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La debilidad relativa de la superpotencia americana

Ocho de cada diez estadounidenses afirman rezar cada día o cada semana, y solamente el 9% no reza nunca. Aún así, los sectores más conservadores de las iglesias cristianas de Estados Unidos han aprovechado la victoria de Bush para denunciar ahora una persecución contra la Navidad por parte de las élites y judíos seculares. Las principales cadenas de televisión norteamericanas (la Fox con especial ahínco) emiten documentales sobre la vida de Jesús y especiales sobre María y María Magdalena, e invitan a pastores de distintas iglesias a debatir el tema de la temporada: ¿Existe en Estados Unidos una conspiración en contra de la Navidad y la figura de Jesucristo? Parte del escándalo es que el alcalde de Nueva York se refirió al famoso árbol iluminado del Rockefeller Center como árbol "de fiesta" y no "de Navidad", en aras de la pluralidad religiosa que reina en la ciudad. Cuesta creer en semejante persecución en un país en el que el 84% de los adultos se declara cristiano, según Newsweek.

Los republicanos ganaron las elecciones porque demostraron tener una maquinaria electoral más eficaz
Bush deberá afrontar una situación explosiva en Oriente Medio y una fuerte presión de los sectores más conservadores en casa

Los europeos no rezamos tanto, por mucho que pese a los obispos españoles. Rece quien rece, el retroceso de los valores liberales sobre los que se fundó el mundo tras la Segunda Guerra Mundial y el descrédito de la democracia en muchas regiones obligan a Estados Unidos y a Europa a plantearse si quieren seguir liderando las relaciones internacionales juntos. La situación en Irak, la insatisfacción democrática, económica y cultural de la población en Oriente Medio y América Latina o el futuro de las relaciones con China son todas ellas cuestiones que determinarán los contornos del futuro, y que dependerán de cómo se articulen las relaciones transatlánticas. Decir que la pena de muerte o el Protocolo de Kyoto separan a Estados Unidos de la Unión Europea no es anecdótico. La pena de muerte está vigente en 38 estados de Estados Unidos y en la legislación federal. Según el Departamento de Justicia, 885 personas han sido ejecutadas entre 1977 y 2003, 65 de ellas en 2003, mientras que 3.374 esperan en el corredor de la muerte. En cuanto a la lucha contra el cambio climático, Estados Unidos se niega a establecer limitaciones a pesar de producir casi el 30% de las emisiones. El economista Jeffrey D. Sachs apuntaba recientemente una curiosa correlación entre los estados de Estados Unidos que menos gases de efecto invernadero emiten y los estados que votaron a Gore en el 2000 y ahora a Kerry.

La victoria de Bush ha corroborado los peores demonios desatados por la guerra y ocupación de Irak, aunque en realidad, las pasadas elecciones consolidan la misma tendencia que hace cuatro años: un país muy polarizado electoralmente, con dos grandes partidos empatados, y un presidente que parece consolidar una base electoral basada principalmente en varones blancos del centro y sur del país, una mayoría de los cuales afirma ir a misa y no tener estudios superiores. Sin embargo, George W. Bush no ganó las elecciones por el apoyo de las Iglesias Evangélicas como se ha dicho. El voto religioso no es suficiente para explicar el resultado final; el cristianismo forma parte de los mitos fundacionales de la nación americana, y no hay nada nuevo en la mencionada extensión y emergencia de la fe cristiana.

Los republicanos ganaron las elecciones porque demostraron tener una maquinaria electoral más eficaz, engrasada a nivel local durante los largos años de Clinton como presidente. El factor divisorio en la cultura política del país podría estar en la visión de la presidencia: para los votantes demócratas, el presidente es un servidor público que resuelve problemas, para los republicanos, el mejor presidente sería el que encarna una serie de valores. La creencia de Bush en la infalibilidad de los valores americanos, acentuada por su renovada fe cristiana y por la abrumadora superioridad militar de Estados Unidos y el efecto "11 de Septiembre", podría jugarle una mala pasada.

La hemeroteca confirma que las segundas legislaturas son mucho más duras para el presidente reelegido, preocupado por pasar a la historia mientras las miradas se concentran en los candidatos venideros. Pero además, algunos indicios sugieren una relativa debilidad de la superpotencia. Por un lado, las alarmas han saltado por la posibilidad de que Rusia, Indochina y China diversifiquen sus reservas de divisas en favor del euro. Teniendo en cuenta que China tiene la mayor reserva extranjera de dólares después de Japón, que tres quintos del déficit fiscal de Estados Unidos son financiados por las reservas de divisas de bancos centrales extranjeros, y que el déficit corriente de EEUU podría alcanzar el 8% del PIB en 2008, no le será fácil a Bush cumplir sus promesas de reforma de la seguridad social y mantenimiento de su política fiscal.

Por otro lado, la probable entrada en vigor en enero o febrero del Protocolo de Kyoto podría deparar algunas sorpresas. El único tribunal internacional respetado por Estaos Unidos -el panel de resolución de conflictos de la Organización Mundial del Comercio (OMC)- ha reconocido que las denuncias por competencia desleal podrán basarse en instrumentos del derecho internacional producidos por otros órganos. Por tanto, en el futuro, Estados Unidos podría ser demandado ante la OMC en virtud del Protocolo de Kyoto por la competencia desleal de una industria del algodón cuyas fábricas no están sujetas a limitaciones de emisiones de CO2, por citar un ejemplo. La desconfianza y el cumplimiento/violación selectivo del derecho internacional de la actual administración no ha logrado evitar la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto ni el establecimiento del Tribunal Penal Internacional, y el horror de las torturas de Abu Ghraib ha desvelado con toda crudeza el resultado de crear territorios al margen del derecho internacional al estilo Guantánamo, como acaba de constatar el Tribunal Supremo británico.

Bush deberá afrontar una situación explosiva en Oriente Medio y una fuerte presión de los sectores más conservadores en casa, y se arriesga a ser el presidente que pilote la nave en tiempos de creciente debilidad, incapaz de convencer de la bondad de sus valores y acciones, por muy inteligentes que sean sus misiles. Enfrente, o al lado, tendrá una Unión Europea de hasta 28 miembros con una nueva Constitución y una cultura política cada vez más secularizada y globalizada. Se avecina una situación muy distinta a la que condujo a Roosevelt y Churchill a firmar la Carta Transatlántica hace 60 años, un mundo diferente.

Borja Bergareche es abogado.

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