El envejecimiento de la población activa se convierte en una seria amenaza para el campo andaluz
El 56% de los agricultores supera los 55 años y el sector perdió 8.275 trabajadores en 2003
El envejecimiento de la población activa se ha convertido en una seria amenaza para el futuro de la agricultura andaluza. El sector perdió el año pasado 8.275 activos, mientras que el 56% de los ocupados en el sector primario tienen más de 55 años y apenas el 4,5% tienen menos de 35 años. Por si fuera poco, la agricultura tiene la tasa más alta de temporalidad, con el 77,66%. Las organizaciones agrarias creen que la alternativa para cambiar esta tendencia es aumentar la rentabilidad de la actividad agraria e incentivar el poblamiento del medio rural, sometido a un fuerte éxodo en las últimas décadas.
El sector primario andaluz registró un descenso en la ocupación del 1,83% en 2003 respecto al año anterior, lo que se tradujo en 4.775 empleos menos. Con todo, ese retroceso fue inferior al registrado en 2002, cuando se perdieron 11.000 empleos. Pero a este dato hay que unir la disminución que experimentó la población activa durante el año pasado, con 8.275 activos menos, algo que el Consejo Económico y Social (CES) de Andalucía achaca, principalmente, al envejecimiento de la población. Pero también al trasvase entre sectores, pues el resto de actividades económicas aumentaron considerablemente el número de activos. La construcción es el sector que más se beneficia de ese trasvase.
En su informe sobre la situación socioeconómica de Andalucía en 2003, el CES constata que el empleo sólo creció en la agricultura en las provincias de Córdoba, Almería y Granada. El sector primario concentró el año pasado el 20,5% del desempleo andaluz, aunque la tasa de paro se redujo levemente, un 0,6%, con relación al ejercicio de 2002. La agricultura tiene también la tasa más alta de temporalidad en el empleo, con el 77,66%.
Para la patronal agraria Asaja, el envejecimiento de la población activa y la falta de incorporación de jóvenes "constituye uno de los principales problemas a los que se enfrenta el sector agrario español y andaluz". Actualmente sólo el 4,5% de los activos tiene menos de 35 años y el 56% supera los 55 años. Asaja achaca estas cifras a la falta de atractivo económico y social de la actividad agraria a pesar las ayudas que percibe el sector: sólo en Andalucía recibió el último año 1.740 millones de euros, de los que la mitad se los embolsó el sector olivarero. La organización agraria cree que esas ayudas son para compensar la rebaja de los precios durante la última década, y pone como ejemplo que hace 16 años el precio de un kilo de cebada era de 0,16 euros (26 pesetas) mientras que actualmente es de 0,11 euros.
Asaja cree que las únicas formas de atraer a los jóvenes es la de aumentar la rentabilidad de la actividad y la de "desarrollar un medio rural menos inhóspito durante todo el año y más atractivo no solamente para el agricultor y ganadero, sino también para su familia". Se apuesta incluso por que en zonas de montaña con un alto nivel de despoblamiento "se pague al agricultor o ganadero por habitar esos lugares y mantener así el medio ambiente para el conjunto de la sociedad"
Por si fuera poco, el sector agrario concede un papel residual a las mujeres. "El medio rural está masculinizado, envejecido y despoblado. Las mujeres tenemos un papel activo, pero no se nos reconocen nuestros derechos", asegura Inmaculada Fernández, responsable del área de la mujer de COAG.
Mujeres marginadas
Según esta organización, de las 48.000 explotaciones familiares inscritas en el Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social y en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos, únicamente en el 10% aparecen mujeres.
El CES de Jaén, una de las provincias con mayor peso del sector agrario, cree que es necesario fomentar los sistemas agrícolas compatibles con el medio ambiente, tales como la oleicultora integrada y ecológica. En esa línea, apuesta por programas de concienciación de los agricultores al objeto de evitar el deterioro medioambiental que suponen algunas prácticas culturales como la aplicación de herbicidas y el excesivo empleo de productos fitosanitarios, a la vez que incentivar el tránsito de la olivicultura convencional a la integrada y ecológica.
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