"Resistiremos al terrorismo siempre desde la legalidad"
Señor presidente:
Ésta es la primera vez que, en nombre de mi país, y con profunda satisfacción, me dirijo a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Somos un país antiguo y diverso, con diversas lenguas, con distintas tradiciones, con distintas culturas. Somos un país europeo, mediterráneo, iberoamericano.
Hablo en nombre de un país al que no le han faltado las dificultades a lo largo de la historia, cuyas generaciones vivas han conocido una guerra civil, una dictadura de casi cuatro décadas y una democracia que ya ha cumplido veinticinco años. También conocemos el terrorismo, que nos lleva golpeando más de treinta años, con 1.000 vidas humanas perdidas.
Estos últimos treinta años los españoles y las españolas hemos aprendido muchas cosas del terrorismo. Hemos aprendido, pronto, su iniquidad. Hemos aprendido a conocerlo. Hemos aprendido a resistir, a soportar con valor y dignidad sus golpes. Hemos aprendido a combatirlo.
"Quiero proponer ante esta asamblea una Alianza de Civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán"
"Ningún muro, por alto que sea, impedirá a los que la sufren intentar huir de la miseria para conquistar su dignidad de seres humanos"
"La paz es la tarea. Una tarea que exige más valentía, determinación y heroísmo que la guerra. Por eso las tropas españolas regresaron de Irak"
Por eso, porque lo llevamos viviendo durante décadas, los ciudadanos de mi país comprendimos muy bien el dolor del pueblo norteamericano el 11 de septiembre de hace tres años. Sabíamos cómo se sentían, cómo se sienten. Aquí en Nueva York quiero expresar la profunda solidaridad del pueblo español con esta gran nación que es Estados Unidos.
Comprendemos bien todo el dolor que en estos últimos tiempos se ha desatado en Yakarta, en Bali, Casablanca, Riad o Beslán. Conocemos los secuestros, las bombas, los tiros en la nuca. Sabemos el significado de la palabra compasión.
El 11 de marzo de este año, un atentado terrorista segó la vida de 192 personas en Madrid. Era un terrorismo nuevo en nuestro país, pero la sangre y el dolor eran los que ya conocíamos. Quiero expresar desde esta tribuna el agradecimiento a todas las naciones por la solidaridad que hemos sentido como país ante el sufrimiento por el brutal atentado.
Los españoles, las españolas, no tuvieron miedo. Al día siguiente del atentado salieron de sus casas por millones, llenaron las calles y las plazas de las ciudades y los pueblos de mi país, y una vez más, otra vez más, manifestamos nuestra repulsa, nuestro desprecio unánime a la barbarie terrorista.
Treinta años resistiendo al terrorismo nos han enseñado que el mayor riesgo de una victoria de los terroristas se produce cuando para luchar contra el terror la democracia traiciona su propia esencia, los estados limitan las libertades, cuestionan las garantías judiciales o realizan operaciones militares preventivas. Eso es lo que ha aprendido mi pueblo: que es con la legalidad, la democracia y la política como somos más fuertes y ellos más débiles.
Resistiremos al terrorismo. Nuestra historia es nuestro aval. Seguiremos nuestro combate contra el terrorismo. Pero lo haremos siempre desde la legalidad nacional e internacional. Lo haremos desde el respeto a los derechos humanos y a las Naciones Unidas, y sólo así. No es sólo la ética de la convicción la que nos impulsa, es sobre todo la convicción de la ética. La convicción de que es así, desde la legalidad, y sólo así, como se gana el combate al terrorismo.
El terrorismo no tiene justificación. No tiene justificación, como la peste; pero como ocurre con la peste, se puede y se deben conocer sus raíces; se puede y se debe pensar racionalmente cómo se produce, cómo crece, para combatirlo racionalmente.
El terrorismo es la locura y la muerte, y lamentablemente siempre habrá fanáticos dispuestos a asesinar para imponer su locura por la fuerza. Dispuestos a extender la semilla del mal. La simiente del mal se malogra cuando cae en la roca de la justicia, del bienestar, de la libertad, de la esperanza; pero puede arraigar cuando cae en la tierra de la injusticia, de la pobreza, de la humillación, de la desesperación.
Por eso la corrección de las grandes injusticias políticas y económicas que asolan el planeta privaría a los terroristas de sustento popular. Cuanta más gente viva en condiciones dignas en el mundo, más seguros estaremos todos.
Señor presidente:
En este contexto quiero referirme a Irak. Pero ante todo quiero referirme a los miles de víctimas que este conflicto ha originado, a los iraquíes y a los soldados y civiles que allí han perdido la vida. Para ellos y para sus países, nuestra permanente solidaridad
La abrumadora mayoría del pueblo español se manifestó en contra de una guerra. No nos convencieron las razones que esgrimían quienes la promovieron.
