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Columna
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Doña Rosita

Nunca la llevaron a ningún sitio. O por lo menos no se alude en la obra a excursión infantil alguna, a una visita, pongamos por caso, a familiares o amigos residentes en otro lugar de la provincia. Estamos en una Granada encerrada en sí misma, lejos del mar, estática. Y lo que es peor, Rosita, abandonada por su primo, vive en un carmen albaicinero. Ya lo había dicho Rubén Darío: ningún escenario más apropiado para el amor que un carmen. Y contestó su discípulo: y ninguno más triste para quien no tenga amor o para quien el amor es ya algo "definitivamente muerto". Justo antes del estreno de Doña Rosita la soltera en Barcelona -diciembre de 1935, en pleno "bienio negro", con Margarita Xirgu en el papel de la protagonista-, Lorca dijo que, para "descansar" de Yerma, había querido escribir "una comedia sencilla y amable", pero que le había salido un drama con más lágrimas que Yerma y Bodas de sangre juntas. Y era verdad. Doña Rosita tiene escenas muy divertidas, es cierto, pero sirven para subrayar aún más la soledad amorosa de Rosa, cuyo carmen bien podría llevar el lema puesto por Dante en la puerta de su Infierno: "Abandonad toda esperanza los que entrais aquí".

Aunque los tres actos de la obra se desarrollan sucesivamente en 1890, 1900 y 1910, Lorca señaló en otras declaraciones que en la España de 1935 la mujer española estaba todavía lejos de haber alcanzado su libertad, y que continuaba en la obligación injusta de reprimir en lo más hondo su "ansia de gozar". "¿Hasta cuándo -preguntó- seguirán así todas las doñas Rositas de España?"

Acaso ninguna obra teatral del granadino integre más resonancias personales que ésta. Rosa tiene veinte años cuando empieza el drama. Es decir que, como Vicenta Lorca, la madre del poeta, nació en 1870. No puede ser casualidad. Rosa es huérfana y pobre. El padre de Vicenta murió antes de que naciera ella, y la familia, nunca de muchos recursos, conoció entonces la penuria y tuvo que abandonar la hermosa casa con jardín donde vivía, situación afín al desenlace de Doña Rosita. Lorca solía encubrir el hecho de haber nacido en 1898, año del "Desastre", y alegaba ser hijo de 1900. Con ello, de alguna manera, su vinculación emotiva con Rosita se hace ya explícita en el segundo acto. En cuanto al tercero, el poeta situó una y otra vez en 1910 la pérdida de su paraíso juvenil de la Vega (ocurrida, realmente, en 1909), cuando la familia se traslada a Granada y, con el inicio del bachillerato, empieza para él el via crucis de exámenes y exigencias. Y hay mucho más, todo ello perfectamente compatible, como es obvio, con otras significaciones (Lorca manifestó, en relacion con el último acto: "Un paso más, la guerra. Dijérase que el esencial trastorno que produce en el mundo la conflagración se presiente ya en almas y cosas").

Tras su triunfo en el Español llega ahora a Andalucía el excelente montaje de Doña Rosita la soltera por Miguel Narros, con Verónica Forqué muy digna en el papel epónimo y Alicia Hermida un portento como el ama. Verlo es tener delante la evidencia, una vez más, de lo que perdimos cuando mataron al poeta. En su Granada.

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