_
_
_
_
Entrevista:PAUL KRUGMAN

"Bush ha creado dos Américas"

El influyente economista, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de este año por sus estudios sobre las desigualdades, se ha convertido en una de las puntas de lanza del movimiento de gente preparada que ve en un nuevo mandato de George W. Bush un auténtico peligro para Estados Unidos. En esta entrevista lo explica bien claro.

Los ojos de Paul Krugman giran despacio siguiendo el movimiento de las agujas de un reloj. Se detienen fijamente a la derecha, como si marcaran las tres. Está pensando (le hemos pedido una hora de su tiempo y todavía no ha dicho sí) y uno se pregunta por dónde van a salir una mente tan aguda y una boca que no sabe de pelos en la lengua, teniendo en cuenta precedentes como éste: "Eres un casi-asesino", le espetó el pasado 14 agosto, después de uno de esos giros oculares, al periodista populista y conservador Bill O'Reilly, durante una entrevista en su show de gran audiencia de la cadena Fox News. O'Reilly acababa de calificarle de "casi-socialista por querer un gran Estado que se encargue de crear puestos de trabajo cuando eso corresponde al sector privado". Ante el estupor y las protestas del periodista, Krugman replicó: "Bueno, casi es un concepto muy abierto y amplio".

Pero, afortunadamente, el influyente economista se atusa la canosa barba, devuelve los ojos al centro y se limita a emitir un hondo suspiro. "Necesito una cama, estoy agotado, pero, venga, adelante".

Krugman había llegado a Barcelona, al nuevo Centro de Convenciones de Barcelona, en la zona Fórum de la ciudad -"es curioso todo esto", murmura, en alusión a lo que fue el evento-, para debatir junto con otros economistas de renombre, entre ellos sus admirados Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs, sobre qué ha fallado, qué vale y que no, en las recetas privatizadoras y liberalizadoras que han campado a sus anchas en los países menos ricos durante las últimas dos décadas.

Sin embargo, por mucho que Krugman haya estudiado a fondo las desigualdades o por profundo conocedor que sea del comercio internacional, las finanzas o las crisis monetarias, no son sus teorías económicas, que para muchos le harán merecedor algún día del Nobel, las prédicas que últimamente llenan sus dos columnas semanales en The New York Times, las que levantan las iras de la Administración estadounidense y las que le han convertido en un auténtico líder de opinión. Aplicando cada vez con mayor ahínco su lema de que para hablar de economía es necesario hablar de política, desde sus columnas, Krugman completa a sus 51 años de edad un brillante bagaje académico con una cruzada contra las "falsedades" y los peligros del "movimiento político de extrema derecha" que hoy maneja los hilos del poder en torno a George W. Bush. El catedrático de Economía, hoy profesor en la Universidad de Princeton de Economía y Asuntos Internacionales y premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2004, ha llegado a comparar este movimiento con un poder revolucionario que no acepta la legitimidad de nuestro sistema político actual, en el sentido que le diera Henry Kissinger a finales de los cincuenta a la Francia de Napoleón y, "sin reivindicar una equivalencia moral", al ascenso del nazismo y el fascismo.

Autor de obras como El retorno de la economía de la depresión, Vendiendo prosperidad, Geografía y comercio, La era de las expectativas limitadas, o su recopilación de artículos El gran engaño, Krugman se ha ganado fieles adeptos y también poderosos enemigos con sus críticas al recorte de impuestos a las clases pudientes de Estados Unidos; a la explotación partidista que el Partido Republicano realiza, a su juicio, de la catástrofe terrorista acaecida el 11 de septiembre de 2001, o a las "auténticas razones" por las que EE UU ha inventado una guerra en Irak "que respondía a un proyecto ya existente" antes del 11-S.

Entre quienes han encajado mal sus críticas figura el presidente de la Reserva Federal (banco central) estadounidense, Alan Greenspan, que decepcionó a Krugman por su defensa de la política fiscal de Bush. "Sí, Greenspan se puso furioso, pero yo también me puse furioso con él", recuerda entre sonrisas el economista originario de Albany (Nueva York), quien, lejos de los círculos políticos de Washington, evita tratar con los personajes que combate. Ha llegado a recibir amenazas. "En Estados Unidos existe mucha gente enfadada, y tiende a ser de derechas". Admite que, al principio, las amenazas por sus críticas a Bush, que le han llevado a dar la cara públicamente por el cineasta rebelde Michael Moore como "alguien que ama a su país", le trastornaban. "Pero las siguientes veces que recibes entre 1.000 correos electrónicos y 1.000 cartas ya no molesta. ¡Me he acostumbrado a ello!", exclama.

