ELA se ha gastado 120.000 euros para mantener un año de huelga en Caballito
Los 114 trabajadores en paro reclamarán el viernes una mediación del 'lehendakari'
"La gente está cansada, pero esto no tiene marcha atrás". Pablo Gutiérrez, representante de ELA en la empresa vitoriana Pferd Rüggeberg, más conocida como Caballito, se mantiene firme cuando la huelga, sostenida por la central nacionalista, cumplió ayer un año. El mantenimiento del conflicto se cimenta sobre los recursos de la caja de resistencia de ELA. De ella han salido los más de 120.000 euros que han cobrado los huelguistas, según fuentes sindicales que han seguido el paro desde su inicio. El conflicto se inició por el convenio y ahora se centra en la garantía de empleo y en la readmisión de los despedidos. Los 114 trabajadores en huelga se manifestarán en Vitoria el próximo día 5.
Después de un año de conflicto "no hay ni vencedores ni vencidos", coinciden los huelguistas y el gerente de la multinacional alemana, Ignacio González. Probablemente sea una de las pocas cosas en las que ambas partes están de acuerdo. La segunda es que unos y otros quieren que impere el sentido común, pero cada uno se encuentra en los antípodas del rival a la hora de definir el contenido de ese concepto. El caso es que la multinacional, que estaba lanzada en una senda histórica de beneficios elevados y de fuertes inversiones en Álava, diseña ahora, de la mano de la auditora Ernst & Young, un plan para recuperar la producción que tenía en 2002.
Los trabajadores que siguen en huelga después de un año, algo menos de la mitad de la plantilla, viven con la incertidumbre creciente por el futuro de sus puestos de trabajo. La reorganización laboral en la nueva planta de la compañía en Jundiz lleva camino de generar un excedente de empleados, y saben que algunos de ellos tienen todas las cartas para acabar en la calle con una indemnización.
La huelga de Caballito, la más larga que ha vivido Euskadi en los últimos años, responde al modelo de negociación colectiva por el que ha optado ELA, una central que desdeña el marco sectorial y gusta de ejemplarizar la situación en las empresas manteniendo puntos calientes como en Vitoria, o la huelga de limpieza en Basauri, que se extendió también varios meses. Son conflictos que sólo pueden mantenerse vivos tanto tiempo gracias a la fuerza de la caja de resistencia de la central nacionalista, una fórmula que ha hecho reflexionar al resto de los sindicatos, que estudian fórmulas parecidas para sus cajas de solidaridad.
Doble militancia
De hecho, los sindicatos aseguran que la huelga ha impulsado la doble militancia, permitida por las centrales, en la planta de la empresa alemana de abrasivos y herramientas de corte. Los afiliados a otras siglas han comenzado a militar también en ELA, con el consentimiento tácito de esta central y las originales, para que así los trabajadores pudiesen cobrar y mantener el conflicto. El sistema se ha refinado tanto que hay quien cobra de la caja de resistencia de USO y completa sus ingresos con los fondos de la central nacionalista.
El conflicto ha puesto a prueba la fortaleza de una central que suma el 40% de la representación en Euskadi y mantiene una tensión permanente con la patronal y últimamente también con la Administración vasca, que firmó el último convenio con las demás centrales.
La huelga comenzó en Caballito hace un año porque la empresa, tras trasladar su planta al polígono de Júndiz e invertir 36 millones de euros, planteó la existencia de un excedente de 25 trabajadores. Para garantizar el empleo, propuso la congelación salarial en convenio durante seis años.
Esa pretensión soliviantó al comité de empresa -con reprsentantes de ELA, LAB, UGT, USO y ESK-, sobre todo después de que en los anteriores ejercicios la plantilla ya se había reducido en unas cien personas por las innovaciones tecnológicas introducidas. La compañía lleva 38 años en Vitoria.
"Las 114 personas que en estos momentos mantienen la huelga lo van a seguir haciendo hasta que la empresa nos quiera conceder el beneficio de un acuerdo y puedan volver a trabajar en condiciones ", aseguró Pablo Gutiérrez en la última protesta de los huelguistas.
La hipotética vuelta al trabajo es otro problema sin resolver. Para UGT "va a ser muy difícil con la actual situación normalizar las relaciones laborales. La empresa ya no está por la labor". La dirección considera, sin embargo, un éxito la integración de los veinte trabajadores que en julio votaron volver a la planta tras el acuerdo logrado entre la empresa y UGT.
Esas dos partes cerraron un convenio para cuatro años, con una subida para este año del 115% del IPC de 2003 y del 120% para 2005 y 2006, además de una reducción de 16 horas hasta las 1.717, ocho menos que la media del metal de Álava. El compromiso de empleo sólo llega hasta 2006, y luego se propone resolver con prejubilaciones y bajas incentivadas el excedente que pudiera registrarse. Sólo a partir de ese momento se presentaría un expediente de regulación.
"Quienes se han incorporado en julio están trabajando con normalidad y nadie les reprocha nada", dice Ignacio González. Sin embargo, esa normalidad es ficción. En la moderna planta de Caballito se respira tensión y temor, tanto el de quienes trabajan a ser fotografiados como el de algunos huelguistas, que ven cómo 12 meses de lucha pueden no tener solución.
Una empresa cansada
El futuro de Caballito es complicado. Fuentes de la patronal vasca Confebask no creen que la empresa vuelva ya a ser lo mismo, ni en sus relaciones laborales ni en su plantilla. Consideran que el grupo alemán Pferd Rüggeberg ya tiene bastante y que, aunque mantenga la planta de Vitoria, irá poco a poco reduciendola en tamaño y funciones.
De hecho, la dirección en Vitoria ha contratado a la auditora Ernst & Young para que optimice los procesos de producción, reorganice los sistemas de trabajo, y finalmente cuantifique el excedente de personal en su factoría de Jundiz. El contrato con la auditora se produjo tres meses después del anuncio de la empresa de trasladar parte de su producción a una planta en Polonia por el enconado conflicto que mantiene ya algo menos de la mitad de la plantilla. "Ahora tenemos que luchar para mantener la producción aquí, en Vitoria, y por devolver la confianza a los administradores en Alemania", declara el gerente, Ignacio González.
La nueva organización del trabajo en Caballito será presentada a los sindicatos en dos o tres semanas. Sin embargo, el comité de huelga no quiere participar en su elaboración.
La dirección de la multinacional alemana ha encargado a los auditores que se ocupen también de las negociaciones y de los contactos con el comité de huelga. Tras la manifestación convocada para el próximo viernes, los trabajadores en huelga llamarán a la puerta del lehendakari, Juan José Ibarretxe, para que medie o interceda.
Las posibilidades vuelven a ser escasas, porque cualquier mediación precisa del acuerdo de las dos partes y la empresa ha marcado ya su línea de acción. Los últimos intentos de que el Gobierno vasco mediara se han venido abajo porque la compañía no confiaba en la consejería de Empleo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.