Bush llama a los aliados a enterrar las diferencias y a unirse contra el terrorismo

Nunca George W. Bush había estado tan cómodo en una conferencia de prensa como ayer. La euforia de comparecer ante los periodistas con su flamante victoria todavía caliente le salía por todos los poros. El presidente dijo que trabajará con los aliados para combatir juntos contra el terrorismo y que pondrá en marcha inmediatamente su proyecto de reforma y privatización parcial del sistema de pensiones. "He ganado un capital en estas elecciones, un capital político, y ahora tengo toda la intención de gastarlo en lo que dije a la gente que lo iba a gastar", afirmó Bush.

Jovial y pródigo en sonrisas y guiños a los informadores que teme, desprecia o cuida, según los casos, el presidente cerró su comparecencia con una broma destinada a picar a todos aquellos periodistas que no simpatizan con él: "Que levanten la mano los que van a estar también otros cuatro años más aquí". Igual que el día anterior había lanzado un mensaje de reconciliación a los estadounidenses, el presidente se sintió obligado a ser magnánimo con la comunidad internacional que, en buena medida, ha asistido a su reelección con un entusiasmo perfectamente descriptible. "Independientemente de nuestros desacuerdos en el pasado" -continuó- "compartimos un enemigo común y tenemos tareas comunes: proteger a nuestros pueblos y enfrentarnos a las enfermedades, el hambre y la pobreza en las zonas más castigadas del mundo", dijo Bush, que aseguró que no se enviarán más tropas a Irak para reforzar la seguridad en vísperas de las elecciones previstas para enero "porque los mandos no lo han solicitado" y que tampoco confirmó que vaya a pedir otros 75.000 millones de dólares para el despliegue en Afganistán e Irak: "Haremos un cálculo realista".

Como una pista sobre las intenciones futuras con respecto a su política exterior, el presidente asumió que la doctrina intervencionista de cambio de régimen por las buenas o por las malas que marcó su primer mandato ha sido objeto de críticas, pero no dio señales de que pensara rectificar: "Hay una cierta actitud por parte de algunos en el mundo que dicen que es una pérdida de tiempo intentar promover sociedades libres en ciertas partes del mundo". En todo caso, aseguró que seguirá "en contacto con nuestros amigos y aliados, nuestros socios en la Unión Europea y en la OTAN, para promover el desarrollo y el progreso, para derrotar al terrorismo y para que la libertad y la democracia sean la alternativa a la tiranía y el terror".

Preguntado por la afirmación del primer ministro británico,Tony Blair, sobre que el conflicto entre israelíes y palestinos es lo más urgente en la agenda mundial, Bush matizó así: "Estoy de acuerdo con él en que el Próximo Oriente es un lugar muy importante para la paz en el mundo. Confío en que hagamos progresos".

Sobre su programa inmediato, Bush dijo que la reforma de las pensiones es urgente y que se dispone a enviar al Congreso diversos proyectos de ley. Reiteró su propósito de mantener los recortes impositivos y de reformar el código fiscal y defendió también la necesidad de avanzar en la reforma de los organismos de inteligencia que fracasaron antes de los atentados del 11-S y antes de la guerra de Irak.

Buena parte de las preguntas de los periodistas trataron de atravesar el muro infranqueable de los cambios en el Gobierno, la especulación favorita en Washington, en donde todo son combinaciones y apuestas sobre el futuro de la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, y del jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, o sobre las rumoreadas dimisiones del secretario de Estado, Colin Powell; el responsable de Seguridad Interior, Tom Ridge, y el fiscal general, John Ashcroft. Bush se limitó a decir lo obvio, que habrá cambios, pero no adelantó ninguno y señaló que en las próximas horas se pondrá a la tarea: "Me voy ahora a Camp David con Laura y allí empezaré las reflexiones sobre el Gobierno y sobre el equipo de la Casa Blanca".

Bush reiteró su mensaje de reconciliación, que siempre es más fácil cuando se ganan unas elecciones que cuando se pierden -"la campaña ha acabado, los estadounidenses están esperando que hagamos un esfuerzo que rebase los límites de los partidos y yo me aproximaré al que comparta ese objetivo"- y que tiene por ahora una cierta confianza popular: el 57% de la población, según Gallup, confía en que Bush una al país, aunque el 39% pronostica que será tan divisivo como hasta ahora.