Cómplices
Desde hace un tiempo, las noticias económicas que reciben los valencianos no son todo lo favorables que cabría desear. No vamos bien. Y eso viene a recomendarnos que hemos de rectificar. Tampoco es contraproducente saber dónde estamos y cuál es el porvenir que nos espera. Se sabe que la industria tradicional renquea, la penuria financiera acecha y las familias llegan a fin de mes con dificultad.
Podrían ser exageraciones, pero los datos son tozudos y es mejor dar solución a los problemas que aplazarlos. Además, los ciudadanos están endeudados en la misma medida que lo están las haciendas públicas cuyo déficit es considerable. Ante esta situación caben dos posturas. Una, la más sencilla, es rechazar la evidencia. La otra, pasa por el reconocimiento de la realidad, por dura que ésta sea, y esforzarse para superar las dificultades. Los empresarios, cuando tienen que hacer frente a una crisis, saben que el tiempo que se demoran en plantarle cara puede ser decisivo para conseguir la recuperación. En cambio, los políticos ven las cosas de diferente manera.
Vemos que las exportaciones valencianas pierden peso relativo en el conjunto del comercio exterior español. En los puertos valencianos crecen las mercancías que proceden de la importación y disminuyen las destinadas a la exportación. Las infraestructuras, que no son otra cosa que el equipamiento y la dotación del territorio autonómico, son el eterno agravio comparativo para poder ser rentables a precios competitivos.
Hoy, cuando vas a comprar regalos, fruta o conservas, la oferta de China, Chile y Nueva Zelanda está eclipsando las posibilidades de la producción autóctona. Hasta tal punto que nuestras industrias se aprestan a fabricar allí juguetes, zapatos, bienes de equipo y toda clase de manufacturas. Éste es un fenómeno que no remitirá y, por tanto, es sensato tomar las medidas adecuadas para superarlo. Ante los contratiempos inminentes sólo hay un método eficaz: fomentar la participación e involucrarse en la responsabilidad que a cada cual le corresponde.
Las infraestructuras son fundamentales para hacer frente a una situación difícil y la Comunidad Valenciana acusa su postergación: la construcción del metro se retrasa, el AVE probablemente no llegará en 2007 y el trazado que debería ir por el corredor mediterráneo no está iniciado. La autovía Valencia-Burdeos por Somport para conectar con Francia por Aragón, sigue paralizada, del mismo modo que están saturados los accesos a las ciudades por carretera. Los valencianos padecen una indigestión de grandes proyectos que habrán de pagar y mantener, mientras la sanidad, la cultura o la enseñanza padecen los rigores presupuestarios. La encrucijada empresarial no admite espera para confirmar el diagnóstico y pasar a la acción. Las empresas necesitan producir, vender y cobrar. La Administración no puede inhibirse. Participar a los ciudadanos las dificultades y cómo se va a llevar a cabo la recuperación es imprescindible.
Conviene afrontar el futuro confiadamente, con la convicción de que todos vemos la realidad del mismo modo. Si se habla un mismo idioma, al menos que nos sirva para entendernos.
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