El implante de un ovario en un brazo permite que ovule y produzca hormonas
La técnica puede ayudar a mujeres que quedan estériles por las terapias contra el cáncer
El brazo izquierdo ha sido el refugio que ha permitido que un ovario de una mujer se salvara de perder su capacidad de producir óvulos y hormonas. El trasplante fue realizado por médicos de la Universidad de Leiden (Holanda) en una paciente de Surinam que padecía un cáncer de cerviz (o cérvix). Un año después de la intervención, el ovario mantiene su capacidad de producir óvulos y hormonas, lo que ha evitado la menopausia anticipada que sufren las mujeres que se someten a quimioterapia y radioterapia o incluso histerectomía para tratar tumores pélvicos.
El cáncer de cerviz o cuello de útero es el más frecuente en mujeres de menos de 50 años. Está causado por un virus, el del papiloma humano, que infecta a un 5% de las jóvenes antes de la menopausia. Pero su tratamiento (radioterapia, quimioterapia y cirugía) no sólo destruye las células tumorales, sino que produce esterilidad.
Este tipo de cáncer tiene un buen pronóstico (más del 80% de las afectadas sobrevive más de cinco años al diagnóstico), por lo que las mujeres que lo pasan todavía se encuentran en edad de tener hijos. Con el autotrasplante del ovario al brazo, los médicos del departamento de Ginecología de la universidad holandesa de Leiden han conseguido mantener la producción de óvulos y de hormonas, lo que no sólo da la posibilidad de tener hijos en el futuro, sino que evita los síntomas de una menopausia adelantada.
Este método tiene la ventaja de que se puede llevar a cabo a la vez que la intervención para extirpar el tejido canceroso, según relatan en un artículo publicado en la edición digital de la revista Cancer. Mientras un equipo se ocupaba de extirpar la parte enferma, otro grupo se dedicaba a implantar el ovario en el brazo.
Los médicos escogieron el brazo (entre el hombro y el codo) porque tiene espacio suficiente para albergar la gónada al completo (que mide unos cuatro centímetros), y por el fácil acceso a venas y arterias. Mediante microcirugía, utilizando unas lentes quirúrgicas que aumentan cinco veces la imagen, los científicos identificaron una vena y una arteria del ovario extirpado, y las conectaron a la vena basílica (un vaso superficial que recorre el brazo) y la arteria braquial.
La operación duró menos de 20 minutos. Después de hacer una incisión de siete centímetros en el brazo, el órgano estaba otra vez recibiendo alimentación, con lo que se evitaba la pérdida de folículos (los antecesores de los ovarios), que es uno de los inconvenientes más frecuentes de los procesos que se han ensayado hasta ahora para permitir que las mujeres sometidas a tratamiento anticanceroso recuperen la fecundidad.
Los médicos holandeses, dirigidos por Carina Hilders, pudieron comprobar no sólo que el ovario sobrevivía a la operación, sino que en pocos meses recuperaba el ciclo de maduración ovárica (el equivalente a la menstruación).
En este caso no se ha podido completar el estudio hasta el final, porque el tumor de la mujer, que tenía 29 años cuando en enero de 2002 comenzó el proceso, se reprodujo un año después y hubo que someterla a una histerectomía (extirpación del útero). Ello ha impedido que se someta a una fecundación asistida después de extraerle un óvulo del brazo. En 1987 ya se intentó una experiencia similar, pero el ovario se implantó en el antebrazo y la técnica se abandonó.
Aunque los científicos insisten en que todavía hay que esperar más tiempo, otro aspectos positivo es que el trasplante no ha supuesto la diseminación de células metastásicas, lo que hubiera expandido el cáncer. Tampoco la reacción local ha sido preocupante.
Esta técnica es una posibilidad más para mantener la fecundidad en mujeres que deben someterse a tratamientos contra el cáncer. En septiembre, médicos belgas informaron del primer nacimiento de un bebé después que a su madre se le reimplantara un ovario que le había sido extirpado siete años antes y se había mantenido congelado. Pero este método es mucho más complicado porque la conservación es más difícil, y tiene más riesgos para la mujer, que tiene que sufrir una nueva intervención, señalan los científicos holandeses.
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