"La guerra de Bush en Irak va en contra de los intereses de EE UU"
El periodista Craig Unger es especialista en temas de terrorismo y petróleo. Presenta estos días en España su libro Los Bush y los Saud, en el que revela las estrechas relaciones económicas de la familia Bush y la casa real saudí y hace la luz sobre la extraña salida de EE UU de un grupo de millonarios saudíes apenas unos días después de los atentados del 11-S. Sus revelaciones sirvieron de base a la película de Michael Moore Farhenheit 9/11.
Pregunta. Dice en su libro que el 13 de septiembre de 2001, cuando varios aviones empezaron a evacuar a los ciudadanos saudíes, el espacio aéreo estaba todavía cerrado. Sin embargo, según la comisión sobre el 11-S, el espacio aéreo se reabrió en la mañana del 13 de septiembre.
Respuesta. El espacio aéreo para vuelos comerciales había sido reabierto, pero había todavía restricciones para los vuelos privados. Eso significa que estos vuelos requerían todavía el visto bueno de la Casa Blanca, y sabemos que lo tuvieron.
P. Cuando habla del visto bueno, ¿se trata del presidente?
R. No sé si el presidente fue consultado. Sabemos que Richard Clark [el asesor en temas de seguridad] estuvo involucrado. Pero sí sabemos que al mismo tiempo el presidente se reunió con el embajador saudí, el príncipe Bandar. Ya se sabía en ese momento que 15 de los 19 terroristas eran saudíes; sabíamos que Bin Laden, un saudí, estaba detrás de los atentados; sabíamos que Al Qaeda estaba financiada por saudíes. Ahí debía empezar la guerra contra el terrorismo. Lo que debería haber hecho Bush era decirle a Bandar: "Necesitamos transparencia para perseguir a Al Qaeda, exigimos su cooperación". En vez de esto, los aviones despegaban ese día con los saudíes a bordo, y Bush ya estaba mencionando la posibilidad de invadir Irak, un país que no tenía nada que ver con los atentados.
P. ¿Se sabe si alguno de los saudíes que salieron de EE UU tenía relación con el terrorismo?
R. El príncipe Ahmed bin Salman estaba a bordo. Un miembro de Al Qaeda capturado en 2002 dijo a la CIA que Bin Salman era el contacto entre la familia Saud y Al Qaeda. No estamos seguros de que fuera culpable, pero tampoco se puede dejarle salir sin interrogarle. En cualquier investigación criminal, lo normal es interrogar a personas inocentes, para recoger información.
P. Subraya en su libro las estrechas relaciones económicas entre la familia Bush y la familia Saud, pero ¿cree que EE UU en su conjunto depende demasiado de Arabia Saudí y de su petróleo?
R. De forma general, sí. Tenemos 155 millones de coches en EE UU; somos una nación adicta al petróleo. Con todo lo crítico que soy con los saudíes, reconozco que necesitamos tener relaciones con ellos. Es una suerte de pacto con el diablo. Y esto va más allá de la Administración Bush. Pero creo que la situación actual no tiene precedente. El presidente y su familia han recibido 1.400 millones de dólares de inversiones saudíes en compañías en las que los Bush y sus aliados tienen importantes participaciones. Esto compromete a Bush.
P. ¿Por qué los demócratas no usan estas revelaciones?
R. Los demócratas han sido una oposición muy débil. Los republicanos atacaron mi libro y la película de Moore, y creo que les entró miedo a los demócratas.
P. ¿Sostiene usted que los demócratas y los republicános defienden los mismos intereses?
R. En cierta medida, sí. Cualquiera que sea el presidente, tendrá que hacer un pacto con los saudíes. Pero, aunque los demócratas fueron muy débiles, creo que la aventura de Bush en Irak va en contra de los intereses de EE UU. No creo que Estados Unidos pueda ganar en Irak, no pueden retirarse y tampoco se pueden quedar.
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