El Gobierno francés descarta la tesis del envenenamiento de Arafat
El líder palestino murió por "múltiples embolias" y lesiones hepáticas
El Gobierno de París insistió ayer en la imposibilidad de levantar el secreto médico sobre Yasir Arafat, pero doctores "civiles y militares" dieron indicaciones oficiosas sobre lo que tienen prohibido explicar en público. Esos médicos, citados por Le Monde, aseguran que la pista del posible envenenamiento "concluyó de forma negativa" y atribuyen la agravación de Arafat a "lesiones de las células hepáticas, más o menos asociadas al síndrome de coagulación intravascular diseminada", que produce "múltiples embolias microscópicas" en la sangre.
Tras los datos conocidos ayer, las novedades sobre la hospitalización de Arafat se sintetizan así:
- Coagulación. Los médicos apreciaron el síndrome de "coagulación intravascular diseminada" (CIVD) desde el ingreso del paciente, el 29 de octubre. Se trata de una perturbación sanguínea de consecuencias potencialmente gravísimas, porque altera por completo los mecanismos que aseguran el equilibrio de los procesos fisiológicos de la coagulación de la sangre.
- Hemorragias. El problema de coagulación descrito no es una enfermedad, sino el síntoma de una patología, cuyo origen, infeccioso o cancerígeno, no pudo ser determinado por los médicos. Trabajaron ampliamente "con técnicas sofisticadas" sobre el posible envenenamiento, pero la conclusión fue negativa. En todo caso, ese síndrome se caracteriza por "una multitud de embolias microscópicas" en la circulación sanguínea que, sin una terapéutica adecuada, avanza con rapidez y provoca hemorragias importantes.
- Cirrosis. Los médicos dicen haberse dado cuenta rápidamente de la existencia de lesiones hepáticas. Pero no pudieron practicar una biopsia del hígado -precisamente a causa de los riesgos de hemorragia-, de modo que no hubo un diagnóstico de cirrosis stricto senso. Pese a ello, "se puede descartar claramente un origen alcohólico" del problema hepático, según un médico militar.
- Falta de antecedentes. Los doctores franceses que atendieron a Arafat no consiguieron que se les comunicaran los antecedentes médicos del líder palestino, pese a que los pidieron. Es decir, partieron prácticamente de cero desde el momento del ingreso de Arafat en el hospital militar Percy.
De los problemas sanguíneos se habló bastante durante la hospitalización de Arafat, aunque ahora se conocen más detalles; por el contrario, las complicaciones hepáticas fueron mantenidas en secreto hasta que el semanario Le Canard enchaîné habló ayer de ellas, explicando que la ocultación se debió al temor a un escándalo, dada la facilidad con que el público identifica "cirrosis" con "abuso del alcohol". Las fuentes oficiosas descartan el alcohol como causa de las perturbaciones hepáticas, si bien queda una zona de sombra, porque ellas mismas reconocen la falta de un diagnóstico preciso.
El portavoz del Gobierno, Jean-François Copé, negó ayer implícitamente la tesis del envenenamiento, al tiempo que insistía en que sólo la familia puede conocer el informe médico. Para negar el envenenamiento, sin tropezar en la proclamada prohibición, el portavoz recurrió a la siguiente fórmula: "Si los médicos hubieran tenido la menor duda (sobre las causas de la muerte), lo habrían denunciado a la justicia".
Tanto él como el ministro de Sanidad, Philippe Douste-Blazy, insistieron en que la ley impide a los médicos franceses la revelación de datos de los pacientes, salvo a la familia.
Una delegación palestina anunció ayer su intención de viajar a París para volver a los territorios con el informe médico sobre Arafat en su equipaje. Sería un modo de cortar los rumores, pero los portavoces del Gobierno francés se mantuvieron ayer en la tesis de que eso es imposible.
El portillo de salida a esta situación podría ser Nasser al Qidua. Este hombre reúne la doble condición de sobrino de Arafat y representante de los palestinos ante Naciones Unidas; es decir, es miembro de la familia, al tiempo que implicado en el órgano político. Pero esto depende de la actitud de la viuda, Suha Arafat, que no ha revelado sus intenciones y a la que, por lógica, corresponde en primer lugar el derecho de solicitar el informe médico de su marido.
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