Manifestamos esta opinión en el Parlamento español, en las calles. A gritos, bien alto. Dijimos también que la guerra era mucho más fácil de ganar que la paz. La paz es la tarea. Una tarea que exige más valentía, más determinación y más heroísmo que la guerra. Por eso las tropas españolas regresaron de Irak.
En todo caso, lo que ahora importa es contribuir a restablecer completamente la soberanía e independencia de Irak, de un Irak democrático y en paz con sus vecinos. No regatearemos esfuerzos en esta tarea. Por ello, España participó activamente en la elaboración de la resolución 1.546 y va a seguir apoyando política y financieramente el proceso de normalización política y el fortalecimiento de instituciones democráticas iraquíes.
Señor presidente:
No habrá seguridad ni estabilidad en el mundo mientras sangre el conflicto de Oriente Próximo, que es el tumor primario de múltiples focos de inestabilidad.
España defiende con firmeza las resoluciones aprobadas por las Naciones Unidas, así como otros instrumentos como la Hoja de Ruta del Cuarteto, que todavía no ha comenzado a aplicarse. Y el tiempo perdido se cuenta en vidas humanas.
España está del lado de Israel frente al terrible azote del terrorismo, contra el que tiene derecho a defenderse por medios legítimos. España expresa su firme defensa de un Estado palestino viable y democrático que viva en paz y seguridad con el Estado de Israel. Israel podrá contar con la comunidad internacional en la medida en que respete la legalidad internacional; y el trazado del muro de separación no lo hace.
España se compromete a no escatimar ningún esfuerzo político, diplomático o de cooperación para ayudar a traer la tan necesaria paz en Oriente Próximo. Pero también hace un llamamiento urgente a los Estados Unidos de América, a la Unión Europea, a Rusia y a las Naciones Unidas para que pongan en marcha la Hoja de Ruta. Son cuatro instancias poderosas y queremos que apliquen una fuerza diplomática decisiva.
Señor presidente:
En el plano humanitario, España ha realizado una contribución de varios millones de euros para hacer frente a la terrible crisis en Darfur. Pero es necesario que las autoridades sudanesas adopten sin dilación todas las medidas necesarias para acabar con las atrocidades, llevar a juicio a los culpables y normalizar la situación en la región. También es preciso que los grupos rebeldes y milicias respeten el alto el fuego y adopten una actitud constructiva en la mesa de negociaciones. En este contexto es necesario apoyar las iniciativas de la Unión Africana.
Señor presidente:
España considera que no podemos seguir aceptando pasivamente la prolongación de los conflictos olvidados de África y por eso hemos apoyado, junto con nuestros socios de la Unión Europea, el establecimiento del Instrumento de Paz para África, con el objetivo de promover soluciones regionales a las crisis en dicho continente.
Señor presidente:
En el Magreb, España desarrolla una política activa y global para reforzar la estabilidad política y el desarrollo económico y social de la zona. Creemos que la integración regional y la interdependencia con España y Europa es la vía para lograr estos objetivos.
En relación con el Sáhara Occidental, España apoya vigorosamente la búsqueda de una solución política, justa, definitiva y aceptada por todas las partes, que respete los principios enunciados en las resoluciones de esta organización. Desde esta tribuna hago un llamamiento para que, en el marco de diálogo y de negociación establecido por las Naciones Unidas, todas las partes implicadas redoblen sus esfuerzos para resolver un conflicto enquistado desde hace demasiados años.
Señor presidente:
Quiero reafirmar el compromiso español con las operaciones de mantenimiento de la paz, como elemento fundamental del multilateralismo eficaz que queremos fomentar. Compromiso político que se ha reflejado ya en aportaciones concretas de contingentes militares para Afganistán y Haití, bajo sendos mandatos explícitos del Consejo de Seguridad.
La seguridad y la paz sólo se extenderán con la fuerza de las Naciones Unidas, la fuerza de la legalidad internacional, la fuerza de los derechos humanos, la fuerza de la democracia, de los hombres sometidos a las leyes, de la igualdad, de la igualdad de las mujeres y los hombres, de la igualdad en las oportunidades se nazca donde se nazca. La fuerza frente a quienes manipulan o quieren imponer cualquier religión o creencia. La fuerza de la educación y la cultura. La cultura es siempre paz. Consigamos que la percepción del otro esté teñida de respeto. La fuerza del diálogo entre los pueblos.
Por eso, como representante de un país creado y enriquecido por culturas diversas, quiero proponer ante esta asamblea una Alianza de Civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán. Cayó un muro. Debemos evitar ahora que el odio y la incomprensión levanten otro. España somete al secretario general, cuya labor al frente de la Organización apoya con firmeza, la posibilidad de constituir un grupo de alto nivel para llevar a cabo esta iniciativa.
Señor presidente:
Ésta es la casa de las naciones, pero sólo veo a hombres y mujeres, sólo escucho las voces de hombres y mujeres que representan a miles de millones de hombres y mujeres. Y de todas esas voces, muchas tenues, casi silenciosas, voces de niños, casi sin fuerza, sin esperanza, viven en tierras asoladas por la pobreza y las desigualdades.
