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Reportaje:

Fotos de Abu Ghraib en el malecón de La Habana

Cuba y EE UU se 'felicitan' la Navidad con carteles de propaganda en torno a la legación de Washington

Las relaciones entre La Habana y Washington son desde hace 45 años un polvorín cargado de tensiones. Pero también rebosado de situaciones paradójicas que a veces, como en estos días, llegan al borde del delirio. El jueves, mientras la isla entera era escenario de las gigantescas maniobras militares Bastión, organizadas "ante las continuas agresiones y amenazas de EE UU", Fidel Castro se reunió con más de 300 empresarios norteamericanos, en su mayoría granjeros y agricultores de Estados donde George W. Bush arrasó en las elecciones.

Castro, todavía convaleciente de una operación de rodilla, les arengó desde una silla de ruedas durante casi cuatro horas y les felicitó por los contratos firmados esta semana con la empresa estatal ALIMPORT, alrededor de cien millones de dólares que Cuba pagará a tocateja. El líder comunista, de 78 años, les garantizó que "ni un dólar" de los que se utilizarán para pagarles ha salido de "negocios sucios", como afirma la Administración de Bush.

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A la misma hora en que 100.000 soldados y cientos de tanques participaban en las maniobras Bastión, en el Palacio de las Convenciones, donde habitualmente se reúne el Parlamento socialista, se celebraba el singular encuentro. Los hombres de negocios pudieron viajar a la isla en virtud a una grieta del embargo, abierta hace tres años tras el paso por Cuba de un devastador huracán, que permite las ventas de alimentos y productos agrícolas siempre y cuando La Habana pague en efectivo y sin financiamiento de bancos estadounidenses. Castro, relajado y de buen ánimo, se refirió a las últimas restricciones de la Administración de Bush y agradeció a los empresarios "la firmeza con que han estado luchando" contra los intentos de obstaculizar los intercambios financieros con la isla.

Les recomendó tranquilidad. "No le están haciendo daño a nadie, no le están haciendo daño a su país", les aseguró Castro. En el transcurso de sus reflexiones el mandatario recibió una llamada de su homólogo venezolano, Hugo Chávez, desde Brasil para informarle de que Venezuela entraría en el Mercosur. Mientras hablaba por un teléfono móvil, Castro le comentó que estaba reunido con 300 empresarios norteamericanos, y le dijo que si quería que les transmitiese algún mensaje. A través de su amigo, Chávez les invitó a viajar a Venezuela para que contribuyesen con sus negocios al Plan Barrio Adentro, que suministra alimentos a bajo precio a los más pobres.

Por si fuera poco para un día, horas después de las palabras del líder comunista a los empresarios capitalistas, las autoridades cubanas instalaron frente a la representación diplomática de EE UU, en el malecón, una valla propagandística de 20 metros de largo con fotografías de presos torturados en Abu Ghraib (Irak) y con la frase: "Fascistas made in USA". En otro cartel cercano, más fotos estremecedoras y una pregunta: "Happy New Year?"; a continuación, entre esvásticas, los nombres de Abu Ghraib, Faluja, Kirkuk y Guantánamo.

Los cartelones revolucionarios no eran gratuitos, sino la respuesta a los adornos colocados recientemente en sus jardines por la Oficina de Intereses de EE UU en La Habana, con motivo de la Navidad. Al lado de un inocente Papá Noel y de un gigantesco muñeco de nieve, los diplomáticos instalaron un adorno navideño muy especial: un gran número 75, en alusión al número de disidentes sentenciados el año pasado en la isla a largas condenas de privación de libertad, acusados de "conspirar" con EE UU y de atentar contra la independencia del Estado.

Por supuesto, los turistas que pasaban ayer por el malecón no se enteraban del porqué de aquel gran 75 ni de la valla con fotos de presos encapuchados y heridos situada en frente. Una canadiense exclamó: "Estéticamente éste es horroroso, y el 75, todavía peor". En ese momento, una pareja de recién casados cruzó por el paseo marítimo en un Chevrolet descapotable de los años cincuenta. Aquellos jóvenes cubanos, quizá un símbolo de los 11 millones que viven en la isla y del millón y medio residente en EE UU, ni vio las pancartas. Sólo se besaron, mientras el chófer hacía sonar la bocina del auto.

Pancarta con fotografías de torturas en Abu Grhaib y una esvástica ante la oficina de EE UU en La Habana.
Pancarta con fotografías de torturas en Abu Grhaib y una esvástica ante la oficina de EE UU en La Habana.EFE

La cirujana vuelve a casa

La neurocirujana cubana Hilda Molina salió el jueves de forma imprevista de la Embajada argentina en La Habana tras pasar más de 24 horas en la misión diplomática, donde, según se dijo en un principio, se había refugiado con el fin de presionar a las autoridades para que le permitiesen salir de la isla. En su casa de La Habana, Molina declaró que nunca pidió asilo político y que no creyó que su caso provocara un incidente diplomático entre ambas naciones.

La doctora aseguró que había pasado la noche del miércoles en la Embajada porque su madre se sintió indispuesta durante una visita en la que se le comunicó la negativa del Gobierno de Fidel Castro a permitirle viajar a Buenos Aires para reunirse con su hijo y sus nietos, de nacionalidad argentina. El caso de Molina, por quien se interesó personalmente el presidente argentino, Néstor Kirchner, ha provocado una crisis diplomática entre los dos países.

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