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Un hombre con orden de alejamiento mata a su ex esposa en un pueblo de Sevilla

La Guardia Civil había alertado al juez de que el detenido seguía viéndose con la víctima

Modesto M. G., un jubilado de 61 años de Herrera (Sevilla), mandó a la hija de su ex esposa a hacerle la cama, sacó la escopeta que tenía escondida en el armario y le descerrajó tres tiros a su ex mujer, María Teresa, de 55 años. Modesto no tenía licencia de armas y la orden de alejamiento que un juez dictó a favor de María Teresa en julio de 2004 era sistemáticamente incumplida. Tras el crimen, Modesto abandonó a la hija de María Teresa histérica sobre el cadáver y, sin saludar a los vecinos, se dirigió al cuartel de la Guardia Civil a confesar su crimen. Iba serio y firme.

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María Teresa y Modesto tenían una relación tortuosa en el fondo y tranquila en la superficie. Ella vivía con los dos hijos de la pareja (uno de 12 años y otra de 17) en Marinaleda (Sevilla). Él vivía en una casa alquilada desde hace dos meses en Herrera (un pueblo blanco, tranquilo y caluroso de 6.000 habitantes). Los pueblos distan 10 kilómetros y aunque se habían separado hace dos años, María Teresa, según fuentes policiales y vecinales, iba varias veces por semana a casa de Modesto a limpiarle y cocinarle. Modesto, un tipo callado, según sus vecinos, pasaba con su hijo los veranos.

María Teresa iba a casa de su ex marido, aunque legalmente no podía hacerlo. Un juez de Sevilla dictó en julio de 2004 una sentencia a favor de la mujer en la que imponía una orden de alejamiento contra Modesto. El juez condenaba a Modesto por agredir a María Teresa en 2003 y le impedía acercarse a menos de 100 metros. Según los vecinos, él "le abrió la cabeza".

Sólo 17 días después de la sentencia, la Guardia Civil de Herrera los vio tomando café en un bar. "Les dijimos que no podían estar juntos, que estaban incumpliendo la orden del juez. Ellos replicaron que tenían hijos en común, que eran mayores de edad y que iban a seguir viéndose", según uno de los agentes. La Guardia Civil dio parte al juzgado.

La pareja siguió viéndose varias veces por semana, según su vecina Inmaculada Jurado. Ayer por la mañana, María Teresa llegó a casa de su marido. La casa es una planta baja por la que pagaba 400 euros al mes. Modesto es un agricultor jubilado anticipadamente por un problema en la espalda. Modesto le había pedido a su ex mujer que le llevase pescado. Ella le compró una dorada. Le acompañaba su hija Luna, fruto de una relación anterior. Luna, de 20 años, está embarazada de seis meses. Fue ella quien, al irse la Guardia Civil relató el suceso a los vecinos entre tila y tila. Tenía pensado ir al ginecólogo.

Pasadas las 12.00, Modesto mandó a la hija de su ex mujer a que le hiciera la cama. La casa tiene tres dormitorios, patio y cocina. La pareja se quedó en el salón. y la hija fue al dormitorio del fondo. Luna oyó un golpe y pensó que era un portazo. "La hija explicó que volvió corriendo y que se encontró a su madre ensangrentada pero chillando. Entonces Modesto volvió a disparar", aseguró ayer María del Carmen Fernández, la dueña de la casa del crimen. Ella vive en la primera planta de la casa y atendió a la hija. María Teresa recibió tres disparos (uno en la cara y otro en el costado, según fuentes del instituto armado) y murió en el acto. El cuerpo fue trasladado a Sevilla para la autopsia.

Tras los disparos, Modesto salió de la casa. Los vecinos de la calle de la Platería comenzaban a salir a la calle alertados por el ruido. Manoli Cabello volvía a su casa y se cruzó con Modesto cuando doblaba la esquina camino del cuartel de la Guardia Civil: "Le dije adiós, pero no me saludó. Iba serio, firme, tranquilo".

En el cuartel, Modesto confesó el crimen. La Guardia Civil intentaba ayer buscar de dónde había sacado el arma porque no tenía licencia. Los vecinos aseguran que tiraba al plato. A las 19.36, Modesto salió esposado del cuartel camino del juzgado de Estepa. Le esperaban unos 30 curiosos. Modesto, pelo blanco, polo mal abrochado, gafas finas, levantó la cabeza y se hizo el silencio. Miró unos segundos a la gente, a los fotógrafos y, antes de romper a llorar, murmuró un enigmático "éste es mi pueblo".

Modesto M. G. es trasladado del cuartel de la Guardia Cilvil de Herrera, Sevilla, al juzgado.
Modesto M. G. es trasladado del cuartel de la Guardia Cilvil de Herrera, Sevilla, al juzgado.JULIÁN ROJAS

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