A ellos me quiero dirigir ahora para proclamar firmemente que España apoya los objetivos de la Declaración del Milenio en materia de desarrollo, de erradicación de la pobreza y de preservación del medio ambiente. La pobreza es la causa principal de los movimientos migratorios incontrolados. Pero ningún muro, por alto que sea, impedirá a los que la sufren intentar huir de la miseria para conquistar su dignidad de seres humanos.
Por ello, estamos firmemente comprometidos con la declaración política que adoptamos ayer en el marco de lo que se conoce como la Alianza contra el Hambre, promovida por el presidente Lula, que establece nuevas vías de financiación del desarrollo. El Gobierno de España va a incrementar sustancialmente su ayuda oficial al desarrollo para alcanzar el 0,7% del PIB.
Señor presidente:
Para que haya paz, seguridad y esperanza en muchos lugares y latitudes del mundo es necesario reforzar los instrumentos internacionales de promoción y protección de los derechos humanos, así como su aplicación efectiva. Éste es uno de los pilares básicos de nuestra política exterior. Nuestros objetivos son la firme ratificación del protocolo facultativo a la Convención contra la tortura, la abolición universal de la pena de muerte, la lucha contra la discriminación de la mujer y la violencia de género, el fin de la discriminación por motivos de orientación sexual, la protección de los menores y la lucha contra los abusos y explotación a los que son sometidos, y la estricta observancia de los derechos humanos en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia.
La paz y la seguridad en el mundo exigen el respeto a la legalidad. Por ello, España quiere promover el eficaz funcionamiento de la Corte Penal Internacional. Con este fin, quiero hacer un llamamiento a todos los Estados que no hayan ratificado todavía el Estatuto de la Corte para que lo hagan íntegramente, sin condiciones ni demoras, y, de este modo, nos ayuden en el empeño común de construir un mundo más justo
Mi Gobierno apoya, decididamente, el proceso de reforma de las Naciones Unidas que establece la Declaración del Milenio y respalda las iniciativas del secretario general para la reforma y fortalecimiento institucional de la organización.
España cree esencial para el futuro del orden internacional que la reforma tenga por objetivo asegurar el cumplimiento efectivo de las resoluciones de esta organización, en particular las del Consejo de Seguridad.
La representatividad, la democratización, la eficacia y la transparencia del Consejo de Seguridad deben ser fortalecidas. Con este objetivo, España está dispuesta a considerar nuevas propuestas para construir un consenso sobre el incremento del número de miembros no permanentes y sobre el uso del derecho de veto.
Señor presidente:
No puedo dejar de reafirmar aquí el compromiso de España con las justas causas de los pueblos latinoamericanos: con la consolidación de los regímenes democráticos y la estabilidad política en la región. Reitero además nuestro apoyo al progreso económico orientado a la reducción de las desigualdades y al reforzamiento de la cohesión social. No dejaremos de promover dentro de la Unión Europea un mayor acercamiento a la región mediante la construcción de una asociación estratégica entre ambos lados del Atlántico.
Señor presidente:
No quiero terminar mi intervención sin referirme a la cuestión de Gibraltar. Todos los años se reiteran los mandatos de esta Asamblea General instando a España y al Reino Unido a proseguir sus negociaciones bilaterales con objeto de llegar a una solución definitiva de este contencioso. Quiero confirmar que mi país mantendrá su voluntad negociadora de llegar a una solución que beneficie a la región en su conjunto y escuche la voz de ese territorio no autónomo.
Señor presidente:
Las Naciones Unidas nacieron de la necesidad y de los ideales. Fueron hombres y mujeres que afirmaron su fe en el entendimiento de pueblos, de culturas de países y nos dejaron un legado de utopía. Pensaron que todo estaba a su alcance, la superación de viejos conflictos, la lucha contra la pobreza, derechos para cada ser humano. Y hoy nos podríamos preguntar ¿qué esta a nuestro alcance?
Está casi todo. Es verdad que la historia de la humanidad no nos da demasiados motivos para el optimismo. Tampoco el mundo actual nos da muchas razones para mirar con superioridad a los hombres que nos precedieron. Uno de cada tres países en el mundo no vive en un régimen de libertad. Pervive la tortura. Hay en el mundo más de treinta conflictos armados. La mitad de las víctimas de la guerra son niños. Cinco millones de personas padecen el sida. Mil millones de seres humanos viven con un dólar al día. Más de 800 millones de adultos son analfabetos. Más de 150 millones de niños no tienen acceso a ningún tipo de educación. Más de 1.000 millones de personas carecen de agua potable. No. No, tampoco ahora los seres humanos nos podemos sentir muy orgullosos.
Debemos luchar por superar esta situación. Las españolas y los españoles de hoy estamos dispuestos a que las mujeres y hombres que nos sucedan puedan decir: "Ellos sí lo hicieron".
Muchas gracias, señor presidente.
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