La dirección palestina descarta la eutanasia y promete elecciones tras el fin de Arafat
Nabil Shaat confirma que la salud del presidente se ha agravado tras un derrame cerebral
La dirección interina palestina colocó ayer la suerte de Yasir Arafat "en las manos de Dios" y descartó "toda medida de eutanasia" para él. Así lo dijo Nabil Shaat, ministro de Exteriores palestino y miembro de la delegación de alto nivel que ha viajado a París. Tanto el corazón como el cerebro y los pulmones del líder continuaban funcionando anoche y seguirá siendo reanimado artificialmente el tiempo que su cuerpo resista, un modo digno de decir que no hay esperanzas de salvarle. El ministro confirmó que habrá elecciones para elegir un nuevo líder en 60 días, "de producirse el fallecimiento".
"La gente piensa que el presidente puede ser desconectado: es ridículo", dijo Shaat
"Si el presidente fallece, el presidente del Consejo Legislativo será presidente interino y tratará, con nuestra ayuda y la de la comunidad internacional, de organizar la elección de un nuevo presidente en 60 días", aseguró Shaat.
"La gente tiene la impresión de que el presidente puede ser conectado o desconectado en todo momento: eso es ridículo", aseguró el responsable palestino, que dio múltiples razones: los musulmanes descartan la eutanasia; los médicos tampoco han pensado en ese procedimiento; y además, Arafat no sufre porque se encuentra en coma profundo. Se descarta que el origen de su situación sea un cáncer o un envenenamiento; sufre "inflamación del estómago y de los intestinos", pero no hay un diagnóstico preciso.
La situación de Arafat se complicó aún más con una hemorragia cerebral, sobrevenida en la noche del lunes al martes, pero nadie va a desconectarle de las máquinas que le mantienen con vida: "Morirá o sobrevivirá en función de la voluntad de Dios", según Nabil Shaat, quien, junto con el primer ministro, Ahmed Qurei, el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina, Mahmud Abbas, y el presidente del Consejo Legislativo, Rouhi Fatuh, visitaron a Arafat en el hospital Percy. Además, fueron recibidos por el presidente francés, Jacques Chirac, y su ministro de Exteriores, Michel Barnier.
Para llegar a establecer esa versión pasaron horas de gran confusión. Los cuatro dirigentes palestinos permanecieron un par de horas en el hospital, donde pudieron ver "de uno en uno" la sala donde se encuentra Arafat. Sólo Ahmed Qurei fue autorizado a acercarse hasta la cama. A los pocos minutos de abandonar el centro sanitario, la agencia Reuters anunció la muerte de Arafat, citando fuentes palestinas anónimas. Poco después lo desmintió el general Christian Estripeau, portavoz del Servicio de Salud de los Ejércitos franceses, mientras llegaban noticias de Ramala en las que se daba como oficial que Arafat iba a ser enterrado en lo que ha sido su cuartel general.
Justo en medio del vaivén de afirmaciones y desmentidos, el portavoz de la presidencia de Francia dio cuenta de una conversación mantenida por Chirac con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Hablaron de Arafat, desde luego, pero también de las intenciones del presidente reelegido en política exterior. Tras la audiencia de Chirac a los dirigentes palestinos, celebrada en el Palacio de el Elíseo, Mahmud Abbas reforzó personalmente el mentís al rumor del fallecimiento de Arafat.
En definitiva, todos los intentos de preparar correctamente la comunicación de la muerte del rais se estrellan contra una oleada de anuncios precipitados; fruto, a su vez, de la opacidad sobre su hospitalización. "No ha fallecido", insistió el general Estripeau, la misma expresión usada para atajar un rumor idéntico el 4 de noviembre.
Más allá de todas estas circunstancias, que hacen difícil un final digno y respetable para Arafat, la jornada parisiense de la delegación palestina de alto nivel dejó claro que no hay vacío de poder. Los dirigentes interinos dieron la impresión de imponerse en medio de la guerra de clanes, en primer lugar sentando su autoridad respecto a Suha Arafat, la esposa del presidente moribundo, que había intentado oponerse a la visita con declaraciones escandalosas. La peculiar primera dama quedó ayer reducida al silencio.
Más significativo aún: la delegación fue recibida por Chirac casi como una visita de Estado; el ministro de Exteriores, Michel Barnier, dijo que la dirección interina de los palestinos constituye una autoridad "fuerte y creíble".
La enfermedad de Arafat ha sido y sigue siendo un enigma. Imposible saber a ciencia cierta por qué se agravó bruscamente su estado de salud, fuera de las explicaciones generales sobre su avanzada edad (75 años) y "las malas condiciones en que ha vivido su confinamiento" en Ramala. El tiempo médico de Arafat se terminó hace días; ahora transcurre el tiempo político y ayer quedó muy claro que los suyos viven con la cabeza puesta en el escenario de la desaparición del presidente.
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