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Entrevista:JOSTEIN GAARDER | Escritor

"Necesitamos una declaración universal de deberes para el siglo XXI"

Jesús Ruiz Mantilla

Jamás pensó que la filosofía podría llegar a ser superventas, pero Jostein Gaarder (Oslo, 1952) ha aprendido en carne propia. Cuando escribió El mundo de Sofía (Siruela) en 1991 nunca sospechó que aquel viaje que emprende esa adolescente a bordo de preguntas cruciales por toda la historia de las ideas se pudiera leer más que en noruego. Pero el libro era demasiado bueno y tenía un planteamiento de imaginación tan desbordada que ha sido traducido a 57 lenguas y se ha convertido en manual para estudiantes de todo el mundo por su valor pedagógico. Hace ahora diez años que apareció en España y Gaarder vuelve con su lengua disparada, su entusiasmo combativo y su idealismo reactivado, a Madrid para celebrarlo y hablar también de libros más recientes y más antiguos que El mundo de Sofía, como es el caso de La joven de las naranjas, su última novela, o Los niños de Sukhvati, escrito antes que su gran éxito y que aparece ahora por el empeño de la editorial Siruela en publicar toda su obra. "El libro me abrió todas las puertas. Si no fuera por él, ahora mis otras obras no se traducirían a 30 idiomas y no se publicarían otros como Los niños de Sukvahti, del que, sinceramente, no me acuerdo ni del argumento", dice.

"Mucha gente me echa en cara que me pregunte tantas cosas si no existen respuestas. Pero yo creo que sí las hay"
"El mundo de Sofía' me abrió todas las puertas. Si no fuera por él, ahora mis otras obras no se traducirían a 30 idiomas"
"En esta época hubiera enfocado el libro de manera diferente. Tenemos demasiadas referencias culturales y pocas naturales"

Pregunta. Sofía irrumpió en España con sus preguntas fundamentales para la existencia hace diez años. ¿Ha encontrado alguna respuesta?

Respuesta. Mucha gente me echa en cara que me pregunte tantas cosas si no existen respuestas. Pero yo creo que sí las hay. Ahora me interesa la ciencia, leo sobre el ADN o el Hubble. Antes era ridículo preguntar qué escondía la cara oculta de la luna pero ahora vas a cualquier librería de Madrid y en cualquier libro encuentras fotografías de toda su superficie. Ésas son las cosas que me interesan; ahora, en vez de la filosofía, prefiero la astronomía, la naturaleza.

P. ¿Quiere eso decir que Sofía se haría hoy otras preguntas?

R. En esta época lo hubiera enfocado de manera diferente. Los hombres tenemos demasiadas referencias culturales y pocas naturales. Yo soy un ser vertebrado y habría planteado formas para evitar la destrucción de nuestro medio. Debemos cuidar nuestros patrimonios culturales de más de 2.000 años, pero también las especies de animales que llevan con nosotros millones de años. Es bueno leer, pero también debemos apartar la vista de los libros a veces y mirar más a los árboles. Además de ir al Museo del Prado, deberíamos pasear más por el Retiro o por el Jardín Botánico.

P. La naturaleza nos plantea cuestiones más cambiantes que la filosofía, como usted deja de manifiesto en su capítulo sobre Platón y los moldes de las galletas. ¿Ha acabado por aburrirse?

R. Platón era un filósofo muy estático, poco fluido. Hoy, El mundo de Sofía trataría cosas más dinámicas también. Sobre el medio ambiente y sobre el terrorismo. Creo que debemos derrotar al terrorismo, pero preguntándonos si la manera en que se está haciendo es la mejor. Debemos intentar combatirlo pero también preguntarnos por qué se produce. Si una niña estuviera jugando ahora aquí con un gato y de pronto apareciera una pelota, el gato se iría corriendo detrás pero la niña miraría hacia atrás para ver quién la ha lanzado. Con el terrorismo habría que hacer las dos cosas: ir detrás y comprender por qué se hace.

P. ¿Un combate constructivo?

R. Un cambio de algunos planteamientos. Si el siglo XX fue el de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el XXI debe ser el de la Declaración de Deberes. Necesitamos fijar más responsabilidades en tratados internacionales. Reclamar más medio ambiente que ética. Nuestra ética debe basarse en no desear a los demás lo que no queremos para nosotros y ser conscientes de que lo mismo que no nos hubiera gustado que nuestros antepasados talaran nuestros bosques, a los que vengan detrás, tampoco.

P. Hoy, al interés por la filosofía de la década pasada le ha desbancado la pasión por las religiones con libros como El código Da Vinci. ¿Se esperaba este cambio de luz por tinieblas?

R. No, no me lo esperaba. Aunque a mí ha dejado de interesarme también la filosofía. Leo ensayos científicos y, claro, alguna novela. Aunque debo decir que las cosas que antes nos planteábamos dentro de la filosofía están hoy en ese otro campo, incluso la existencia de Dios.

P. Esa explosión de interés por temas religiosos ha prendido especialmente en Estados Unidos, donde también han prevalecido esos principios a la hora de votar. ¿Se explica ahora por qué en EE UU su libro se vendió menos que en otros países?

R. Es un mito que se vendiera poco. En relación porcentual es cierto, pero llegaron al millón de ejemplares. Aunque puede que sí haya relación. Allí la religión es poderosísima y se utiliza como herramienta política con argumentos que no acabo de comprender. Para mí, Jesucristo fue un maestro moral y su gran hallazgo es la teoría de la compasión. Justamente esa palabra es la que no acabo de asociar con la política de Bush.

P. Dice estar harto de la filosofía, pero en un mundo de nuevo polarizado entre los avances científicos y la cerrazón de las iglesias, ¿no debería aparecer la filosofía como intermediaria o como freno a los fanatismos?

R. Probablemente. Creo que uno de los éxitos del libro se debió a la secularización de las sociedades. La gente buscaba alternativas a las ópticas religiosas. Cuando lo publiqué en Noruega, un periódico tituló: "La filosofía, el rock and roll de los noventa". Ahora, eso ha pasado.

P. También hay una vuelta a la fantasía con fenómenos como Harry Potter.

R. Estoy a favor de Harry Potter. ¿Sabes que antes las niñas leían más que los niños y ahora, gracias a Potter, hemos vuelto a lograr muchachos que leen? Es un cuento de magia moderno y los que lo leen vuelven a las librerías a comprar otros cuentos.

P. Todo vale para fomentar la curiosidad. Por cierto ¿cuándo empezó usted a hacerse esas preguntas tan raras?

R. Los hombres nacemos curiosos y filósofos. Yo, a los 11 años empecé a inquietarme, a sospechar que la vida es un misterio y eso ha marcado toda mi existencia. Cuando se lo planteaba a mis padres o a los profesores, a quienes preguntaba si no se daban cuenta de lo extraño que es que existamos, me respondían que me calmara y dejara de plantearme esas cosas. Tenían miedo de que me volviera loco. Ahora creo que todos los libros que he escrito son una forma de venganza de que no me aclararan nada.

Jostein Gaarder, ayer en Madrid.
Jostein Gaarder, ayer en Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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