Con la Iglesia hemos topado
La Asamblea de la Conferencia Episcopal se inició con un discurso de su presidente en el que se reiteraban las posiciones ya conocidas sobre la economía de la Iglesia, que suponían una continuación de las partidas de los Presupuestos del Estado destinados al clero y a la enseñanza católica. En la declaración emitida al finalizar las reuniones episcopales se mostraba la decisión de la Iglesia de no renunciar a su influencia política. Amparada en su magisterio moral, la Iglesia fijaba criterios sobre derechos y libertades, y se ponía en guardia frente a un hipotético laicismo. Hasta aquel momento habían existido en el episcopado dos corrientes más o menos definidas. La primera, deseosa de una neutralidad política efectiva de la Iglesia y sin otra preocupación que la estrictamente pastoral derivada de la misión evangelizadora. La segunda tendencia era la vaticanista, que preconizaba la estrategia del influjo político a través de corrientes democriastianas como ocurriera en Italia. Esta nueva estrategia temporalista... producía una serie de maniobras políticas que eran interpretadas como un intento de resucitar un partido que algunos veían como una nueva CEDA.
Estas palabras, casi al pie de la letra y salvo las ausencias que me permite la licencia literaria, corresponden al texto de un "cronicón" de principios de 1978. Veintiséis años en los que la sociedad española ha recorrido un largo trecho de modernización y desarrollo. Lástima que algunos, hoy, se obstinen en aferrarse a épocas superadas felizmente para la mayoría de los españoles.
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