La dificultad de mantener encendido un sol artificial
Las estrellas, como el Sol, lucen por fusión nuclear, es decir, por las reacciones internas en las que el hidrógeno se fusiona produciendo helio y neutrinos. En la reacción, que tiene lugar -a altísimas temperaturas (entre 10 y 15 millones de grados centígrados) alcanzadas por la compresión de la materia generada por la propia gravedad del astro-, se emite energía.
La reacción de fusión nuclear artificial por la que átomos ligeros se juntan formado átomos más pesados, se logró en la Tierra hace tiempo: son las bombas termonucleares o de hidrógeno. Pero lo que pretende el ITER es mucho más difícil. Se trata de controlar la reacción para producir energía de forma constante y no explosiva.
El truco consiste en combinar tres parámetros: alta densidad del combustible (plasma de hidrógeno, en realidad de los isótopos deuterio y tritio), a temperatura de unos 100 millones de grados y durante varios segundos. Es el llamado producto densidad/temperatura/tiempo. Por supuesto, en un reactor para que sea operativo hay que lograr que la energía introducida en el sistema para alcanzar la fusión sea inferior a la producida.
La fusión controlada se logró por primera vez en Europa, en la instalación JET (Joint European Thorus) situada en el Reino Unido. El 9 de noviembre de 1991, con un plasma de deuterio y un poco de tritio se alcanzó la fusión en dos experimentos que duraron en total dos segundos y se produjeron 1,7 megavatios de potencia de fusión.
El siguiente hito cruzó el Atlántico: en 1997, en el reactor TFTR de la Universidad de Princeton (EE UU), con una mezcla de tritio y deuterio al 50%, se logró una potencia de fusión de 10,7 megavatios durante un tercio de segundo. En 1997, de nuevo en el JET se batió el récord aún vigente, alcanzándose 16 megavatios también con una mezcla de deuterio-tritio al 50%.
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