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Reportaje:

La albariño

Vinos blancos de castas blancas, no olviden que también se elaboran mostos blancos de variedades tintas. Esta sigue siendo la asignatura pendiente de nuestro país, donde los tintos siguen reinando en las mesas y en el campo.

Dentro de nuestras variedades blancas autóctonas, la albariño puede ser la única que haga sombra a la mítica chardonnay y a la embrujadora riesling. Como así lo demuestran las elaboraciones últimas donde la albariño empieza a besar el roble, dando más complejidad y estructura a sus vinos, en un afán por darles longevidad.

La zona de cultivo de esta variedad se extiende por las comarcas gallegas de Salnés, en cuya capital vinícola, Cambados, se celebra todos los agostos la Festa do viño Albariño. En Portugal, al otro lado del Miño, encontramos la cepa alvarinho en la reconocida región de vinos verdes, de cuya variedad proceden los excelentes blancos de Monçao.

Hacia el siglo XII, se dice que fue traída a Galicia por un monje de Cluny, en ruta jacobea desde las orillas del Rin. Fueron los monjes, alrededor de los monasterios, los grandes impulsores del cultivo de la vid en aquellos tiempos de migraciones, reformas e inicio del Camino de Santiago. Si se tiene en cuenta la magnífica adaptación de esta variedad blanca a los climas fríos y húmedos, de cortas insolaciones, de tacto glicerinoso y rasgos florales muy similares a los de las vides germánicas, lo que la situá entre una riesling y una pinot alsaciana, no resulta muy inverosímil la hipótesis de su parentela con las vides propias de la zona franco-germánica.

Es cepa vigorosa, erguida, de hoja pequeña con haz verde brillante y envés arañoso, que alcanza rendimientos en torno a los 10.000 kilos por hectárea. La variedad albariño encuentra su hábitat natural en el ecoclima atlántico. Temperaturas suaves por la cercanía del mar, lluvias abundantes y ambiente soleado son las características climáticas idóneas para que la cepa alcance su mayor potencialidad cualitativa. El racimo es de tamaño pequeño, doble con alas o cónico corto. El sabor de su baya, mediana, de forma ovoide acuminada y de color verde amarillento, es algo especial, con un aroma algo afrutado. Crece en terrenos arenosos, poco profundos y ligeramente ácidos, aunque también se adapta a los suelos sólidos y frescos, siempre que no sean húmedos. El periodo vegetativo es de una brotación temprana y madurez media.

Produce vinos exquisitos, característicamente aromáticos, de magnífico equilibrio y excelente paladar. Los mejores albariños, de color amarillo verdoso, desprenden elegantes aromas florales y especiados. Son frescos al paso por boca, con un tacto glicerinado y sabroso, dejan un gusto aterciopelado y destacan por su amplitud de matices y su marcada acidez.

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