada con su hija en la isla. Es una mujer culta, que llevaba una vida de cierto nivel, y que en Cabrera se ve obligada a cultivar su propio huerto, a hacer todo lo posible para sobrevivir.
P. El tercer personaje es la hija.
R. Medio niña medio adolescente, cumple 13 años durante la novela. Representa el futuro, toda la alegría posible. Es la mayor de la víctimas.
P. También hay un espía alemán.
R. Ésta es la otra parte de la novela, la que le da el título. Hace contraespionaje para Inglaterra y también trabaja para los franquistas. Lo detienen y como no saben muy bien qué hacer con él lo recluyen en Cabrera. La Gestapo presiona y los militares contratan a un hombre muy siniestro para que lo mate.
P. Un sicario.
R. Todos son víctimas, pero él es el verdugo. Lo que pasa es que cada vez le gusta menos lo que pasa, ni siquiera se gusta a sí mismo. Le resulta muy difícil cumplir el encargo... y hasta aquí puedo contar. Lo que yo he querido explicar es que es posible que de una situación de tragedia y horror puede surgir una fuerza que cree bondad y belleza.
P. Ha dedicado casi cuatro años a esta novela.
R. De ellos, un año entero a corregirla. No sé si el libro es bueno o malo, pero si no lo hubiera hecho así seguro que hubiera sido peor. Después de publicar Para amantes y ladrones, cuando pensaba por qué camino seguir, mi agente, Mónica Martín, me aconsejó que no tuviera prisa. Y así lo hice. Si antes ya era un escritor lento, ahora estoy convencido de lo bueno que es ser lento.
Babelia
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