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La hora de la eurorregión

Desde las pequeñas islas del mar Egeo hasta las interminables extensiones de Laponia, pasando por los grandes centros industriales y de servicios, o por las zonas alpinas, la diversidad de la Unión Europea es extraordinaria. En la medida en que los gobiernos regionales han ido adquiriendo mayor voz, tanto dentro de sus propios Estados como ante las instancias comunitarias, las reivindicaciones ligadas a sus especificidades han entrado con fuerza en las agendas políticas estatales y europeas. A pesar de este impulso, las necesidades y los intereses de las regiones montañosas, de las islas, de las zonas industriales en declive pero incluso de los polos de excelencia tecnológica, no acaban de encontrar un reflejo en las estrategias de crecimiento económico y de desarrollo futuro en la Unión.

Las reivindicaciones de los gobiernos regionales están presentes en las agendas políticas estatales y europeas

Los gobiernos regionales de toda Europa llevan años realizando una labor de sensibilización y reivindicación permanente para conseguir un modelo de integración europea al servicio de todos los ciudadanos dondequiera que vivan, con una especial atención hacia las particularidades de la geografía de cada región. La principal reclamación del movimiento regional es que esta conciencia de diversidad territorial no sólo inspire a la política regional, sino también al resto de las políticas comunes, desde la política agrícola hasta la política de innovación e investigación.

Ayer en Barcelona los presidentes de las comunidades autónomas de Aragón, Islas Baleares y Cataluña, y los de las regiones francesas de Languedoc-Roussillon y Midi- Pyrénées firmaron la declaración que pone en marcha la eurorregión Pirineos Mediterráneo. Lo hicieron con la conciencia de que el principal reto que tenemos delante es la articulación de todos los territorios en un modelo inclusivo y compartido que nos permita alcanzar un desarrollo sostenido y sostenible, basado en la innovación y la mejora de la competitividad, objetivo final de esta eurorregión. El nuevo ente no arranca con vocación exclusiva. Muy al contrario, el núcleo duro formado por las regiones constituyentes ya ha proclamado su voluntad de avanzar basándose en proyectos cuyos socios podrán y, muy a menudo, deberán tener orígenes diversos, es decir, entidades privadas, gobiernos de diferente nivel o territorios contiguos. Más allá de los lazos históricos, económicos y humanos entre los pueblos que la integrarán, la nueva eurorregión parte de la constatación de la riqueza que representa la diversidad de sus territorios, tanto en los aspectos geográficos como culturales.

Así, por ejemplo, tenemos grandes aglomeraciones urbanas con una fuerte base industrial, como Toulouse, Zaragoza y Barcelona, insertadas en los circuitos comerciales europeos, aunque ciertamente en desventaja a causa de las deficientes conexiones de transporte con algunos de los centros neurálgicos de la economía europea. Tenemos asimismo la realidad de las Baleares, cuya insularidad condiciona todos los aspectos de su desarrollo, sus comunicaciones y su vida económica. Contamos con áreas montañosas, tanto la alta montaña de los Pirineos como la montaña media de baja densidad de población (como el departamento de Lozère, con 14 habitantes por kilómetro cuadrado, o la provincia de Teruel, con apenas 9). A ellas hay que añadir las zonas que sufren enormes oscilaciones de población debido a la llegada masiva de turistas en invierno (Andorra, el valle de Aran) o en verano (la costa e islas mediterráneas), los espacios industriales, los núcleos urbanos y sus coronas metropolitanas, las regiones de alta productividad agrícola y un largo etcétera.

La apuesta decidida por innovar y crecer de modo conjunto y en pie de igualdad, teniendo en cuenta las necesidades, pero también las potencialidades de todos los territorios que la conforman, será el principal motor de esta nueva eurorregión. Una eurorregión en la que las comunicaciones no pueden quedar confinadas a dos o tres grandes ejes viarios, ferroviarios y marinos, sino que deben ser concebidas para integrar los rincones más apartados en las redes transeuropeas de movilidad. Lo mismo debe ocurrir con las redes de telecomunicaciones y energía. La eurorregión es la fórmula para acceder a la masa crítica de población, territorio y estructura económica que nos permitirá la integración en las redes comerciales y económicas mundiales. Este esfuerzo a nivel infraestructural debe ir de la mano del aprovechamiento integral del talento y del potencial humano, única receta posible para incorporarnos razonablemente a una economía abierta: mediterránea, europea y mundial.

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Nos planteamos trabajar para aprovechar las complementariedades y las posibles sinergias entre los territorios. El principio de subsidiariedad, es decir, la idea de que los problemas deben ser abordados en los círculos de decisión de nivel más eficiente y más próximo al ciudadano posible, nos lleva a pensar que esta tarea no puede recaer solamente en los gobiernos regionales. Por ello, los actores locales van a desempeñar un papel fundamental en la nueva Eurorregión, gracias a su profundo conocimiento de las realidades del territorio. Estos actores incluyen, por supuesto, a los gobiernos locales y supralocales (municipios, consejos insulares, departamentos, diputaciones provinciales, etcétera), pero también a la sociedad civil en su rica diversidad, desde las asociaciones de vecinos hasta los sindicatos y las cámaras de comercio.

Esta eurorregión no nace de la nada. Al contrario, los cimientos existen desde hace tiempo. Las voluntades políticas han intentado ya con anterioridad hacer avanzar la idea y, lo que es más, la vida misma, la sociedad, la economía, las universidades, la cultura, han ido tejiendo sólidas realidades que prefiguran un futuro esperanzador. Es hora ya de que el sector público asuma la confianza de sus responsabilidades.

Un nuevo espacio se perfila en el noroeste del Mediterráneo, un polo de crecimiento e innovación que asumirá una nueva centralidad en el sur de Europa. El desarrollo económico de este espacio será una labor conjunta de todos los actores, impulsado inicialmente por los gobiernos regionales, pero con el concierto de todos los niveles administrativos, desde la Unión Europea y los Estados hasta los gobiernos locales, y de la sociedad civil. Este espacio debe llegar a ser también un polo de integración e inclusión de las diversas realidades territoriales, económicas, sociales y culturales. De este modo la eurorregión se convertirá en el ejemplo del valor de las reivindicaciones de las regiones de Europa, poniendo en práctica lo que venimos reclamando a la Unión Europea: una verdadera dimensión territorial del desarrollo económico y social, con el valor añadido de surgir desde las propias regiones.

Margarita Obiols es secretaria de Relaciones Internacionales y directora del programa para el impulso y la creación de la eurorregión Pirineos Mediterráneo de la Generalitat.

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