Usted fue una de las primeras voces que se alzó para criticar la actitud de la Administración de Bush tras los atentados de las Torres Gemelas, algo muy impopular en aquel momento ante un drama de tal magnitud. ¿Se ha sentido como un disidente en su propio país?

Mucho. Durante los seis meses siguientes al 11-S era casi imposible la menor crítica. Fue muy extraño. Al cabo de una o dos semanas mucha gente sabía ya que aquella atrocidad se estaba explotando políticamente, que la derecha la estaba utilizando para cosas que nada tenían que ver con el terrorismo. Pero la imagen sentimental que predominaba en la mayoría de los medios de comunicación era la de que todos estábamos unidos. Hubo un tiempo en el que yo tenía que leer prensa británica y alternativa para convencerme de que no estaba loco. Posteriormente, también fue duro posicionarse contra la guerra de Irak, de inmediato se le acusaba a uno de antipatriota.

¿Se siente más cómodo en Europa? No sólo por sus opiniones políticas, sino también económicas. En algunos sectores de Estados Unidos se le considera un socialista peligroso.

Lo curioso es que mi visión de la economía no ha cambiado mucho y en aspectos como la economía libre de mercado es sólo ligeramente liberal en el sentido que se da a este término en EE UU (progresista). En realidad, en Estados Unidos, cuando hoy a uno le acusan de socialista o de marxista, a lo que se refieren es al hecho de que uno critique a Bush.

Reconocerá que tiene cierta fijación con el actual presidente. Casi todo lo que escribe tiene que ver con él.

Fijación no es la palabra adecuada. Para un americano, no hay nada más importante que lo que está ocurriendo hoy: América vive en un punto álgido de crisis, y Bush y su entorno la personifican. Las cosas que escribía sobre esta Administración hace dos años, como el peligro del creciente déficit presupuestario, y que entonces parecían estremecedoras, ahora todos las consideran acertadas. Hoy todos dicen lo que yo decía hace más de un año, cuando me mostraba escéptico sobre Irak y denunciaba que se había vendido la guerra bajo pretensiones falsas y que se estaba manejando mal la situación. Así que no estaba obsesionado con Bush por error. Yo tenía razón. Ha resultado peor que lo que todos, incluido yo mismo, esperábamos.

De acuerdo con las encuestas, no hay tanta gente que coincida con usted en que ésta es la peor Administración en los últimos 200 años. ¿Cómo se lo explica? ¿Falta de alternativa sólida? ¿Obsesión por la seguridad nacional?

Muchas de las consecuencias de lo que está ocurriendo todavía no son muy visibles. El déficit presupuestario es una cosa abstracta. La política ambiental es terrible, pero llevará décadas ver sus efectos. Muchos americanos han muerto en Irak, pero la cifra no es tan elevada como la de la guerra de Vietnam. Aún no lo es. Además existe una tendencia general a alinearse con un líder en tiempos de guerra. La Administración lo explota y trata de mantener viva la fiebre de la guerra tanto como puede. No es tan fuerte como tras el 11 de septiembre, pero ahí está, persiste. Algunos americanos piensan: "Eh, estamos en tiempos de guerra y debemos apoyar al presidente". Y mucha gente se enamoró de Bush después del 11-S simplemente porque él era el presidente en aquel momento. Y a los ciudadanos les resulta difícil admitir que fueron tontos. Admitir que, además de practicar una mala política económica, Bush es un líder militar terrible es admitir que fueron tontos.

Pero la amenaza terrorista parece mayor que nunca…

La gente no lo sabe. No es algo evidente para quienes se limitan a mirar 20 minutos de las noticias por la noche.

Usted escribe en 'The New York Times'. ¿Qué papel tienen los medios de comunicación norteamericanos en la situación?

