El zorro acaba con la flema inglesa
WALTER OPPENHEIMER | Londres
La caza del zorro es uno de los pocos asuntos que pueden sacar de quicio a un inglés sobrio. Desde que el Gobierno laborista empezó su campaña para prohibir este deporte -demasiado sanguinario para la población urbana porque son los lebreles, y no el cazador, quienes acaban a dentelladas con la vida del zorro acorralado-, el antagonismo entre las partes no ha hecho más que crecer.