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Columna
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El dardo en la enseñanza

José Luis Ferris

Por decir, cualquier zangolotino puede decir cuando le plazca que Burundi va bien o que España es el paraíso. Lo que ocurre es que estas afirmaciones tan felices hay que demostrarlas o, al menos, someterlas a la prueba del algodón. Y el algodón más eficaz para estos casos es el de realizar un sucinto chequeo a la enseñanza del país en cuestión. Basta con elaborar un buen informe sobre el nivel de conocimientos de los alumnos de primaria y secundaria para hacernos una idea de la situación cultural de todo un pueblo, de su posición económica o de la aptitud o inaptitud de sus gobernantes.

Por supuesto que no tengo la fórmula de la felicidad, ni tampoco la clave que resuelva el conflicto educativo (en ese caso no escribiría columnas, sino planes de reforma en un despachito ministerial), pero me gusta imaginar un país en el que la educación sea plenamente gratuita (alimentación y transporte incluidos), independiente e igualitaria. Un país donde los educadores cuenten con una sólida formación académica y amplias facilidades para actualizar sus conocimientos y sus necesidades profesionales. Un país donde la escuela, el instituto, participe vivamente en el medio social del que forma parte. Un país que revise y solucione diariamente sus defectos, que realice un seguimiento exhaustivo de su estructura educativa, que aplique soluciones sobre los alumnos más débiles o conflictivos, que preserve la calidad y la integración, que proporcione medios, material, espacios e infraestructura para que la enseñanza no tenga más obstáculos que un día de tormenta. Un país, en fin, cuyas leyes, cuyas reformas educativas, se asienten con firmeza sobre la realidad, tengan verdad y futuro (estamos hartos de castillos en el aire) y ese punto de utopía que nos hace mirar hacia delante y levantarnos cada mañana algo ilusionados. Sólo así, fomentando desde la educación elemental el gusto por la lectura, por la comprensión oral y escrita, garantizando la estabilidad laboral y económica de los profesores, creyendo en ello, podremos decir algún día que España va de puta madre.

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