Es horrible. Una parte de los medios, algunos periódicos o la cadena Fox News forman parte de la maquinaria de la derecha y son completamente tendenciosos. Su público cree que Irak tenía armas de destrucción masiva, que había vínculos entre Sadam Husein y los atentados del 11 de septiembre y que la mayoría de países del mundo dan su apoyo a Estados Unidos. El resto de los medios son muy, muy, muy prudentes. Por muy escandalosa que sea una mentira, tienden a publicar las dos caras de la historia, que los republicanos dicen una cosa y los demócratas otra. Pero raramente publican o profundizan sobre cuál es la verdad. Hace unos meses ocurrió una cosa inquietante. Los principales medios más o menos reconocieron que hicieron un mal trabajo en la carrera hacia la guerra, no se formularon preguntas, se publicó en grande la versión de la Administración y las visiones escépticas quedaron para los últimos párrafos de las páginas escondidas. Pues pese a ello, el traspaso de soberanía a Iyad Alaui en Irak, que ha sido de broma, fue tratado por la mayoría de medios como si hubiera ocurrido algo fundamental e incluso como si la guerra de Irak hubiera ya terminado. La guerra perdió protagonismo en los informativos. Tal vez por ello muchos votantes creen que las cosas están mejorando en Irak.

¿La seguridad ha desplazado a la economía en las prioridades de los ciudadanos estadounidenses?

La economía crece pobremente, pero no va tan mal como para ser el gran tema. El crecimiento del empleo está débil, pero el último año va mejor que los tres anteriores. Así que la campaña gira más en torno a las cuestiones de seguridad. La batalla en la recta final se centra en la percepción sobre si el Gobierno ha defendido bien a la nación o si nos ha metido en el avispero de Irak.

¿Tampoco ha provocado malestar en las clases media y media-baja el recorte de impuestos a las familias con mayor renta?

No lo saben. En EE UU se ha explicado mal. El déficit aterroriza a los economistas, pero para el ciudadano normal es algo remoto. De modo que los recortes fiscales que han contribuido al déficit no son un gran tema de debate. De hecho, existe cierta confusión. Por una parte, la gente dice: "No creo que se me haya reducido la presión fiscal", y, por otra parte, persiste la idea de que los demócratas van a elevar sus impuestos, aunque sólo han propuesto que los impuestos de los ricos vuelvan al nivel que estaban antes de los recortes.

¿La propuesta de los demócratas sería dañina para la recuperación económica, como sostienen los republicanos?

John Kerry no propone que el incremento de impuestos para los ricos se utilice para reducir el déficit, sino gastar más en sanidad, lo que implica utilizarlo para la sanidad de las personas con ingresos medios y bajos. Es devolver el dinero a la economía. Pero mirando la televisión, usted nunca se enteraría de esto.

¿Le parece John Kerry un candidato sólido?

Yo no puedo respaldar públicamente a un candidato, pero Kerry es una buena persona. Sabe mucho. Y ha demostrado que puede ser duro, no sólo por su actuación en Vietnam. Es cierto que le cuesta hablar con frases simples, lo que le supone un problema. Y le ha costado explicar su posición sobre la guerra de Irak, explicar de una manera sencilla por qué votó a favor de la autorización de la guerra, aunque eso no es lo mismo que apoyar la guerra. Pero opino que últimamente vuelve a transmitir energía y fuerza.

¿Trabaja en un nuevo libro sobre lo que ocurre?

Sí. Quiero escribir una gran historia sobre cómo EE UU ha llegado al punto al que ha llegado y sobre cómo salir de esto. Lo que necesitamos es un nuevo Franklin D. Roosevelt, necesitamos un gran líder, y me temo que todavía no le hemos encontrado.

¿Persiste en Estados Unidos la idea de que la retirada de tropas decidida por el Gobierno español de Zapatero es una rendición al terrorismo?

Muchos americanos no tienen ni idea de nada de todo esto. Muchos incluso ni sabrían que Francia y España son dos países diferentes. No, en serio. No hay mucha conciencia de lo que ocurre. Sólo un puñado de personas conoce en Estados Unidos todo lo sucedido con las elecciones en España y los intentos del anterior Gobierno de acusar a ETA del atentado de Madrid. Hay mucho desconocimiento. En Estados Unidos, una corriente pretende sostener que Al Qaeda quiere que John Kerry salga elegido. Yo creo que para Al Qaeda todos somos unos infieles, pero pienso que puede que esté bastante contenta con todo lo que ha hecho Bush.

Las crecientes desigualdades en Estados Unidos, ¿no dan para un tema de debate en estas elecciones?

Empieza a hablarse de ello y acabará siendo un gran tema. El candidato a la vicepresidencia de los demócratas, John Edwards, ya ha insistido mucho en que los años de Bush han creado dos Américas. Pero este año todas las cuestiones que serían grandes temas en tiempos normales palidecen debido a la guerra.

