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LA INVESTIGACIÓN DEL 11-M
Columna
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Sin rencor, con humildad

Hay una paradoja en el adiós de Aznar: su derrota se produce cuando triunfa su política en aquello que, según dijo ante la Comisión del 11-M, fue su principal objetivo como gobernante: la derrota de ETA. Algo que está a punto de ocurrir por efecto, en buena medida, de iniciativas de su Gobierno. Especialmente, acabar con los contactos que alimentaban la esperanza etarra de forzar una negociación política; y abrir paso a la ilegalización de Batasuna. Lo primero acabó provocando en el entorno de ETA la conciencia de la falta de objeto político de la violencia; y lo segundo, creando las condiciones para que dejen de coincidir los intereses de Batasuna y los de ETA, paso previo a la ruptura de ese entramado. Ambas iniciativas fueron adoptadas con la oposición de los nacionalistas, lo que torna irónica la apreciación del diputado Olabarria al considerarle "no idóneo" para dirigir la lucha antiterrorista por su condición de víctima.

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La lucha contra ETA es el punto fuerte de Aznar, y el débil, su incapacidad para defender algo sin arremeter contra alguien. Eso gusta a su parroquia, pero le lleva a posiciones imposibles, como la que derivaría, tomada en serio, de la teoría del complot de terroristas, políticos y periodistas para derribarle. Ahora parece haber llegado a la conclusión de que para demostrar que el Gobierno no mintió tiene que descubrir la existencia de conexiones entre los autores de la matanza y ETA. El lunes pasó de considerar esa conexión una hipótesis a darla por un "hecho incontestable". El delirio persecutorio afecta a personas que se pasan todo el día "interpretando lo que sucede a su alrededor como constantes indicios de que es la víctima perseguida. Ahora sabe perfectamente lo que le pasa y lo que pasa en torno suyo, y se explica todo lo que antes le parecía inexplicable". (E. G. Duro: La paranoia. Temas de hoy. 1991).

Aznar es (como Camacho, el ex entrenador del Madrid) un falso duro. Así lo dejó traslucir en su queja de que habiendo pasado "la experiencia más dura" de su vida, nadie (es decir, Zapatero) le haya llamado luego para tenerle al corriente de los avances en la investigación. La crueldad contra el vencido es máxima en la política española, que sólo deja dos opciones: la ofensa o el olvido.Tiene que ser fuerte la tentación de escapar de esa realidad volviendo al punto en que se iniciaron sus desgracias, con la esperanza de que el desenlace sea diferente. "La psicosis tiende a compensar la pérdida de realidad mediante la creación de una nueva realidad exenta de los motivos de disgusto que la anterior ofrecía" (S. Freud. La perdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis. 1924. Alianza, 1988).

Pero en todo delirio hay un punto de conexión con la realidad. Ese punto es lo sucedido en la jornada de reflexión. Nadie ha respondido convincentemente a la petición de explicaciones de Aznar. Miles de personas ante las sedes del PP llamando asesinos a los miembros de ese partido es un hecho grave; es lo mismo que gritaron (además de fascistas) los que en la primavera de 2003 asaltaron decenas de sedes del PP en protesta por la intervención en Irak (y a Aznar y su mujer al votar el 14-M). Zapatero condenó los asaltos de entonces, y no es cierto, como le acusa el PP, que organizara el acoso del sábado de reflexión. Pero tampoco convocó a los medios para decir que consideraba injusto llamar asesinos a los del PP y que fascistas eran los que intentaron quemar sus locales, ni para desautorizar claramente las concentraciones del 13-M. Ese día se sentó un precedente que ojalá no sea invocado en el futuro para justificar concentraciones similares, con cualquier pretexto, ante las sedes socialistas.

Dentro de 11 días, Zapatero comparece ante la comisión del 11-M. Sería la ocasión para que, sin rencor, con humildad, mirando al futuro, pensando en evitar volver a una dinámica como la del periodo 1993-96, se diferenciase, como ayer reclamó Moratinos, de su antecesor, incapaz de reconocer error alguno, y diga que eso, el acoso a las sedes al grito de asesinos, estuvo mal, y que tal vez debió haberlo dicho en su momento.

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