Psiquiatría en el Virgen del Rocío

Hace unos días tuve que pasar por el doloroso trago de ingresar a un familiar muy próximo en la planta de psiquiatría del hospital Virgen del Rocío, uno de esos dispositivos que el SAS pone a disposición del enfermo mental crónico en esta Andalucía "imparable" de la "segunda modernización" (¿o es la tercera?). Circunstancia que no pasaría de la anécdota si no fuera porque el intento se inició a las 10 de la noche y concluyó a las cuatro de la mañana. ¿Razones? La inexistencia de celadores que pudieran trasladar al enfermo desde el servicio de urgencias a planta, hecho que me apresuré a denunciar en el Juzgado de Guardia.

Por lo demás, nada nuevo, porque tropelías de esta naturaleza ya vienen siendo habituales para unos familiares que no acaban de ver las supuestas bondades de la Reforma Psiquiátrica iniciada en el año 1984 y que, a lo que parece, se limitó a la desaparición de los manicomios, sin ocuparse de que estos fueran sustituidos por otros dispositivos que evitasen sufrimiento adicional a las ya de por sí estragadas familias. Que esto les parezca el colmo del progresismo es algo que se me escapa y que sólo me atrevo a atribuir a esas perversiones del lenguaje tan típicas de la actividad política, y, desde luego, a la lamentable ausencia de estudios independientes que pongan en manifiesto las intolerables limitaciones de la sanidad pública en el terreno de la salud mental. Por supuesto, ello no les impide afirmar que vivimos en el mejor de los mundos y que nuestro sistema psiquiátrico es copiado allende nuestras fronteras.

Pero como la realidad es tozuda y correosa, y el discurso, a estas alturas, debe parecerles rancio, andan ahora enredados con un supuesto "plan de choque" y hasta con un "giro" en su política de salud mental.

Pero hay dos hechos en las declaraciones de la consejera que me hacen temer lo peor. En primer lugar, su pertinacia en la defensa de una reforma psiquiátrica cuyos "desajustes", por seguir con su delicioso eufemismo, han sido reiteradamente aireados por las denuncias del Defensor del Pueblo andaluz. Y, por otro lado, la evidente desproporción entre la magnitud del problema (un 25% de la población general está afectada por un trastorno mental) y la ridiculez de los medios materiales y humanos dedicados a paliar el problema. Pese a todo, se agradece que declaren 2005 el "Año de la Salud Mental". Mientras, nos conformamos con que manden más celadores al Virgen del Rocío.