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Reportaje:

El zorro acaba con la flema inglesa

El país se polariza entre partidarios y detractores de la caza del animal

La caza del zorro es uno de los pocos asuntos que pueden sacar de quicio a un inglés sobrio. Desde que el Gobierno laborista empezó su campaña para prohibir este deporte -demasiado sanguinario para la población urbana porque son los lebreles, y no el cazador, quienes acaban a dentelladas con la vida del zorro acorralado-, el antagonismo entre las partes no ha hecho más que crecer. Las primeras iniciativas de prohibición se remontan a 1949. La que impulsa el Gobierno de Tony Blair vuelve hoy a la Cámara de los Lores, y mañana, a los Comunes.

"Hay 68.000 empleos en este país que dependen de la caza del zorro y no existe ninguna razón para prohibirla por cuestiones de bienestar animal; dos tercios de los veterinarios creen que la prohibición será mala para el bienestar de los animales", afirma Darren Hughes, portavoz de la Alianza del Campo. Heterogénea mezcla de terratenientes, aristócratas, profesores universitarios, yuppies de la City londinense y campesinos, la Alianza logró congregar en Londres a 400.000 manifestantes en defensa de la caza en septiembre de 2002. "Los laboristas lo ven como una cuestión de clases sociales; los obreros, poniendo en evidencia lo perezosa que es la aristocracia. Para ellos es una venganza por la huelga minera de 1982", añade.

En el siglo XIX se prohibieron deportes violentos de la clase obrera, pero éste es para privilegiados
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La doctora Emma Griffin, especialista en deporte y ocio del Sydney Sussex College, de la Universidad de Cambridge, opina que la crispación tiene que ver "con la prohibición de otros deportes sanguinarios", como la lucha de gallos o el que consistía en atar un toro a un palo y azuzar a los perros para que lo atacaran; el perro más agresivo era el ganador. "La mayoría de los deportes prohibidos en el siglo XIX eran practicados sobre todo por la clase obrera.La caza del zorro es un deporte muy caro, para privilegiados. Y la clase trabajadora quiere que se prohíba. Hay en ello algo, si no de revancha, sí de guerra de clases. Al mismo tiempo, hay una oposición entre la población rural y la urbana. La mayoría de los deportes de la clase obrera suprimidos eran sobre todo urbanos; tanto las peleas de gallos como los ataques con perros a toros se practicaban en la ciudad".

Roger Scruton, conservador, granjero y profesor de filosofía en la Universidad de Buckingham, ha sido el gran animador de los debates sobre la caza del zorro en Open Democracy, una organización que utiliza Internet para fomentar el debate político y cultural. Scruton admite que en torno a la caza del zorro "se produce una cosa muy extraña, una pérdida de la serenidad inglesa". "En parte tiene que ver con el hecho de que, como otros países europeos, estamos viviendo un periodo de declive religioso".

Scruton cree que la actitud del Gobierno "pone en cuestión la democracia". "John Stuart Mill dejó muy claro que democracia no es lo mismo que tiranía de la mayoría, que es lo que estamos presenciando, con los Comunes negándose a aceptar ningún punto de vista distinto al suyo ni ninguna limitación a su poder legislador", explica. "La caza del zorro es tan importante para la gente del campo como el fútbol para los de la ciudad", sostiene. "Las minorías merecen protección cuando las decisiones afectan a su modo de vida y no sólo a algo tangencial", agrega.

Y recomienda la lectura de La caza, de Ortega y Gasset: "Ortega describe la caza en ese libro de una manera interesante y clarificadora y a los españoles les ayudaría a comprender el estado mental de la gente que la apoya".

Una partida de cazadores de zorros, con sus lebreles, en Escocia.
Una partida de cazadores de zorros, con sus lebreles, en Escocia.REUTERS

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