El secuestro de un británico en Irak marca el congreso de los laboristas
La conmoción social por la suerte del rehén acorrala a Blair
El congreso de los laboristas británicos, que se inició ayer en Brighton, volverá a estar dominado por la crisis de Irak. La intención del primer ministro, Tony Blair, de centrarse en la política nacional y pasar de puntillas por el conflicto iraquí, siempre fuente de tensión y divisiones en el laborismo británico, ha saltado por los aires con el secuestro en Bagdad del ingeniero Ken Bigley y la ola de emotividad que ha desatado en el país.
La movilización de la familia de Bigley para evitar su ejecución ha conmocionado durante una semana a la opinión pública británica y ha provocado una intensa polémica sobre el papel que han de jugar los medios en un caso así.
Blair quería consagrar a la política nacional el que con toda probabilidad será el último congreso del laborismo antes de las próximas elecciones generales, previstas para la próxima primavera. Sin embargo, como tantas veces en los últimos años, la agenda política británica vuelve a estar condicionada por el conflicto iraquí, impidiendo que el Gobierno se centre en vender el mensaje electoralmente capital de que los laboristas están dándole la vuelta a los problemas que se viven en los servicios públicos.
Una encuesta de Mori para The Observer divulgada ayer revela que los británicos tienen una visión menos negativa que hace un año sobre la evolución de los servicios públicos pero pone también de manifiesto la permanente caída de las perspectivas electorales del laborismo. El Partido Laborista perdería las elecciones en votos (32% frente a 33% los conservadores y 25% los liberales-demócratas) y, aunque obtendría una mayoría de escaños suficiente para formar Gobierno, esta se vería reducida desde los 160 escaños de ventaja actuales a una exigua e inestable ventaja de tan solo 24 escaños. "La ironía de mi situación es que soy menos popular pero más capaz", conjeturó ayer el primer ministro en una de sus tradicionales entrevistas previas al congreso, en el que intervendrá mañana martes.
Blair no pudo centrarse en ahondar en las cuestiones nacionales y no tuvo más remedio que consagrar a Irak el núcleo central de esas entrevistas. Poniéndose la venda antes que la herida, advirtió que, aunque "el Gobierno hace todo lo que legítimamente puede, [...] no tiene sentido levantar falsas esperanzas". Y es que no ha sido el secuestro de Ken Bigley en sí mismo, sino la posibilidad de que se pueda salvar su vida, lo que ha desatado una ola de emotividad que durante una semana ha acaparado los lugares más destacados de los medios, lo mismo la televisión y los tabloides que la llamada prensa de calidad. El primer ministro habló ayer personalmente con los familiares del rehén. Es la tercera vez que lo hace desde que comenzó el secuestro.
El anuncio inicial del Gobierno iraquí de que se disponía a liberar a las dos mujeres del régimen de Sadam que siguen encarceladas, en lo que parecía de hecho una concesión a los secuestradores, desató a principios de semana las esperanzas de la familia de Bigley. Tras la ejecución de los dos norteamericanos secuestrados junto al ingeniero de Liverpool, los Bigley habían empezado a desoír los consejos del Foreign Office y acudieron a los medios para presionar a favor de una negociación que salvara la vida de Ken. Luego, cuando Bagdad reculó, los medios se dividieron entre los que vieron en ello la larga mano de Washington y los que defendían que no se puede negociar nada con el terrorismo. Ningún medio ha pedido a Blair que negocie con los secuestradores de Ken Bigley, pero la manera en que han tratado su secuestro ha sido un permanente reproche al primer ministro y una acusación indirecta de que todo esto es consecuencia de la invasión de Irak.
Ahora, los medios han empezado la autocrítica y se hacen preguntas sobre la "proporcionalidad" de su reacción ante el secuestro de su compatriota. The Sunday Telegraph, que hace unas semanas sufrió el secuestro durante unas horas de uno de sus enviados especiales a Bagdad, se preguntaba ayer si no hubiera sido más apropiado dar al caso el perfil bajo que aplica en estas ocasiones la prensa de Estados Unidos.
Pero el secuestro amenaza con desestabilizar algo más que el congreso laborista o provocar un debate en los medios sobre la mejor manera de abordar un caso así. El Gobierno teme que una eventual ejecución de Bigley desate una ola de violencia sectaria contra los musulmanes británicos. El Consejo Musulmán Británico ha enviado a Bagdad a dos de sus dirigentes en un intento desesperado por salvar la vida del ingeniero británico y mostrar al país que no hay que confundir el islam con "gente que actúa de manera patológica".
Alarma aérea en Londres
Un avión de la aerolínea griega Olympic, que se dirigía de Atenas a Nueva York, hizo ayer un aterrizaje de emergencia en un aeropuerto de Londres por una alerta de seguridad, tras ser escoltado por cazas de la Fuerza Aérea británica (RAF).
La cadena británica BBC indicó que una llamada telefónica a un periódico de Atenas avisó ayer de que había una bomba en el aparato, una información que no pudo ser corroborada pero que obligó a las autoridades a ordenar que el avión aterrizase.
Según informó un portavoz del Ministerio británico de Defensa, el avión aterrizó sin problemas en el aeropuerto de Stansted, al norte de Londres, tras considerar que la alerta era "importante".
Los 301 pasajeros que llevaba a bordo el vuelo OA411 fueron evacuados sin incidentes. El aparato fue inspeccionado en Stansted sin que por ahora se haya encontrado nada anormal.
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