¿Por qué cada vez existen mayores desigualdades económicas?

La primera respuesta es que no lo sabemos. Es uno de los grandes misterios. En los años cuarenta, el mundo se convirtió en un lugar más igualitario y durante los ochenta y los noventa se ha convertido en un lugar lleno de mayores desigualdades. Pueden decirse algunas cosas, como que la tecnología tiene propensión a concentrarse en la fuerza de trabajo más cualificado. O que la liberalización del comercio puede haber contribuido. O que instituciones como el Fondo Monetario Internacional probablemente no hayan ayudado.

¿Y en Estados Unidos?

En el caso de Estados Unidos, vivimos una etapa hacia mayores igualdades en los años treinta y cuarenta, debido a la política y a la Segunda Guerra Mundial. Eso generó cierto equilibrio de sueldos relativamente similares. Con el tiempo, las normativas laborales y la fuerza de los sindicatos se fueron erosionando. Pero estoy especulando. También habría que hablar de los consejeros delegados de las grandes empresas, que cada vez cobran más y más. Hace 30 años, los sindicatos hubieran dicho: eh, ¿por qué estos tipos cobran tanto dinero? Pero los sindicatos cada vez son más débiles en EE UU. Creo que ha cambiado algo en la política y en la sociedad al respecto.

En la Unión Europea, particularmente Francia, y en los mismos Estados Unidos algunas voces se alzan pidiendo medidas para penalizar a las empresas que trasladen sus fábricas a países con una mano de obra más barata e incentivar a las que no lo hagan, para proteger el empleo nacional. ¿Es sólo ganar tiempo? ¿Tiene sentido combatir la globalización?

El caso de Europa no lo he estudiado lo suficiente, pero en Estados Unidos creo que se exagera la externalización (deslocalización) de la producción. Muchos de los problemas con el empleo se vinculan a ella para tener un culpable exterior. Pero creo que no representa más del 5% o del 10% del problema. El auténtico problema es la debilidad de la economía doméstica. Puede ocurrir como al principio de los noventa, cuando teníamos pánico de la competencia de Japón. Luego tuvimos una fuerte recuperación y dejó de ser un problema político. Creo que ahora puede ocurrir lo mismo, si llega una fuerte recuperación económica. Además, con el tiempo, los sueldos en países como la India y China se incrementarán. Si me equivoco, entonces nos encontraremos con una situación muy complicada y mucha presión política.

La Reserva Federal (banco central de Estados Unidos) parece tener mucha confianza en la recuperación de la economía, considerando su política de ir subiendo los tipos de interés con suavidad y con flexibilidad. ¿Es, a su juicio, la política correcta?

La FED ha cometido un error. Y es el de haber extendido la creencia de que hay una recuperación sólida en curso. Eso era prematuro y Alan Greenspan se ha metido en una especie de trampa. No creo que podamos hablar de una recuperación sólida. Y ahora tiene miedo de sorprender a los mercados diciendo que van a parar las subidas de tipos. Eso generaría pánico en la gente.

La última subida de tipos, hasta el 1,75%, se ha producido a menos de 40 días de las elecciones. ¿Qué lectura le merece eso?

Lo están haciendo despacio, así que no lo leo como una gran señal. Pero Alan Greenspan (presidente de la Reserva Federal) es mucho más optimista sobre la evolución de la economía que… casi todo el mundo. Mucho más optimista que los analistas privados e incluso más optimista que algunos de los funcionarios de la propia institución.

¿Cuál es la principal amenaza para la economía?

No veo ninguna gran crisis inminente, salvo por los precios del petróleo. En Estados Unidos puede haber problemas por el déficit, pero pueden transcurrir algunos años antes de que ocurra, y siempre que no se corrija su política. Y la economía europea es decepcionante. Pero todos competimos por un aprovisionamiento limitado de petróleo. La demanda de países como China y la India es muy elevada. China representa un 40% del incremento de la demanda mundial de crudo de los últimos tres años. Es impresionante. Y la situación en Irak también contribuye a una situación complicada. El precio del barril creo que puede subir a 60 o incluso a 80 dólares por barril.

El influyente economista, Premio Príncipe de Asturias de este año, ve en un nuevo mandato de George W. Bush un auténtico peligro para Estados Unidos.
El influyente economista, Premio Príncipe de Asturias de este año, ve en un nuevo mandato de George W. Bush un auténtico peligro para Estados Unidos.SUSANA SÁEZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_