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La tortura es aún sistemática, pese a la política de "tolerancia cero"

Xavier Vidal-Folch

"Las autoridades han adoptado una política de tolerancia cero respecto a la tortura y algunos responsables de torturas han sido ya castigados", reza el informe de la Comisión Europea del pasado 6 de octubre. Es cierto.

"La tortura ya no es sistemática, pero continúan produciéndose numerosos casos de malos tratos incluyendo torturas", continúa. Este carácter residual de la tortura ya es menos cierto. "La tortura continúa siendo un problema grave en nuestro país", puntualiza Levent Korkut, de Amnistía Internacional.

"Se considera que la tortura es sistemática si es continua, extendida e intencionada; los tres criterios se cumplen por desgracia en Turquía", lamenta Yavuz Önen, de la Fundación Turca de Derechos Humanos. Apoya su conclusión en que esta organización haya recopilado y documentado 597 casos de torturas entre enero y septiembre de este año, aunque la mitad correspondan a ejercicios anteriores.

Ahora bien, Onen sostiene que este hecho "no debe ser utilizado como un obstáculo para atrasar el inicio de negociaciones" con la UE, porque el Gobierno es serio en su compromiso de erradicar los malos tratos y porque el proceso de acercamiento a la Unión "está siendo extraordinariamente beneficioso para nuestras libertades".

El caso kurdo

Más de dos tercios de estos casos se han detectado en la zona kurda. Sus habitantes (unos quince millones, faltan estadísticas fiables) empiezan a recuperar ahora derechos cívicos y culturales. Así, las recientes reformas legislativas les otorgan el derecho a utilizar en los tribunales un intérprete a la lengua kurda. Y ya hay cinco colegios privados donde se enseña el idioma, que también se asoma a los medios audiovisuales, todo ello de forma incipiente y precaria.

Se trata más bien de una despenalización que de un reconocimiento pleno de derechos. Pero por algo se empieza en un asunto que continúa siendo una herida abierta: los conflictos violentos de los años ochenta entre los secesionistas kurdos y el Ejército (o los "actos terroristas", si se prefiere emplear el calificativo canónico) causaron más de 30.000 muertos.

Tan abierta está la herida que los liberales más recalcitrantes de la burguesía estambulita (olvídense de la capital Ankara a estos efectos) son los únicos que no parpadean si se les interroga por "los kurdos": la mayor parte de la clase dirigente niega su existencia, al punto de calificarlos como "ciudadanos turcos de origen turco" o de "habitantes del Sureste" del país. Si alguien se refiere al Kurdistán turco (hay kurdistanes también en los países vecinos) se interpreta que es prosecesionista o más directamente, partidario del terrorismo.

Una exigua minoría, como la representada por la Fundación Tesev, aduce tímidamente que ya "no es ilegal pensar en una autonomía política y cultural como en España" para resolver el problema de la colectividad kurda. Pero que no sea ilegal no significa que la proponga.

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